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sábado, 30 de diciembre de 2023

LA MENTE, ¿ESTÁ EN EL CEREBRO?

                                        Cúpula de Basílica de San Pedro, interior. Fotografía por Diana Valderrama.  


LA MENTE, ¿ESTÁ EN EL CEREBRO?

 

La mente humana ha sido tomada como sinónimo del cerebro humano. Todas las afirmaciones concluyentes corresponden a las ciencias organicistas o materialistas que describen el cerebro neuronal o cerebro físico como un inmenso depósito de psiquis, memoria, sentimientos, emociones y tendencias.

Bajo esa concepción netamente corpórea, el objetivo primordial de la llamada farmacoterapia en la psiquiatría moderna ha consistido en suprimir las manifestaciones de sus pacientes utilizando drogas que bloquean o inactivan áreas del cerebro. Los mecanismos de acción bioquímicos producidos por esas sustancias en el cuerpo tienen un efecto transitorio controlador útil; sin embargo, es algo así como amarrar o encarcelar a una persona hostil para que no salga a desafiar a otros, armar broncas contra ellos y agredirlos (al aislarlo de los demás con medidas forzosas se le impide ejercer su violencia; lo que hacen los fármacos administrados, que pueden producir sopor en los pacientes o un embotamiento que los obliga a permanecer quietos ).

Queda faltando por resolver su situación perturbada y perturbadora accediendo a las causas y removiéndolas o resolviéndolas, lo que no hace la psiquiatría. La educación que reciben estos profesionales psiquiatras es que lo que diagnostican como enfermedad de la mente está en el cuerpo, y más concisamente en el cerebro neuronal. La existencia del alma en cada uno y de unos procesos psíquicos mentales no neuronales es considerada como una fantasía o una utopía por estos especialistas médicos. ¿Cómo explicar o compartir algo tan sutil y no ubicable en el cuerpo a las personas entrenadas académicamente que lo rechazan o que no tienen interés en aprender sobre ello?

Cuando los pacientes con perturbaciones mentales  logran acceder a un estado hipnótico -si están en capacidad de seguir las instrucciones pertinentes de sus terapeutas y se acogen al propósito de la sesión-:  entran en un trance o estado alterado de conciencia donde la racionalidad habitual queda relegada (esa racionalidad es un proceso de pensamiento que se nutre de lo que hay en la memoria física, en el cerebro neuronal). 

Bajo hipnosis, los pacientes pueden alcanzar una dimensión o escenario mental donde no parecen tener límites de tiempo ni de espacio y donde "presencian" eventos vividos que relacionan con su padecimiento actual. (Esto no podemos explicarlo físicamente ni atribuirlo a procesos del cerebro: esa mente es un campo de conocimiento del alma -y esto no hace parte de las explicaciones orgánicas de la medicina, ni de las explicaciones psicológicas que se remontan al pasado de los pacientes desde su nacimiento en la identidad o personalidad que representan, es algo más profundo y complejo, es la misma dimensión que alcanzan los meditadores lo que les permite disponer de una visión diferente a la visión y la percepción del cuerpo y que trasciende los sentidos.) 

Esa visión no es una fantasía porque hablamos de seres humanos vivos que acceden a la dimensión creativa de la mente y los terapeutas presenciamos sus reacciones emocionales mientras describen lo que visualizan. Su relatos durante la terapia son muy vívidos. Les pedimos que busquen "todo" lo que tenga relación con su padecimiento actual y los ponemos a dialogar con los personajes que aparecen en su visión. Dirigimos su sesión de hipnosis y le proponemos: “pregunta esto…,  observa cómo los afectaste o cómo  te afectaron, qué relación tiene lo que llega a tu mente con tu enfermedad o con la condición que padeces...” 

Hemos presenciado que nuestros pacientes “reviven” unas situaciones y eventos que posiblemente sucedieron  durante un tiempo cronológico ya transcurrido, tal como lo que narra Brian Weiss en sus libros (aunque era psiquiatra graduado, él supo aprender sobre esos fenómenos).

Todo lo que la humanidad ha vivido parece que siguiera presente en algún plano paralelo al que muchos pacientes en hipnosis acceden, lo que nos lleva a muchos a reflexionar sobre los nexos que tenemos con otras vidas y personalidades, aunque ya sus procesos de existencia hayan pasado, y aunque hubieran pertenecido a otras épocas.

