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domingo, 29 de diciembre de 2024

Confiando, mientras hacemos o no hacemos.


CONFIANDO, MIENTRAS HACEMOS O NO HACEMOS.

Hugo Betancur

 

Nos mostramos confiados cuando entendemos que la vida discurre con sus manifestaciones y expresiones imparables de causa y efecto, ajenas a nosotros y a nuestros ideales de felicidad y ganancia.

 

Como seres vivos podemos ser más sabios y eficientes si tenemos una actitud mental de apertura, de confianza en nuestras posibilidades de aprender, cambiar y resolver. 

 

Cuando confiamos, permitimos dócilmente que todo suceda a su modo y   aceptamos su inercia y su movimiento, liberándonos de las corrientes forzantes de nuestros egos que podrían llevarnos a conflictos y a pugnas agotadoras y amargas. 

 

En los momentos de desasosiego, podemos replegarnos hacia adentro, hacia la dimensión de la mente y del Ser donde permanece latente la intuición para acogernos a su guía sobre qué hacer o qué no hacer.  Sensatamente podemos confiar* que todo sucede según la lógica de las circunstancias y no según nuestros deseos y planes.

 

Tal vez una definición apropiada de sabiduría sea: la capacidad de nuestras mentes de contemplar el mundo y lo que pasa con una visión de comprensión, definiéndolo como “lo que es, como es”, y no como pretendemos o tememos que sea.

 

Nuestras Almas han proyectado los personajes que debemos representar con sus idiosincrasias y sus egos y han previsto las tramas y las realidades resultantes de la interacción humana con los condicionamientos y mandatos de las colectividades según sus culturas y tradiciones exclusivas.

 

Si alcanzamos esa comprensión podremos relacionarnos con otros teniendo como pauta el respeto al libre albedrío común.

 

Todos los acontecimientos de la existencia son circunstanciales y están encuadrados con atributos correspondientes de tiempo, modo, lugar, cantidad, medio o instrumento, causa, finalidad, destinatario -a quien le suceden los hechos.

 

Las situaciones son los eventos o episodios de cada historia y las circunstancias son las condiciones y ambientes en que ocurren.

 

Ajustadas al destino de cada uno, afrontamos nuestras vivencias que tienen unas causas previas que las determinan -y que propician en nosotros sus efectos psicológicos contrastantes de bienestar o desasosiego, de satisfacción o de frustración, de alegría o tristeza, de sosiego o de incertidumbre.

 

Nuestras reacciones emocionales o nuestras interpretaciones mentales de lo que experimentamos ocasionan nuestros estados de ánimo, optimistas o sombríos, apacibles o tormentosos.

 

Muchos acontecimientos son previsibles para nosotros si tenemos un conocimiento de sus antecedentes y su progreso; otros acontecimientos nos sorprenden o nos abruman porque no tenemos la capacidad de prevenirlos o anticiparlos.

 

Nuestra empatía con los sucesos y los personajes aplaca nuestra ansiedad y calma nuestras mentes.

 

Hugo Betancur (Colombia)
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*CONFIAR:

Tener fe en que las dificultades, conflictos y situaciones de insolvencia tendrán una solución adecuada y positiva.

La palabra confiar proviene del vocablo latino confidare. La palabra confianza, por su parte, viene del latín confidentia, que se compone de los siguientes elementos:

El prefijo con- que significa "junto", "todo", "con"

Fides, que significa "fe"

El sufijo -anza, que es acción

La raíz -fi- del verbo fiar, del latín fidere (confiar) y este de fides (lealtad, fe y confianza).

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martes, 24 de diciembre de 2024

Lo que fue y lo que no pudo ser


   LO QUE NO PUDO SER; 

                     LO QUE FUE.

                                                       Hugo Betancur

 

Nuestros pensamientos son expresiones del movimiento de nuestras mentes y provienen de un archivo de datos e impresiones que hemos asumido. Interpretamos los procesos de la existencia según nuestras experiencias y según las de otros limitados al estado de nuestra personalidad.

Cuando meditamos seriamente sobre nuestras acciones y relaciones con la visión del corazón –la disposición a comprender-, podemos conocernos y conocer a otros, si ese es nuestro propósito. Los enfoques racionales son solo una fragmentación de lo que llamamos realidad porque provienen de nuestras creencias particulares. Si logramos mirar el mundo desde la posición de los demás, tendremos su perspectiva y sus percepciones, distintas a las nuestras.

