Hugo Betancur
La resolución pronta de
los conflictos.
Escribir sobre nuestras
incertidumbres y temores.
Hacer ilustraciones y
pinturas según nuestro talento con figuras que ideamos.
Meditar: quedarnos quietos
y en silencio observando las imágenes y conjeturas de nuestras mentes.
Escuchar música que nos
anime y nos traiga bienestar.
Reposar lejos de los
espacios de confrontación y adversidad.
Leer temas y relatos que
nos permitan auto conocernos.
Respetar nuestra libertad
y respetar y acatar la libertad de los demás.
Enfocarnos en asumir
nuestras existencias con aceptación plena, descubriendo nuestras creencias
hostiles y disociadoras y reemplazándolas por la conciliación como recurso de
entendimiento.
Pausar nuestros egos y
permitir que nuestra mente afronte las crisis con una percepción atenta.
Callar nuestros juicios de
culpa contra otros y nuestras protestas dolidas de víctimas.
Mirarnos a nosotros mismos
y a otros con una actitud de paz y
comprensión.
La disposición a sanar,
que es fundamental.
Estas acciones que acabo
de enumerar nos permiten cumplir el proceso de liberar las cargas del
conflicto, de la enfermedad y de la depresión.
La mente que elabora los
conflictos debe cambiar para elaborar las soluciones.
Tal vez la reacción mental
común de los seres humanos ante las pérdidas -lo que calificamos como perdidas,
incluidos los lutos-, sea la de proclamarnos víctimas -de los demás, o de la
vida-: ¿por qué me pasa esto a mí?, ¿por qué Dios permite que esto pase?, ¿por
qué Dios me castiga con esto? (son preguntas que no tienen respuesta, cualquier
explicación que otros nos den resulta desacertada e insuficiente).
Para instaurar nuestra
autonomía y nuestro bienestar tenemos la opción y el requerimiento de ponernos
en paz con lo que sucedió en el pasado y que nos afecta. La disposición a la
comprensión nos permite elaborar ese proceso de la pacificación en nuestra mente.
No nos es posible resolver
los conflictos con las mismas creencias e ideas obsesivas con que los armamos y
los mantenemos vigentes -debemos desprender las flores y las hojas secas de las
plantas, y recoger los frutos maduros
para propiciar que sucedan otras cosechas con un reverdecimiento y
floración renovadas.
Cada uno interpreta el
mundo a su manera, según los contenidos de su mente y cada uno asume su destino
a su manera según su idiosincrasia como ser humano.
La duración de cada
existencia y las vivencias posibles corresponden al destino de cada uno y no al
ideal que pretendamos aplicarle.
Hugo Betancur
(Colombia)
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