La violencia ejercida y nuestras acciones o las acciones ajenas que afectaron las vidas de otros parece que hubieran quedado estancadas y grabadas en alguna dimensión como episodios para resolver por las generaciones que llegan después. Lo de sanar y perdonar o pedir perdón, y lo de reparar y resolver, aparecen como acciones pendientes que debemos hacer -cambios de la información mental. Las heridas y daños que causamos o que nos causaron están vigentes en ese plano que la ciencia tradicional desconoce o niega y que ha vedado a la mente racional.

Nuestras mentes sobreviven a la disgregación del cuerpo cuando muere con el cerebro que lo animó.

Lo de que "todos somos uno" no es una fantasía de la llamada "nueva era", sino una realidad que trasciende las apariencias y que sobrepasa lo que intelectual o empíricamente  llamamos racional o lógico.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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Observacion:

El terapeuta con hipnosis  Aurelio Mejía* relata muchas de sus terapias y explicaciones en su libro “Vidas antes de la vida”.

https://www.aureliomejia.com/

 

[AURELIO MEJÍA MESA, colombiano, hipnoterapeuta y conferencista desde 1995. Podemos leer sobre su ejercicio en hipnosis clínica). Su pagina de Internet:

http://www.aureliomejia.com/

Su canal en youtube:

https://www.youtube.com/@AurelioMejia]

 

Es preciso haber participado en las experiencias de terapia con hipnosis para comprobar estas manifestaciones de la mente, que pertenecen a la dimensión del alma (y el alma es un concepto que no está contemplado como una asignatura o realidad a estudiar en las facultades de medicina).

Si leemos los relatos de Brian Weiss, de Aurelio Mejía, de Armando Scharovski, y de muchos otros terapeutas que utilizan la hipnosis como medio, podemos encontrar una unidad temática de experiencias que estos maestros tuvieron con sus pacientes en distintas partes del mundo y en distintas culturas. Todos los libros de esos autores que mencioné podemos descargarlos de Internet sin costo.

 

Curso Practico de Hipnosis y Regresiones a Vidas Pasadas-Armando-M-Scharovsky

.pdf (217 páginas)

https://docer.com.ar/doc/1evxv0

 

La de arriba es una explicación abreviada. La mayor dificultad que tenemos para comprender esto y abrirnos a otras terapias es el poco o nulo conocimiento que la medicina occidental tiene de estos fenómenos y  la satanización y estigmatización que hacen contra quienes experimentan o investigan al respecto, todo debido al esquema seguido como una  medicina academicista, apegada a los dogmas y dependiente de las autoridades reconocidas. Sin embargo, uno de los principios de esta medicina es que  si hay curaciones o sanaciones efectivas con evidencia estadística numerosas, deben ser reconocidos como aceptables –esto ha sido llamado “medicina basada en la evidencia”.

A pesar del escepticismo particular de quien escribe esto y de su formación médica, el autor ha logrado entender también y aceptar estos fenómenos como algo posible y evidenciable.

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martes, 26 de diciembre de 2023

La sombra o lo sombrío en nosotros

                                       Monumento al pueblo antioqueño. Escultor Rodrigo Arenas Betancourt. 
Centro Administrativo La Alpujarra en Medellín.

La sombra o lo sombrío en nosotros

 

Hugo Betancur

 

La dualidad es una de las características distintivas e inevitables de nuestro mundo y de la personalidad de cada uno.

La sombra, lo sombrío, lo velado, es una parte de esa dualidad. Su contraste o complemento es lo luminoso, lo claro, lo que puede ser conocido de cada ser humano.

Con la expresión “la sombra” nos referimos a rasgos y actitudes que nos crean conflictos con nuestra integridad, con la imagen ideal que queremos mostrar a los demás y con el ideal de ser humano que conformamos en nuestra mente.