Podemos ser atentos observadores mientras debutamos en los escenarios de la vida e interactuamos según las condiciones del presente o podemos ser actores distraídos empeñados en representar los papeles aprendidos en el pasado y en recitar una y otra vez los guiones memorizados –nuestro programa y nuestros fijos proyectos de vida.

 

Si nos desempeñamos como actores que repetimos nuestros libretos, nuestros procesos de reacción serán monótonos y previsibles: el engranaje mecánico puesto en marcha y controlado por nuestras mentes estancadas con nuestra energía y una precaria información para desempeñarnos en nuestras relaciones de todos los días.

Nuestras mentes fluyen construyendo ideas e imágenes adecuadas a lo que somos. Otros pueden tomarse una impresión de cada uno de nosotros cuando observan nuestros comportamientos por las emociones y sentimientos que expresamos en nuestras relaciones.

Muchas veces nos quedamos pasmados cavilando sobre lo que no pudo ser. Revisamos nuestros viejos planes y expectativas y repasamos los dramas en que fuimos protagonistas infortunados, llevados a la deriva por un cruel destino que nos dejó su huella de amargura y sufrimiento.

Cargamos esos recuerdos como una valiosa posesión durante largas jornadas a través del tiempo de nuestras vidas y hacemos recuentos minuciosos que terminan por aburrir o abrumar a nuestros amigos y parientes; sin embargo, no obtenemos alegría ni satisfacción con esa representación psicológica de mártires: las historias tristes solo nos atraen evocaciones autocompasivas y grises; los cementerios solo guardan despojos y los museos solo conservan retazos de situaciones ya transcurridas y evanescentes.

Todo lo que fue dejó alguna evidencia que podemos relacionar con eventos y personajes. Lo que no pudo ser lo podemos explicar como no sucedido: faltan las evidencias porque no lo experimentamos y no fue posible: un gran amor, la adquisición de algo material, la ejecución de alguna acción o la conquista de algún objetivo perseguido.

Ante nuestras vivencias decidimos nuestras actitudes y sentimientos para asimilar los acontecimientos en que participamos: elegimos la aceptación inteligente y fluida o elegimos el rechazo y la resistencia.

La aceptación nos lleva a la paz y al entendimiento de que todo lo que pasa tiene una causa y un propósito.

El rechazo nos lleva al conflicto y al sufrimiento, lo que no modifica los sucesos atravesados y nos convierte en viajeros tormentosos y quejumbrosos.

La vida es un conjunto de circunstancias que nos permiten experimentar todas las opciones de la dualidad bajo identidades diferentes. Con el transcurso del tiempo, los cuerpos van menguando su vigor y su plenitud. Al arribo de la muerte, el altivo monarca abandona su trono, a su pesar e inevitablemente, para regresar en otro ciclo de existencia vestido de mendigo a confundirse con la gente menuda que hizo posible su reinado; en otro escenario, quien vagó como mendigo con su atuendo andrajoso, trasciende su papel, para regresar como soberano, ponerse los trajes suntuosos que antes le fueron vedados,  y recorrer a su antojo las dependencias de algún palacio enorme –todo esto ha de ocurrir para que cada uno conozca  los papeles cumplidos por los otros y la manera como se sintió sacudido por los procesos de su efímera existencia.

El sufrimiento es un yugo que asumimos. Cuando nos damos cuenta que no es grato ni útil y que llena de confusión nuestras vidas, podemos dejarlo atrás junto con nuestras interpretaciones particulares, nuestras recriminaciones, nuestras culpas, nuestras condenas, nuestros odios y nuestros sentimientos de separación. Dejamos entonces de sentirnos víctimas de otros y asumimos nuestra autonomía; nos liberamos de nuestros juicios extremos y de sus consecuencias.

Desde nuestras creencias, cada uno de nosotros decide qué sucesos van a afectarnos y cómo nos van a afectar. En cualquier momento podemos cambiar de elección cuando alcanzamos una visión consciente sobre la inevitabilidad de los hechos vivenciados.

Nuestro mayor obstáculo para cambiar el enfoque sobre los eventos proviene de nuestro ego caprichoso con sus presunciones de orgullo, de “dignidad herida” y de dominio o control sobre las acciones y decisiones de los demás.

La comprensión nos permite modificar nuestra mentalidad y nuestras creencias: al unísono, nuestro corazón busca las razones de nuestra mente y nuestra mente busca las razones del corazón, lo que nos permite ver “lo que es” y lo que fue y dejar a un lado “lo que no pudo ser”, para que las tramas de la crónica vivida nos muestren su coherencia y sus intrincados nexos de aprendizaje y de libre albedrío.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 22 de diciembre de 2024

Aprendiendo, presenciando.

