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lunes, 13 de abril de 2020

Mente y mentalidad

                                                                                                                                          Fotografia por Hugo Betancur

MENTE Y MENTALIDAD

Hugo Betancur

 

Nuestras crisis y las crisis del mundo exterior nos confrontan con nuestro depósito de creencias, nuestro ideario particular. Nos llevan a descubrir o identificar cuáles son nuestras fortalezas, nuestros soportes, nuestra adaptación y nuestra disposición a los cambios.

¿Qué podemos hacer cuando se presentan las situaciones nuevas, los retos imprevistos, la ruptura de relaciones, el abandono abrupto de nuestros ambientes habituales, la soledad que súbitamente nos confina, la lejanía de nuestros más queridos compañeros de convivencia o de viaje...?

Ahora nos instruyen: “Debes hacer frecuentes pausas para meditar en quietud, en soledad, sin ruido exterior, sin prisa, sin temor. Vuélvete hacia adentro, no mirando al espejo tu imagen inerte ni a lo que te rodea, sino hacia lo profundo de tu mente, con los ojos cerrados y la respiración sosegada y rítmica. Escucha en la quietud, en el silencio, en un espacio donde lo externo pierda su importancia por un momento, donde los yugos externos sean alejados mientras la mente hace una pesquisa sobre lo que ha rehusado atender o contemplar como observadora, o simplemente sobre lo que ha guardado para revisar después, mientras la comprensión en presente fue antes ignorada, o aplazada, o desechada”.

Las preguntas de cada uno no son las de los otros -aunque tengan algún parecido. Y las respuestas correctas de cada uno son las que le llevan a la paz, a la comprensión, al entendimiento de la inevitabilidad de las experiencias y relaciones que muchas veces tienen su propósito por descubrir en el presente que va sucediendo -no en el pasado ni en el futuro que son tiempos brumosos donde sólo hay imágenes y no respuestas.

Cada uno de nosotros dispone de una mente y una mentalidad.

Nuestras mentes son instrumentos de percepción que reciben toda la información de nuestras vidas.

De todo lo que experimentamos o vivenciamos o percibimos nuestras mentes conforman una mentalidad. Todos los sucesos en la historia de nuestra existencia incentivan unas acciones de respuesta y unas deducciones, siempre subjetivas.

Muchas veces escuchamos expresiones como “mente bondadosa”, “mente brillante”, “mente creativa”, “mente perversa”, “mente conflictiva”, “mente violenta”. Posiblemente con esos calificativos rotulamos la mentalidad de otros luego de analizar sus comportamientos y actitudes. Si los adjetivos que aplicamos son desfavorables estigmatizamos a quienes son objeto de nuestros juicios.

Consideramos que una mentalidad recta o justa es propia de seres humanos equilibrados, virtuosos, sociables, de vidas sanas. Por contraste, consideramos que una mentalidad torcida o dañina es propia de individuos repulsivos discriminadores, de vidas problemáticas.

Podemos proclamarnos exitosos e inteligentes si apreciamos prosperidad y bienestar en nuestras vidas; o proclamarnos fracasados si hay pobreza y malestar en nuestras vidas -en muchas ocasiones hay riqueza y malestar, otra condición funesta.  

El remedio más provechoso cuando nuestras vidas son tormentosas e ingratas puede ser un cambio de mentalidad. Sin embargo, ese cambio de mentalidad es realizable solo si alcanzamos   una consciencia sobre las desventuras de nuestra existencia que nos incite a idear unos propósitos y unas acciones de cambio. Esa consciencia, esos propósitos y esos cambios podemos o debemos realizarlos en el presente continuo -en el “momentum” y en el “continuum” de nuestras existencias (estas palabras latinas las considero óptimas, no dispongo de otras que tengan un significado tan conciso como éstas)-.

Nuestra mentalidad surge de una integración y procesamiento de la información que percibimos del mundo y de la vida. De esa mentalidad brota la aplicación o uso que hacemos luego al asumirla como un cohesionado archivo de creencias en nuestras relaciones.

El mundo que percibimos en nuestras mentes es el mundo que nos asusta, nos conmociona o nos maravilla. Todo está supeditado a la mentalidad que hayamos establecido.

Podemos cambiar la mentalidad cambiando la percepción. Si queremos un mundo acogedor podemos crearlo en nuestras mentes observándolo con una visión amable e interpretándolo como el mundo donde todo sucede, un espectáculo contrastante de luces y penumbra, de calidez y frío, de paz y adversidad, de alegría y tristeza, de soledad y acompañamiento.

Como espectadores somos afectados cuando escogemos alguna de las manifestaciones de la dualidad. No nos es posible percibir un mundo neutro; sin embargo, posiblemente la más sabia comprensión es la de definirlo como un escenario donde sucede una trama previamente dispuesta para los personajes, donde cada uno se ciñe a su rol y a su representación correspondiente. 

Cada espectador atento y sosegado puede ver el mundo tal como aparece ante sus ojos y puede distinguir los personajes como se representan a sí mismos; él no puede cambiar los papeles y elecciones que ellos protagonizan, solo puede cambiar o ajustar su enfoque y decidir cómo interpreta sus acciones. Nuestra visión y percepción depende de la mentalidad que apliquemos ante está abigarrada e impredecible película de la vida.


Hugo Betancur (Colombia)

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Momento, de la palabra latina 'momentum', viene de 'movimentum', es algo así como la manifestación en el  tiempo de algo que sucede y puede ser observado.

Continuo, de la palabra latina 'continuus', que sucede sin interrupción en una línea imaginaria de tiempo.

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