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martes, 28 de abril de 2020

Krishnamurti: Causa del conflicto en las relaciones.

[El texto que sigue no corresponde a la grabación de arriba]

RELACIONES, CONFLICTOS, DISTORSIONES.

Jiddu Krishnamurti

 

“… para la mayoría de nosotros, la relación con otro se basa en la dependencia, económica o psicológica. Esta dependencia crea temor, engendra en nosotros el afán posesivo, se traduce en fricción, suspicacia, frustración. El depender de otro económicamente puede, tal vez, ser eliminado por medio de la legislación y de una organización adecuada; pero me refiero en especial a la dependencia de otro, psicológicamente, que es resultado del anhelo de satisfacción personal, felicidad, etc. En esa relación posesiva, uno se siente enriquecido, creador y activo; siente que la pequeña llama de su propio ser es acrecentada por otro y así, no queriendo perder esa fuente de plenitud, se teme la pérdida del otro, y de esa manera nacen los temores posesivos, con todos los problemas que de ellos resultan. Así que, en la relación de dependencia psicológica, tiene que haber siempre temor, suspicacia, conscientes o inconscientes, que a menudo se ocultan bajo palabras agradables. La reacción de este temor lleva a uno en todo tiempo a la búsqueda de seguridad y enriquecimiento a través de diversos conductos, o a aislarse en ideas e ideales, o a buscar substitutos a la satisfacción.

“Aun cuando uno dependa de otro, todavía existe el deseo de ser íntegro, de ser completo. El problema completo en la convivencia es el de cómo amar sin dependencia, sin fricción y conflicto: el de cómo vencer el deseo de aislarse, de apartarse de la causa del conflicto. Si para nuestra felicidad dependemos de otro, de la sociedad o del medio ambiente, éstos llegan a hacerse esenciales para nosotros nos abrazamos a ellos, y con violencia nos oponemos a su alteración en cualquiera forma, porque de ellos dependemos para nuestra seguridad y conforte psicológicos.

“Aunque percibamos, intelectualmente, que la vida es un continuo proceso de flujo, de mutación, que necesita cambio constante, sin embargo, emocional o sentimentalmente nos aferramos a los valores establecidos y confortantes; de allí que haya una lucha constante entre el cambio y el deseo de permanencia. ¿Es posible poner fin a este conflicto?

“La vida no puede existir sin la convivencia; pero la hemos hecho en extremo angustiosa y repugnante por basarla en el amor personal y posesivo. ¿Puede uno amar y sin embargo no poseer? Encontraréis la verdadera respuesta no en el escape, no en los ideales, no en las creencias, sino por, la comprensión de las causas de la dependencia y el afán posesivo. Si puede comprenderse profundamente este problema de la relación entre uno y el otro, entonces tal vez comprendamos y resolvamos los problemas de nuestra relación con la sociedad, puesto que la sociedad no es sino la extensión de nosotros mismos. El ambiente, al que damos el nombre de sociedad, ha sido creado por pasadas generaciones; lo aceptamos porque nos ayuda a conservar nuestra codicia, afán posesivo, ilusiones. En esta ilusión no puede haber unidad ni paz. La unidad meramente económica producida por medio de la coacción y la legislación, no puede poner fin a la guerra.

 

Mientras no comprendamos la interrelación individual, no podemos tener una sociedad pacífica. Puesto que nuestra convivencia se halla basada en el amor posesivo, tenemos que llegar a ser plenamente conscientes, en nosotros mismos, de su nacimiento, sus causas, su acción. En el hecho de darse plena cuenta del proceso de la posesividad, con su violencia, sus temores, sus reacciones, surge una comprensión que es total, completa. Sólo esa comprensión libera al pensamiento de la dependencia y el afán posesivo. Es dentro de uno mismo donde puede encontrarse la armonía en la convivencia, no en otro, ni en el medio ambiente.

“En la convivencia la causa primordial de fricción es uno mismo, el yo, que es centro del anhelo unificado. Si tan sólo podemos darnos cuenta que no es la actuación del otro lo de primordial importancia, sino cómo cada uno de nosotros actúa y reacciona; y si esa reacción y acción pueden ser fundamental, profundamente comprendidas, entonces la convivencia sufrirá un cambio radical y profundo. En esta relación de convivencia con otro existe no sólo el problema físico, sino también el de pensamiento y sentimiento en todos los niveles; y sólo es posible estar en armonía con otro cuando uno mismo es integralmente armónico. Lo que importa en la convivencia es tener presente no al otro, sino a uno mismo, lo cual no significa que deba uno aislarse, sino que comprenda hondamente en uno mismo la causa del conflicto y el dolor. En tanto que dependamos de otro, intelectual o emocionalmente, para nuestro bienestar psicológico, esa dependencia inevitablemente tiene que crear temor, del cual emana el sufrimiento.

“Para comprender la complejidad de la interrelación, debe haber paciencia reflexiva y sincero propósito. La convivencia es un proceso de autorrevelación en el que uno descubre las causas ocultas del sufrimiento. Esta autorrevelación es sólo posible en la convivencia.

“Pongo énfasis en la relación de convivencia, porque en el acto de entender profundamente su complejidad estamos creando comprensión, comprensión que trasciende la razón y la emoción. Si basamos nuestra comprensión meramente en la razón, entonces hay en ella aislamiento, orgullo y falta de amor; y si la basamos únicamente en la emoción, no existe profundidad, hay sólo sentimentalismo que pronto se esfuma, y no amor. Solamente como resultado de esta comprensión puede existir la plenitud de acción. Tal comprensión es impersonal y no puede ser destruida; ya no está supeditada al tiempo. Si no podemos derivar comprensión de los diarios problemas de la codicia y de nuestras relaciones de convivencia, entonces el buscar tal comprensión y amor en otras esferas de conciencia es vivir en la ignorancia y la ilusión.