APRENDIENDO

HUGO BETANCUR


La palabra aprender significa adquirir conocimientos sobre asuntos o destrezas. Lo que aprendemos lo agregamos a nuestra mente como información útil o utilizable en nuestras relaciones y desempeño de funciones.

Es posible que nuestros aprendizajes expandan la capacidad de nuestras mentes de comprender e  integrarnos a los ritmos de la vida.

Si asumimos el propósito de aprender aplicamos nuestras mentes a pesquisas beneficiosas para nuestro progreso y percepción de la realidad -o de los enfoques que nos acerquen a una visión congruente con lo que llamamos realidad.

A medida que vamos atravesando nuestros aprendizajes vamos también emprendiendo los cambios de nuestra mentalidad -podemos remover los conflictos y la incertidumbre  y apreciar con una tolerancia inteligente nuestros actos y los de otros y las vivencias compartidas.

Lo que pasó ya fue y el presente está desplegando constantemente sus eventos contrastantes -alegría o tristeza, bienestar o desasosiego, esperanzas o hastío, frustración o plenitud.

La actitud de atención del caminante sobre sí mismo y sobre los escenarios y personajes de afuera le permite afrontar mejor su confusión, sus dudas, su vulnerabilidad.

Posiblemente nuestra más sabia elección sea la de ir en todo momento aprendiendo, extendiendo la temporalidad interminada de esa palabra tal como corresponde a su significado gramatical -y ocurriendo en presente como nuestras existencias que algún día serán solo recuerdo e historias cumplidas, como las de las frágiles golondrinas migrando confiadas a través del espacioso cielo hasta el confín de su aliento y su vuelo.


Hugo Betancur (Colombia)

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viernes, 20 de diciembre de 2024

Las relaciones felices, las acciones felices.

                                                   LAS RELACIONES FELICES,

                      LAS ACCIONES FELICES.

                                                                                         Hugo Betancur

“-¿Qué es la vida para ti, abuelo? -preguntó una niña adolescente”.

“-Mi pequeña Iridise, la vida es cada momento en que respiramos, escuchamos y vemos lo que sucede, dándonos cuenta de su realidad. Es cada momento en que observamos todo lo que pasa y que nos impresiona, nos conmueve, nos llena de emociones. La vida es lo que percibimos cuando somos conscientes de que todo lo que hacemos nos afecta y afecta a los demás. En este mundo de incertidumbre y de temor, la vida es la alegría que sentimos por la presencia de los seres amados. Solo puedo darte esa definición de la vida; sin embargo, debo advertirte que cada uno debe descubrir el significado que es posible para sí mismo –concluyó el anciano”.

La vida de todo ser humano -y de las especies animales- es una relación constante con otros y con el entorno desde el instante de la fecundación hasta el instante del último aliento del cuerpo. El estado de las plantas y el equilibrio de la naturaleza son afectados por las acciones y hábitos de los seres humanos y de los animales.

En las relaciones revelamos lo que denominamos nuestra identidad -los rasgos y comportamientos propios de cada uno.

En las relaciones establecemos propósitos, prioridades, expectativas; nos expresamos e interpretamos las expresiones de los demás.

Nuestras relaciones pueden ser apacibles y armoniosas, o pueden ser desapacibles y tormentosas.

Nuestras relaciones pueden ser relaciones felices o relaciones infelices.

Las relaciones felices provienen de acciones felices -son acciones que proporcionan a otros bienestar, complacencia, regocijo- y retribuyen a quien las realiza compensaciones parecidas.

Las relaciones felices producen integración, acuerdos, acercamiento afectivo -aunque los cuerpos estén ubicados a un continente de distancia

Las relaciones infelices provienen de acciones egoístas -egoísta es quien se da mayor valor e importancia a sí mismo y a sus intereses que a los demás.

Las relaciones infelices producen separación, conflictos, distanciamiento afectivo -aunque los cuerpos estén ubicados a un paso de distancia.

Las relaciones y las acciones felices propician un mundo amable.

Las relaciones infelices y las acciones egoístas propician un mundo caótico y adverso.

Y cuando nuestras mentes tienen propósitos y acciones felices, el fruto posiblemente sea algo parecido a lo que imaginariamente hemos llamado amor a lo largo de nuestras historias: el fuego interior que guía armoniosamente nuestras existencias y aviva calidamente nuestras relaciones con los demás y con el mundo.

Hugo Betancur (Colombia).

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