REALIDADES
Hugo
Betancur
Las
condiciones de lo que llamamos realidad pueden ser distintas para observadores
distintos y siempre subjetivas para cada uno.
Sustentamos
esa realidad en versiones, imágenes y documentos que utilizamos para armar un
retrato o un testimonio, y pretendemos que tenga la misma riqueza de detalles
de una filmación en que la cámara capta la acción, los personajes con sus voces
y el ambiente donde estos interactúan.
Podemos
también historiar sobre esa realidad y sobre los sucesos si hemos asistido como
participantes o espectadores –podremos rememorar quiénes estaban en el lugar,
qué hacían, qué decían, cómo eran sus gestos y ademanes, qué ubicación tenían,
y hasta qué indumentarias vestían.
Definimos
esa realidad según los datos disponibles y de acuerdo a nuestras mentes.
Elegimos que consideración aplicar según nuestra idiosincrasia y nuestras
creencias. La realidad más confiable es la que trasmite quien conoce aquello
que describe y es sincero en su relato.
Cada
aparente realidad se torna borrosa e imprecisa cuando la información es
insuficiente o cuando quien la enuncia muestra sólo los aspectos que favorecen
sus intereses mientras oculta los que le desfavorecen.
Las
realidades que describimos o contamos pueden estar empañadas o veladas por
nuestros sentimientos de aprecio o rechazo a lo que representan, y esto puede
llevarnos a optar por omisiones o tergiversaciones utilitarias para embaucar a
nuestro auditorio, lo que nos encuadra como farsantes –improvisamos realidades
sustitutas e inciertas y las desplegamos como acontecimientos verídicos.
Cúmulos de
creencias diversas asimiladas por grandes masas son velos que les impiden
percatarse de muchos fenómenos reales porque son incompatibles con sus esquemas
mentales. La percepción y aceptación de esas realidades las obligaría a
realizar cambios en su visión del mundo que no quieren o no pueden hacer.
La
pertenencia a masas humanas es una barrera contra realidades que no son
congruentes con la condición de rebaño de los miembros o con las prohibiciones
y dogmas que les han sido impuestos. Proliferan las multitudes enganchadas y
adoctrinadas por sus religiones, por sus bandos políticos, por sus culturas
regionales o planetarias. Estas masas son cautivadas por sus líderes fanáticos
y astutos que las encadenan a sus ambiciones y a sus iconos separatistas,
arrastrándolas a la servidumbre, a las guerras o a la violencia como turbas
desechables y reemplazables.
Para todos
los personajes en su roles, la representación de su realidad será distinta
también: las mujeres bellas y sus depredadores, los jueces y sus reos, los
predicadores y sus seguidores, los políticos y sus partidarios, los generales y
sus huestes…
Somos
debutantes de un mundo abigarrado donde sopesamos nuestras opciones
experimentando, eligiendo intuitivamente nuestras acciones y relaciones,
avanzando con optimismo o incertidumbre, equivocándonos desde nuestros
codiciosos egos o acertando desde la sabiduría del corazón.
Hugo
Betancur (Colombia)
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