“Cultivar simplemente la bondad, la generosidad, sin la comprensión plena del proceso de la codicia, es perpetuar la ignorancia y la crueldad; sin comprender integralmente la convivencia, tan sólo cultivar la compasión, el perdón, es producir el aislamiento de uno mismo y condescender con ciertas formas sutiles de orgullo. En la comprensión plena del anhelo hay compasión, perdón. Las virtudes que se cultivan no son virtudes. Esta comprensión requiere lucidez constante y alerta, persistencia ardua y a la vez flexible; el simple control con su entrenamiento peculiar tiene sus peligros, puesto que es unilateral incompleto y por tanto, vacío.

“El interés verdadero produce su propia concentración natural, espontánea, en la que hay el florecimiento de la comprensión. Tal interés se despierta por medio de la observación, el cuestionar las acciones y reacciones de la existencia diaria.

Para captar el complejo problema de la vida, con sus conflictos y dolores, tiene uno que producir comprensión integral. Esto puede efectuarse sólo cuando comprendemos profundamente el proceso del anhelo, que es ahora la fuerza central de nuestra vida.

Krishnamurti, Ojai, 1940.

[Ante un mundo en crisis]

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“Consideren ustedes lo que está sucediendo sobre esta tierra donde el hombre ha producido un caos semejante, donde continúan las guerras y otras cosas terribles. Este no es un enfoque pesimista ni optimista; es un simple mirar los hechos tal como son. Aparentemente, es imposible tener paz en esta tierra, o vivir nuestras vidas de modo que haya entre unos y otros amistad y afecto. 

Hace falta una gran inteligencia para vivir en paz con uno mismo y con el mundo. No se trata simplemente de tener el concepto de la paz y de esforzarse por vivir una vida pacifica que puede volverse meramente una vida más bien vegetativa- sino de investigar si es posible vivir en este mundo donde impera tal desorden, tal iniquidad si es que podemos usar esa palabra algo anticuada con cierta cualidad interna de paz en la mente y el corazón. No una vida que es un perpetuo batallar en conflicto, en competencia, en imitación y conformidad; no una vida satisfecha o realizada; no una vida que ha logrado algún éxito, cierta fama, cierta notoriedad o riqueza material, sino una vida que posea en si una cualidad de paz. Debemos investigar esto juntos para descubrir si es de algún modo posible tener una paz semejante; no sólo una paz mental, que es meramente una parte pequeña, sino esta peculiar condición de serena, aunque tremendamente activa calma, con un sentido de dignidad y sin sentimiento alguno de vulgaridad. ¿Puede uno vivir una vida semejante?

“¿Nos hemos formulado alguna vez una pregunta de esta naturaleza, rodeados como estamos por un desorden total? Uno tiene que ser muy claro acerca de este hecho; de que exteriormente impera un desorden total cada mañana leemos en los diarios noticias sobre algo terrible, sobre aeronaves que pueden viajar a una velocidad asombrosa de un extremo a otro de la tierra sin reabastecerse de combustible y transportando un gran peso en bombas y gases que pueden destruir al hombre en pocos segundos. Si observamos todo esto y nos damos cuenta a qué extremo ha llegado el hombre, quizá sintamos que al formularnos esta pregunta nos hemos formulado lo imposible, y digamos que uno no puede de ningún modo vivir en este mundo sin estar internamente alterado, sin problemas; que no puede vivir una existencia por completo libre de egocentrismo. Hablar acerca de esto, utilizar palabras, tiene muy poco significado a menos que, al comunicarnos unos con otros, descubramos o demos con un estado de total y absoluta quietud. Ello requiere inteligencia, no fantasía, no algún ensueño peculiar llamado ‘meditación’, no alguna forma de autohipnosis, sino inteligencia.

“¿Qué es inteligencia? Inteligencia es percibir lo ilusorio, lo falso, lo irreal, y descartarlo; no afirmar meramente que es falso y continuar en lo mismo, sino descartarlo por completo. Eso forma parte de la inteligencia. Ver, por ejemplo, que el nacionalismo, con todo su patriotismo, su aislamiento, su estrechez de ideas, es destructivo, que es un veneno en el mundo. Y ver la verdad de ello, es descartar lo falso. Eso es inteligencia. Pero continuar con el nacionalismo reconociéndolo como estúpido, es esencialmente parte de la estupidez y el desorden y crea más desorden. Inteligencia no es la ingeniosa búsqueda de argumentos, de opiniones contradictorias que se oponen unas a otras, como si por medio de opiniones pudiera encontrarse la verdad, lo cual es imposible sino que es la comprensión de que el pensamiento con todas sus capacidades, con todas sus sutilezas, con su extraordinaria e incesante actividad, no es inteligencia. La inteligencia está más allá del pensamiento.

“Para vivir pacíficamente, uno tiene que examinar el desorden. ¿Por qué nosotros, los seres humanos, que supuestamente hemos evolucionado de una manera extraordinaria, que somos extraordinariamente capaces en ciertas direcciones, por qué toleramos semejante desorden en nuestras vidas cotidianas y vivimos con él? Si uno puede descubrir la raíz de este desorden, su causa, y observarla cuidadosamente, entonces en la observación misma de la causa del desorden, está el despertar de la inteligencia. En la observación del desorden, no en el esfuerzo por producir orden. Una mente confusa y desordenada, un estado mental contradictorio, aunque se esfuerce por producir orden, seguirá siendo el desorden. Estamos confundidos, nos sentimos inseguros, vamos de una cosa a otra cargando múltiples problemas; y de un modo de vivir semejante queremos obtener orden. Lo que entonces parece ser orden, surge de nuestra propia confusión y, por lo tanto, sigue siendo confuso.

“Cuando esto está claro, ¿cuál es, entonces, la causa del desorden? Éste tiene muchas causas; el deseo de realización personal, la ansiedad de no realizarse, la vida contradictoria que uno vive, diciendo una cosa y haciendo algo por completo diferente, tratando de suprimir una cosa y de lograr otra. Éstas son todas las contradicciones internas. Uno puede encontrar muchas causas, la búsqueda de causas es interminable.

Pero uno podría inquirir dentro de sí mismo y descubrir si existe una causa fundamental. Tiene que existir, es obvio. La raíz, la causa original es el ‘yo’, el ‘mí’, el ‘ego’, la personalidad generada por el pensamiento, por la memoria, por múltiples experiencias, por ciertas palabras, por ciertas cualidades que producen el sentimiento de separación y aislamiento; ésa es la causa original del desorden. Sin embargo, por mucho que el ‘yo’ trate de no ser el ‘yo’, eso sigue siendo el esfuerzo del ‘yo’. El ‘yo’ pueda identificarse con la nación, pero esa misma identificación con lo más grande sigue siendo el ‘yo’ glorificada. Cada uno de nosotros hace eso de diferentes maneras. El ‘yo’ es producido por el pensamiento; ésa es la causa original de este desorden total en que vivimos. Habiendo vivido siempre en tal desorden, y habiéndonos acostumbrado tanto a él, lo aceptamos como algo natural. Pero cuando uno observa lo que causa el desorden, empieza a cuestionarlo, lo investiga y ve cuál es su raíz. Lo observa sin hacer nada al respecto; entonces esa observación misma comienza a disolver el centro que es la causa del desorden.

“Inteligencia es la percepción de lo verdadero; esa percepción descarta lo falso; ve la verdad en lo falso y comprende que ninguna de las actividades del pensamiento es inteligencia. Ve que el pensamiento mismo es el producto del conocimiento, el cual es el resultado de la experiencia como memoria, y ve que la respuesta de la memoria es el pensamiento. El conocimiento es siempre limitado, eso es obvio- no existe el conocimiento perfecto. Por esto el pensamiento, con todas sus actividades y todo su conocimiento, no es inteligencia. De modo que uno se pregunta: ¿Qué lugar tiene el pensamiento en la vida, considerando que toda nuestra actividad se basa en el pensamiento? Cualquier cosa que hagamos tiene su base en el pensamiento. Todas las relaciones se basan en el pensamiento. Todas las invenciones, los logros tecnológicos, el comercio, las artes, todo responde a la actividad del pensamiento. ¿Qué lugar ocupan, entonces, el conocimiento y el pensamiento, con respecto al deterioro del ser humano?

“El hombre ha acumulado conocimientos inmensos en el mundo de la ciencia, de la psicología, de la biología, de la matemática, etcétera. Y pensamos que nos elevaremos por medio del conocimiento, que por él nos liberaremos, nos transformaremos. 

“Ahora nosotros estamos cuestionando el lugar que el conocimiento tiene en la vida. ¿Nos ha transformado el conocimiento, nos ha hecho buenos?  Otra palabra fuera de moda. ¿Nos ha dado integridad? ¿Forma parte de la justicia? ¿Nos ha dado libertad? Nos ha dado libertad en el sentido de que podemos viajar, comunicarnos de un país a otro. Tenemos mejores sistemas de aprendizaje, así como también la computadora y la bomba atómica. Todas estas cosas son el resultado de la acumulación de vastos conocimientos. Volvemos a preguntarnos: ¿Nos ha dado libertad este conocimiento, nos ha dado una vida justa, una vida esencialmente buena?

“Libertad, justicia y bondad; esas tres cualidades constituían uno de los problemas de las antiguas civilizaciones que lucharon por encontrar un sistema de vida que fuera justo. La palabra ‘justo’ quiera decir que uno tiene rectitud, que actúa con benevolencia, con generosidad, que no tiene tratos con el odio o el antagonismo. Llevar una clase de vida justa, recta, significa llevar una vida que no se amolda a un patrón ni a ciertos ideales extravagantes proyectados por el pensamiento; significa llevar una vida plena de afecto, una vida verdadera, precisa. Y en este mundo no hay justicia; uno es ingenioso, otro no lo es; uno tiene poder, otro no lo tiene; uno puede viajar por todo el mundo y conocer personas prominentes; otro vive en un pueblo pequeño, en una habitación estrecha y trabaja día tras día. ¿Dónde hay justicia ahí? ¿Puede la justicia encontrarse en las actividades exteriores? Uno puede llegar a ser primer ministro, presidente, director de una enorme corporación intercontinental; otro puede ser para siempre un oficinista en el más bajo nivel. ¿Buscamos, pues, la justicia externamente, tratando de crear un estado igualitario, por todo el mundo se intenta esto, en la creencia de que habrá de producir justicia- o la justicia habrá de encontrarse fuera de todo eso?

“La justicia implica cierta condición de integridad, implica ser total, íntegro, no dividido, no fragmentado. Eso puede ocurrir únicamente cuando no hay comparación. Pero nosotros siempre estamos comparando mejores automóviles, mejores casas, una posición mejor, un mayor poder y así sucesivamente. La comparación es medida. Donde hay medida, no puede haber justicia. Y no puede haber justicia donde hay imitación y conformidad. Siguiendo a alguien, escuchando meramente estas palabras, no vemos la belleza, la cualidad, la profundidad de estas cosas; podemos estar de acuerdo superficialmente, pero de hecho nos distanciamos de ellas. Las palabras, la comprensión de la profundidad que éstas contienen, debe dejar una huella, una semilla; porque la justicia tiene que estar ahí, dentro de nosotros.

“Conversando una vez con un psicólogo muy conocido, quien les habla usó la palabra bondad. ¡El otro se horrorizó! Dijo: “Esa es una palabra anticuada, actualmente no la usamos”. Pero a uno le agrada esa buena palabra. ¿Qué es, entonces, la bondad? No es el opuesto de lo malo. Si es el opuesto de lo malo, entonces la bondad tiene sus raíces en la maldad. Cualquier cosa que tenga un opuesto, por fuerza ha de tener sus raíces en ese opuesto. Por lo tanto, la bondad no está relacionada con lo otro, con eso que consideramos malo. Está totalmente divorciada de lo otro. Uno debe mirar la bondad tal como es, no como una reacción al opuesto. Bondad significa un modo de vida recto, no en términos de religión o de moralidad o de un concepto ético acerca de la rectitud, sino en términos de un ser humano que ve lo que es verdadero y lo que es falso, y que sostiene en sí esa condición de sensibilidad que ve el hecho inmediatamente y actúa.

“La palabra ‘libertad’ tiene implicaciones muy complejas. Cuando hay libertad, hay justicia, hay bondad. Se considera que la libertad es la posibilidad de elegir. Pensamos que somos libres porque podemos viajar al extranjero, o elegir nuestro trabajo, o hacer lo que nos plazca. Pero donde hay elección, ¿hay libertad? ¿Quién es el que elige? ¿Y por qué tiene uno que elegir? Cuando psicológicamente hay libertad, cuando uno es muy claro en su capacidad de pensar objetivamente, de manera impersonal, muy precisa, no sentimental, entonces no hay necesidad de elegir. Cuando no hay confusión, la elección no existe.

“¿Qué es, entonces, la libertad? La libertad no es el opuesto del condicionamiento; si lo fuera, sería meramente una especie de escape. La libertad no es un escape de nada. Un cerebro condicionado por el conocimiento, es siempre limitado, está viviendo siempre dentro del campo de la ignorancia, siempre con la maquinaria del pensamiento, de modo que no puede haber libertad. 

Todos vivimos con diversas clases de miedo  miedo al mañana, miedo a las cosas que nos sucedieron en muchos ayeres. Si buscamos liberarnos de ese miedo, entonces la libertad tiene una causa y no es libertad. Si pensamos en términos de causalidad y libertad, entonces esa libertad no es libertad en absoluto. La libertad implica no sólo un determinado aspecto de nuestra vida, sino que es libertad total, ilimitada; y esa libertad no tiene causa.

“Ahora bien; habiendo establecido todo esto, consideremos la causa del dolor y averigüemos si esa causa puede terminar alguna vez. Todos hemos sufrido de una manera u otra, a causa de muertes, por falta de amor, o por haber amado a alguien sin que ese amor fuera correspondido. El dolor tiene muchas, muchas caras. Desde los tiempos más remotos, el hombre siempre ha intentado escapar del dolor; y después de milenios, todavía seguimos viviendo con el dolor. La humanidad ha derramado lágrimas inenarrables. Ha habido guerras que han traído tantas agonías a los seres humanos, tan enorme ansiedad... y aparentemente ellos no han podido librarse de ese dolor. La siguiente no es una pregunta retórica, pero ¿es posible para un cerebro humano, para una mente humana, para un ser humano, verse totalmente libre de la ansiedad del dolor y de todo el tormento humano que lo acompaña?

“Recorramos el mismo camino para descubrir si podemos, en nuestra vida cotidiana, poner fin a esta terrible carga que el hombre ha soportado desde tiempos inmemoriales. ¿Es posible dar con el cese del dolor? ¿Cómo abordan ustedes una pregunta semejante? ¿Qué reacción experimentan ante esa pregunta? ¿Cuál es el estado, la condición de la mente cuando se les formula una pregunta de esa clase? Mi hijo ha muerto, mi esposa se ha ido, tengo amigos que me han traicionado; he seguido con gran fe un ideal y, después de veinte años, ello ha resultado infructuoso. ¡El dolor contiene tan inmensa belleza y tanto padecimiento! ¿Cómo reacciona uno ante esa pregunta? ¿Dice: “Ni siquiera quiero considerar esa pregunta? He sufrido, sufrir es el destino del hombre, ¿racionalizo el sufrimiento, lo acepto y sigo adelante”? Ésa es una manera de habérselas con el dolor. Pero no hemos resuelto el problema. O bien remitimos ese dolor a un símbolo y adoramos ese símbolo, como se hace en el cristianismo; o como han hecho los antiguos hindúes es el destino de uno, el karma personal. O, como se hace en el mundo moderno, decimos que los responsables son nuestros padres, o la sociedad, o que los causantes de nuestro sufrimiento son alguna clase de genes que hemos heredado, y así sucesivamente.

“Ha habido miles de explicaciones. Pero las explicaciones no han resuelto la aflicción y la angustia del dolor. Por lo tanto, ¿cómo abordan ustedes esta pregunta? ¿Quieren mirarla cara a cara? ¿Prefieren hacerlo casualmente? ¿O se enfrentan a ella con azoramiento? ¿Cómo abordan desde cerca, desde muy cerca un problema semejante? ¿Es el sufrimiento diferente del observador que dice: “Yo sufro”? Cuando el observador dice, “yo sufro”, se ha separado a sí mismo de ese sentimiento, de manera que no se ha aproximado a él en absoluto. No lo ha tocado. ¿Puede uno dejar de evitar el sufrimiento, de transmutarlo? ¿Puede no escapar del sufrimiento sino acercarse a él con la máxima proximidad posible? Eso significa, entonces, que uno es el sufrimiento. ¿No es así?

“A causa del sufrimiento podemos haber inventado un ideal de libertad. Esa invención ha postergado el sufrimiento separándonos aún más de él; pero el hecho es que somos el sufrimiento. ¿Nos damos cuenta de lo que eso significa? No es que alguien ha causado nuestro sufrimiento, no es que nuestro hijo ha muerto y que, por eso, derramamos lágrimas. Podemos verter lágrimas por nuestro hijo, por nuestra esposa, pero ésa es una expresión externa de dolor o sufrimiento. Ese dolor es el resultado de nuestra dependencia con respecto a esa persona, de nuestro apego, es el resultado de aferrarnos a esa persona y sentir que sin ella estamos perdidos. Entonces, como de costumbre, tratamos de actuar sobre el síntoma, nunca vamos a la raíz misma de este gran problema que es el dolor. No estamos hablando acerca de los efectos exteriores del dolor si se interesan en los efectos exteriores, pueden tomar una droga y tranquilizarse. Lo que intentamos, es descubrir por nosotros mismos  no que alguien nos lo diga y entonces lo aceptemos  de descubrir realmente por nosotros mismos la raíz del dolor. ¿Es el tiempo el que causa dolor  el tiempo que el pensamiento ha inventado en el reino psicológico? ¿Comprenden mi pregunta?

[La llama de la atención]

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“Me parece bastante importante que descubramos por nosotros mismos lo que se está buscando. La palabra “buscar” tiene un extraordinario significado, ¿no es así? Prescindiendo del significado del diccionario, el acto de buscar implica que uno avanza desde la periferia hacia el centro. Y este buscar, este investigar, depende del propio temperamento, de las presiones y tensiones del ambiente, de las calamidades de la experiencia, de las penalidades de la vida, de los innumerables afanes de nuestra existencia. Todos estos factores lo fuerzan a uno a buscar. Si no hubiera presión, reto, calamidad, desdicha, yo me pregunto cuantos de nosotros buscaríamos algo.

“Investigar significa andar buscando algo, con la esperanza de encontrarlo. Esta mañana busque esta palabra en el diccionario. Viene de una palabra latina cuyo significado es ir a buscar, pedir, preguntar, inquirir, explorar. Yo me pregunto para que estamos explorando, que es lo que buscamos. ¿Podremos descubrirlo alguna vez? ¿O es algo vago, fugaz, en cambio constante según las circunstancias, según el propio temperamento, los propios placeres y dolores peculiares de uno?

“Perpetuamente habremos de buscar, investigar. ¿Qué implican esas palabras? Implican que desde lo exterior os trasladáis gradualmente al centro, con arreglo a vuestras particularidades idiosincrasias, gustos y presiones del ambiente. Es como ir de tienda en tienda probándose varios trajes hasta que os viene bien algo que os gusta, Y os lo quedáis.

 

“Cuando decís que estáis buscando, lo que en realidad queréis decir es que estáis experimentando diferentes ideas, conceptos, formulas, pasando de una religión a otra, de un maestro a otro, hasta que con el tiempo hayáis algo que os gusta, Algo que se ajusta a vuestro particular temperamento o idiosincrasia. Si no os gusta lo que hayáis en occidente, acudís al oriente, con su antigua y compleja filosofía, en la que hay innumerables maestros y gurús entre los cuales escoger; y ahí quedáis presos, en un grupo de pensamiento, imaginando que es la realidad perenne. O bien, si no hacéis eso, os volvéis un católico aún más ardiente, u os sumáis a los existencialistas. ¡Oh Dios mío! ¡Hay tantas cosas de estas en el mundo! Para mí no hay ni Occidente ni Oriente; la mente humana no es Occidental ni Oriental. Sea que fuere su origen, Todas las teologías son inmaduras, como lo son todas las filosofías. Son invenciones del hombre, que, como está preso en una cárcel de su propia construcción, cree en algo, y en torno a esa fe crea una teología o proyecta alguna extraordinaria filosofía; y cuanto más listo sea el filósofo o el teólogo, tanto más aceptable resulta para el público, para el lector, para el seguidor.

“Mas, ¿es eso lo que todos estamos haciendo? Venís y pasáis aquí dos o tres semanas, escuchando lo que se dice. Si os parece que no es muy satisfactorio, que no se os da lo que queréis, acudís algún o instructor o adoptáis alguna otra filosofía, de la que sacáis un poco mas de satisfacción. Así que, si no quedáis retenidos de modo permanente en un remazo de pensamiento, seguís adelante, hasta que en otro año tal vez volveréis aquí; y entonces empezáis de nuevo.

“Creo, pues, que deberíamos comprender este fenómeno extraordinario, sea en occidente o en oriente, de pasar de una cosa a otra, para buscar, preguntar, pedir, reclamar, tantear de modo incesante. Es decir, creo que deberíamos ver muy claramente nosotros mismos que es lo que estamos buscando y por qué. Y si hay necesidad siquiera alguna de buscar. Seguramente que toda búsqueda implica un movimiento de la periferia al centro, de la circunstancia a la causa de los confines al verdadero origen de la existencia. Es decir, pasamos de lo externo a lo interno, esperando encontrar algo real profundo, vital, algo de extraordinario significado.

“En el curso de este movimiento, pugnamos por practicar distintos métodos, sistemas, nos torturamos con varias formas de disciplinas, de modo que al fin de nuestras vidas estamos machacados, con la mente casi paralizado.

“Me temo que a la mayoría de nosotros nos ocurre esto entramos a la periferia al centro, porque queremos descubrir el modo de ser felices, que es la verdad, si existe Dios, algo que sea perpetuo, y, por ello, estamos luchando, respetando, imitando, siguiendo, brutalizándonos las mentes y los corazones con la disciplina, hasta que no queda nada de nosotros que sea original, verdadero, real. Ésa es nuestra vida; y cuanto mayor sea la presión, dolor, la furia de la vida en periferia, tanto más queremos avanzar hacia el centro.

“Y en, pero, ¿hay una llegada inmediata al centro – sin esta pugna interminable por llegar a él- y un florecimiento desde el centro? ¿Comprendéis mi pregunta?

“Durante millones de años nos hemos esforzado para pasar de lo exterior a lo interior con el fin de descubrir lo que es real, y acabamos de ver lo que está implicado en este proceso. Me digo, pues: “¡que absurdo es todo esto! ¿Por qué he de torturarme? ¿Por qué he de copiar, de imitar, seguir? ¿No hay una posibilidad de descubrir o estar en el centro mismo y florecer desde ahí, en vez de ir al revés?”. Porque, para mí al menos el hacerlo al revés carece de sentido; no tiene sentido alguno y, por tato, lo rechazo por completo.

 

No quiero atormentarme ni seguir a nadie.  No quiero leer un solo leer o sobre filosofía ni aguzarme la mente con sutiles argumentos. Mi mente ya está bastante aguzada tal como está, por ambición, por la ansiedad y la desesperación, por todas las brutalidades dela vida y no quiero practicar otro método, otro sistema, ni seguir a otro gurú, maestro, salvador: No quiero hacer nada de eso. Mirad, estoy pensando en voz alta, no sólo para mí mismo, sino para aclarar ciertas cosas y para que vosotros y yo podamos entrar en comunión uno con otro sobre lo que es real, y no luchar perpetuamente mediante la reacción para pasar de lo externo a lo internos.

Estoy poniendo en palabras lo que sintáis en raros momentos, cuando estéis hartos de todo de todo, de vuestras iglesias, vuestros políticos, vuestros bancos y la mezquindad de nuestras relaciones en el hogar, del fastidio de la oficina, de todas las tonterías de la vida que son un insulto a la dignidad humana.  Después de haber pasado veinte años o más en ir a la oficina día tras día o guisando comidas y pariendo hijos, uno tras otro; después de haber experimentado placer tanto como el fastidio, la mezquindad, la desesperación de todo eso, tenéis que haberos preguntado a veces si no hay una posibilidad de llegar de repente, de modo inesperado, a la fuente original, a la esencia misma de las cosas y vivir desde allí funcionando, floreciendo para que nunca tengáis que leer un sólo libro, estudiar ninguna filosofía, adoptar ninguna imagen ni salvador, porque, desde donde miréis, ahí estará ese centro del que parten toda acción, todo amor, todas las cosas.

“El hecho evidente es que, con nuestra codicia, nuestros celos, nuestro afán de poseer, con nuestro temor, sentimentalismo, nuestros fugaces placeres, nuestro ronroneo de satisfacción, somos animales; animales altamente evolucionados. Si contempláis un animal, veréis que tiene los mismos conflictos que vosotros. Los monos antropoides son celosos y tienen sus dificultades matrimoniales; se unen en grupos, primero la familia, luego la tribu, y todo eso, lo mismo que nosotros; y alguien decía el otro día que estos monos podrían sentarse en las Naciones Unidas, exactamente igual que cualquier humano. Es un hecho evidente que nuestro carácter, nuestra devoción, nuestro valor, el miedo, las guerras, nuestra llamada paz social, nuestras luchas, todo parte de este trasfondo animal. No tenéis que discutir esto conmigo. Los biólogos, los antropólogos dicen que es así, si es que queréis autoridades.

“Pues bien, ¿es posible estar libre de todo eso, no con el tiempo, gradualmente, sin poder desligarse de golpe, para que todo termine y uno tenga una moralidad, del trasfondo animal? Es evidente que para vivir juntos en el mundo necesitamos una moralidad en la conducta social; pero actualmente nuestra moralidad, diaria, siguen siendo la del animal, y no queremos reconocerlo. Nos gusta creer que, porque somos un poco más capaces, más eficientes, más inventivos que los monos, somos también más humanos; pero aun los monos mismos utilizan instrumentos para captar cosas, inventan a medida que avanzan, de modo que hay muy escasa diferencia entre ellos y nosotros.

“Así, pues, existe esta extraordinaria actividad de los animales y la igualmente extraordinaria actividad de la mente humana, que quiere estar segura, no sólo en el mundo físico, sino también interiormente, lo cual es todavía un resultado del instinto animal. Y existe, al mismo tiempo, el deseo de encontrar alguna cosa real, original, un estado sin contaminación, inocente. Pues, bien, ¿es posible llegar a ese estado de manera súbita, de modo que no sea cultivado, buscado? Porque la belleza no puede cultivarse; lo mismo que ocurre con el amor. Tenéis que llegar a ella de repente, como llegarías a una vista que nunca hubierais contemplado. De súbito ahí está, frente a vosotros, rica, plena, vital, y formáis parte de ella; y desde ahí vivís, actuáis, sois. Sin hacer esfuerzo, sin disciplinar, controlar, forzar lo externo, sin imitar, ni todo eso, de súbito llegáis a la fuente de la vida, al manantial originario de la existencia. Y, una vez que la mente ha bebido de esa fuente, habrá vivido y vive de ella para siempre. ¿Es posible tal cosa?

“¿Comprendéis mi pregunta? Esto no es algo sentimental ni místico, no es algo que deba entusiasmarnos o inspirarnos, ni es nada que sintáis intuitivamente. No es ninguna de esas cosas, Mientras llevamos vida animal, con nuestras envidias, celos desesperanzas, eso no es posible; las dos no pueden ir juntas. ¿es posible cortar, romper de un golpe todo el trasfondo animal y entonces empezar de nuevo?

“Os mostraré cuán importante, cuán necesario es que esto se haga posible. Si admitís el tiempo: ayer, hoy, y mañana, entonces quedáis inevitablemente cautivos del proceso de degeneración, porque siempre estaréis mirando al mañana y siempre habrá un ayer que condicione el presente. Y, así, la mente, que es el resultado de siglos, tiene que olvidar el tiempo. De lo contrario, queda presa en sus redes, en la pugna por lograr, por llegar a ser, por alcanzar, pasa por todo eso que sólo conduce a la pena, a la desdicha, o a la decadencia. ¿Qué ha de hacer uno, pues?

“Quiero descubrir de modo inmediato lo que es la verdad, y no esperar unos pocos segundos ni hasta pasado mañana; quiero salir allá, estoy demasiado impaciente para esperar. No me sirve el tiempo, la idea de alcanzar algo, al término de mi vida                          

“O después de diez mil vidas. Para mí, eso es totalmente infantil, inmaduro. Todo eso es una invención de la mente en su pereza, en su confusión, en su desesperación. Quiero estar tan despierto que, cuando abra mis ojos, mi corazón, mi mente, esté ahí la verdad; y, partiendo de ahí, funcionar, actuar, vivir, disfrutar de las bellezas de la tierra.

“Ahora vamos a hablar de algo que no puede, en modo alguno, copiarse, imitarse. Voy a explorar, y espero que exploréis vosotros conmigo, mas, si os limitáis a seguirme, entonces estáis perdidos.

“Por muy distintas que sean las variedades de temperamentos, todo movimiento de la periferia al centro es un movimiento positivo, una búsqueda deliberada, una reacción de hallar y, por tanto, implica disciplina, imitación, seguimiento, obediencia, la práctica de un sistema. Todo esto es un proceso positivo; por lo menos es lo que llamáis positivo.

“Comprended esto. No disputéis interiormente conmigo. Veréis cuán verdadero es a medida que avancemos. No os estoy hipnotizando, ni tratando de imponeros algo, ni estoy haciendo ninguna clase de propaganda. Eso sería ridículo.

“Percibe uno, pues, este movimiento positivo y ve toda su importancia, la ve uno inmediatamente, y no de una manera casual, distraída, con la idea de “mañana lo pensaré”. No hay pensamiento del mañana, no hay idea de “entre tanto”. Lo ve uno de modo inmediato y, por tanto, cesa por completo el movimiento positivo. Uno no ha hecho nada; no ha habido ningún acto de voluntad, causa deliberada, investigación o llegada a un resultado. Uno ve lo inmaduro de este movimiento positivo, con sus sacerdotes; ve uno la completa inutilidad de todo eso. Sacerdotes, iglesias, teologías, los inventores de ideas, todo esto se desvanece, porque uno percibe la verdad de que este movimiento positivo de la periferia al centro nunca puede llegar a este último. Es el movimiento de lo exterior que trata de entrar y, por tanto, sigue siendo lo exterior. Ve uno ese hecho con agudeza, con una extraordinaria claridad; y entonces empieza a comprender la belleza del movimiento negativo, ese movimiento negativo de la mente que no es lo opuesto de lo positivo, sino que viene a la existencia cuando la mente ha captado el significado de todo movimiento positivo. Así, la mente ya no esta presa en el movimiento positivo y, por ello, se encuentra en un estado de negación. Es decir, habiendo visto, no de modo fragmentario sino completo, la trascendencia de este movimiento positivo, la mente ya no está en movimiento, ya no esta actuando o haciendo; esta, pues, en un estado que puede llamarse negativo. ¿Comprendéis? Voy a explicarlo de manera distinta.

“Personalmente, nunca leo libros de estas cosas, no quiero, no me interesa, porque, veo en mí mismo a la humanidad entera, no en forma mística, metafórica o simbólica, sino real. Yo soy vosotros y el mundo. En mí está todo el tesoro del mundo y, para descubrirlo, tengo que comprenderme e ir más allá de mí mismo. Si no me comprendo, no tengo razón de ser, no tengo esencia; no soy más que una entidad confusa. Y cuanto más busco, estudio, sigo, tanto más confuso que vuelvo; dependo de maestro, de mi temperamento, de mis deseos y, por tanto, mi confusión crece.

“Veo, pues, lo importante que es comprenderme a mí mismo por entero, sin esfuerzo, es decir, sin convertir en un problema la comprensión de mí mismo. Para comprenderme a mí mismo debo tener una mente que no haga ningún movimiento positivo para corregir o no corregir lo que ve. Como dije el otro día, tanto la mente consciente como la inconsciente son triviales, y tengo que comprender esta trivialidad; tengo que comprenderla inmediatamente, para que el inconsciente no me gaste bromas, no proyecte visiones, imágenes, secretos deseos, cuando no le presto una atención total, lo cual se convierte a su vez en otro problema.

“¿Entendéis todo esto?

“Veo que, para comprenderme por completo, hace falta una mente que no esté influida, sin motivo, sin movimiento, una mente vacía por completo de acción positivo. Y cuando, con esa claridad mental, puedo mirarme, ese mirar mismo disuelve lo trivial, que es el “yo”.

“Fíjense que no estoy inventando una filosofía y, por el amor de Dios, no interpreten esto como algo peculiar de Oriente y todos esos disparates. No es una idiosincrasia del que habla, que casualmente ha nacido en un país donde el sol calienta mucho y pone morena la piel. Por ese calor y por la indolencia que suscita, y también por la pobreza, existen los que siguiendo un camino interior escriben filosofía, inventan religiones, dioses y todo lo demás.

“Dejad eso para ellos, no estoy hablando de estas cosas.

“Estoy hablando sobre algo que no es de Oriente ni Occidente, que no es personal ni impersonal: es lo verdadero. Ha llegado uno de modo súbito a un estado en que la mente ya no está movida por el deseo de quedar satisfecha, ya no exige experiencia ni la busca. Tiene uno que dar con ello, Porque no hay nadie que lo enseñe, y esto requiere energía. Con la palabra “energía” me refiero al enfoque de toda nuestra atención, sin ningún sentido de distracción. En realidad, no existe la distracción, sólo existe la inatención. ¿No? Me alegro de que alguien no esté conforme.

“¿Existe eso que llamamos distracción? Al caminar, al avanzar, miro. La mente va de acá para allá, a distintos puntos, y si se mueve, si se sale del camino principal, del propio centro, lo llamo distracción. Más cuando no hay un centro propio, ni un sendero recto por el cual caminar, entonces no hay distracción.

“Es muy importante comprender esto. Si comprendéis esto con toda claridad, veréis que desaparece por completo todo esfuerzo para concentraros, con el conflicto que ello crea; y entonces no hay distracción. El mirar al cielo, ver la faz de un bello niño, oír el murmullo de ese riachuelo y el terrible ruido de un reactor que pasa por alto, observar a la gente, a los políticos, a los sacerdotes, escuchar vuestra propia mente y vuestro propio corazón, percibir vuestras propias exigencias, desesperaciones: no hay distracción de ninguna de estas cosas, desde el mirar al cielo hasta el miraros a vosotros mismos. Todo ello forma parte de una formalidad. Y esta sólo puede ser vista cuando hay completa atención; y la atención completa se niega cuando admitís la distracción. ¡Ojalá veáis esto!

“Cuando hay atención completa, nunca consideráis algo como distracción. Sexo, celos, ansiedad, miedo, amor, pasión, nada de lo que miráis es distracción, todo está dentro de la llama de la atención, y, por tanto, no hay nada fragmentario. El político, el sacerdote, el rito, todos ellos forman parte de la totalidad. En el movimiento positivo de la mente hay distracción, fragmentación; mas cuando la mente no tiene movimiento y es, por tanto, negativa, si puedo usar esta palabra, no hay fragmentación de la vida. Entonces la nube del cielo, el polvo del camino, la flor al lado de él y el susurro de vuestro propio pensamiento, todo ello forma parte de la totalidad. Mas esa totalidad sólo puede comprenderse cuando ha cesado por completo el movimiento positivo de la mente.

“Veis, pues, por vosotros mismos, que, para dar con este centro, con esta fuente original de las cosas, que es lo supremo, tiene que terminar todo movimiento de la mente, mas no torturándola con la disciplina ni, como hacen en ciertas sectas, planteando la cuestión de manera tan extraordinariamente difícil o fantástica, que la mente tenga que callarse asustada. Eso carece por completo de madurez. Desde el principio tenéis que ver la verdad de todo movimiento de vuestro pensar y sentir; y eso sólo lo podéis hacer cuando la mente es por completo “negativa”, está en silencio, quieta. Y eso puede hacerse de modo inmediato. Es como salirse del camino, el camino de la acción positiva que el hombre ha seguido por costumbre durante miles y miles de años. Podéis, simplemente, saliros de ese camino sin ninguna expectación, sin exigir ni buscar nada. Sólo lo podéis hacer cuando veis todo el movimiento del hombre y no sólo el de un hombre determinado; es decir, cuando veáis en vosotros mismo el movimiento de la totalidad. Cuando percibís todo esto de una ojeada (y esto es lo único que tenéis que hacer, nada más), Entonces estáis realmente caminando en libertad; y partiendo de esa libertad hay acción, que no deja la mente paralizada.

[La mutación psicológica]

 

 

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lunes, 13 de abril de 2020

Mente y mentalidad

                                                                                                                                          Fotografia por Hugo Betancur

MENTE Y MENTALIDAD

Hugo Betancur

 

Nuestras crisis y las crisis del mundo exterior nos confrontan con nuestro depósito de creencias, nuestro ideario particular. Nos llevan a descubrir o identificar cuáles son nuestras fortalezas, nuestros soportes, nuestra adaptación y nuestra disposición a los cambios.

¿Qué podemos hacer cuando se presentan las situaciones nuevas, los retos imprevistos, la ruptura de relaciones, el abandono abrupto de nuestros ambientes habituales, la soledad que súbitamente nos confina, la lejanía de nuestros más queridos compañeros de convivencia o de viaje...?

Ahora nos instruyen: “Debes hacer frecuentes pausas para meditar en quietud, en soledad, sin ruido exterior, sin prisa, sin temor. Vuélvete hacia adentro, no mirando al espejo tu imagen inerte ni a lo que te rodea, sino hacia lo profundo de tu mente, con los ojos cerrados y la respiración sosegada y rítmica. Escucha en la quietud, en el silencio, en un espacio donde lo externo pierda su importancia por un momento, donde los yugos externos sean alejados mientras la mente hace una pesquisa sobre lo que ha rehusado atender o contemplar como observadora, o simplemente sobre lo que ha guardado para revisar después, mientras la comprensión en presente fue antes ignorada, o aplazada, o desechada”.

Las preguntas de cada uno no son las de los otros -aunque tengan algún parecido. Y las respuestas correctas de cada uno son las que le llevan a la paz, a la comprensión, al entendimiento de la inevitabilidad de las experiencias y relaciones que muchas veces tienen su propósito por descubrir en el presente que va sucediendo -no en el pasado ni en el futuro que son tiempos brumosos donde sólo hay imágenes y no respuestas.

Cada uno de nosotros dispone de una mente y una mentalidad.

Nuestras mentes son instrumentos de percepción que reciben toda la información de nuestras vidas.

De todo lo que experimentamos o vivenciamos o percibimos nuestras mentes conforman una mentalidad. Todos los sucesos en la historia de nuestra existencia incentivan unas acciones de respuesta y unas deducciones, siempre subjetivas.

Muchas veces escuchamos expresiones como “mente bondadosa”, “mente brillante”, “mente creativa”, “mente perversa”, “mente conflictiva”, “mente violenta”. Posiblemente con esos calificativos rotulamos la mentalidad de otros luego de analizar sus comportamientos y actitudes. Si los adjetivos que aplicamos son desfavorables estigmatizamos a quienes son objeto de nuestros juicios.

Consideramos que una mentalidad recta o justa es propia de seres humanos equilibrados, virtuosos, sociables, de vidas sanas. Por contraste, consideramos que una mentalidad torcida o dañina es propia de individuos repulsivos discriminadores, de vidas problemáticas.

Podemos proclamarnos exitosos e inteligentes si apreciamos prosperidad y bienestar en nuestras vidas; o proclamarnos fracasados si hay pobreza y malestar en nuestras vidas -en muchas ocasiones hay riqueza y malestar, otra condición funesta.  

El remedio más provechoso cuando nuestras vidas son tormentosas e ingratas puede ser un cambio de mentalidad. Sin embargo, ese cambio de mentalidad es realizable solo si alcanzamos   una consciencia sobre las desventuras de nuestra existencia que nos incite a idear unos propósitos y unas acciones de cambio. Esa consciencia, esos propósitos y esos cambios podemos o debemos realizarlos en el presente continuo -en el “momentum” y en el “continuum” de nuestras existencias (estas palabras latinas las considero óptimas, no dispongo de otras que tengan un significado tan conciso como éstas)-.

Nuestra mentalidad surge de una integración y procesamiento de la información que percibimos del mundo y de la vida. De esa mentalidad brota la aplicación o uso que hacemos luego al asumirla como un cohesionado archivo de creencias en nuestras relaciones.

El mundo que percibimos en nuestras mentes es el mundo que nos asusta, nos conmociona o nos maravilla. Todo está supeditado a la mentalidad que hayamos establecido.

Podemos cambiar la mentalidad cambiando la percepción. Si queremos un mundo acogedor podemos crearlo en nuestras mentes observándolo con una visión amable e interpretándolo como el mundo donde todo sucede, un espectáculo contrastante de luces y penumbra, de calidez y frío, de paz y adversidad, de alegría y tristeza, de soledad y acompañamiento.

Como espectadores somos afectados cuando escogemos alguna de las manifestaciones de la dualidad. No nos es posible percibir un mundo neutro; sin embargo, posiblemente la más sabia comprensión es la de definirlo como un escenario donde sucede una trama previamente dispuesta para los personajes, donde cada uno se ciñe a su rol y a su representación correspondiente. 

Cada espectador atento y sosegado puede ver el mundo tal como aparece ante sus ojos y puede distinguir los personajes como se representan a sí mismos; él no puede cambiar los papeles y elecciones que ellos protagonizan, solo puede cambiar o ajustar su enfoque y decidir cómo interpreta sus acciones. Nuestra visión y percepción depende de la mentalidad que apliquemos ante está abigarrada e impredecible película de la vida.


Hugo Betancur (Colombia)

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Momento, de la palabra latina 'momentum', viene de 'movimentum', es algo así como la manifestación en el  tiempo de algo que sucede y puede ser observado.

Continuo, de la palabra latina 'continuus', que sucede sin interrupción en una línea imaginaria de tiempo.

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