La sombra tiene dos componentes: uno superficial, conocido y definido, representado en las situaciones y actividades que nos atraen porque nos parecen placenteras, vedadas, censuradas y muy tentadoras para nuestras mentes, que a veces nos subyugan bajo la imagen de aventura y complacencia que les hemos dado -y que debido a nuestras percepciones de culpa, en ocasiones las calificamos públicamente como repulsivas y ajenas a nuestros comportamientos y creencias,  para evitar el riesgo de ser rechazados y discriminados por los demás-;  y otro profundo, desconocido y enigmático, representado en lo inconsciente, las tendencias o comportamientos imprevistos que no hemos definido como propias y que manifestamos  impulsivamente, provenientes  de lo más recóndito de la psiquis1 de cada uno.

Nuestra sombra nos incita a realizar acciones o comportamientos “pecaminosos” que nos procuren placer o satisfacción –y que, para nuestra desventura, no relacionamos con las consecuencias ulteriores que atraerán sobre nosotros o sobre los demás.

El pecado es un juicio sobre las acciones humanas. Según determinaciones y enfoques provenientes de líderes e instituciones religiosas, es considerado como una transgresión contra los mandatos morales de comportamiento.

Nuestras acciones sombrías se ajustan al listado y descripción de los siete pecados capitales establecidos por la iglesia católica romana y fundamentados en la tradición doctrinaria judeocristiana.

Esos siete pecados capitales2 podemos considerarlos en nuestro ideario actual como comportamientos egoístas disociadores, como errores en las relaciones, porque cuando los experimentamos para nuestra complacencia particular afectamos nuestras vidas y las de otros seres humanos.

En esa lista de pecados graves faltan los comportamientos más destructivos: la violencia, el engaño y la esclavización –confrontados con esos eventos, algunos seres humanos deberán someterse y sacrificarse para que otros predominen y realicen sus proyectos de vida y sus fantasías.

Nuestros juicios sobre otros o sobre nosotros mismos nos llevan a decretar o atribuir las culpas.

Por esas culpas determinamos la aplicación de un castigo.

Respecto a otros ese castigo no debe ser postergado ni anulado.

Respecto a nosotros, la sombra concluye que nuestras culpas deben ser diluidas en las justificaciones, o atribuyendo nuestra responsabilidad a otros por medio de una proyección o un desplazamiento, o, en casos extremos, ocultándolas por medio de una negación tajante.

Todos estos comportamientos son distorsiones de la realidad compartida que nos llevan a mantener los conflictos y el malestar cuando la pelota lanzada rebota contra nosotros –cerrando el círculo de acción y reacción, estímulo y respuesta, causa y consecuencia.

La sombra no es lo que somos, sino una parte de lo que somos. Podemos sacarla sin temor a la luz para definir sus atributos y para liberarnos de nuestros yugos. Lo conocido deja de ser inaccesible y temido cuando alcanzamos nuestra comprensión.

2Defino los pecados capitales:

Soberbia: la presunción de superioridad sobre otros. Es una sobrevaloración subjetiva, una exaltación de la importancia de sí mismo. Es sinónimo de arrogancia, de orgullo, de egolatría, de vanidad.

Ira: disposición hacia comportamientos y reacciones hostiles contra otros por sus acciones o por las características de sus personalidades.

Avaricia: tendencia a poseer y acumular las cosas materiales –a veces también cargos o jerarquías de poder o control sobre los demás.

Lujuria: el propósito o los deseos obsesivos relacionados con el placer que podemos obtener relacionado con los cuerpos o las imágenes sensuales.

Gula: el apetito desmedido hacia la comida o la bebida.

Envidia: la ambición de poseer lo que pertenece a otros –lo material o los atributos físicos y de sus personalidades.

Pereza: la resistencia a la acción o la negligencia en lo que hacemos.

Hugo Betancur

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1. La psique o psiquis, palabra proveniente del griego ψυχή, psyché, que significa «alma».

2.  Los siete pecados capitales fueron promulgados por el  papa romano Gregorio Magno (540-604) en el siglo VI, en este orden de notoriedad: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia.

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Descargar “Encuentro con la sombra” y “El Libro Rojo” desde estas direcciones encontradas en Internet:

 

https://www.josepmariacarbo.cat/themes/demo/assets/docs/JUNG-CARL-Encuentro-con-la-sombra.pdf

 

https://ab831653-3c09-4c65-af4f-508950a69795.filesusr.com/ugd/2772f4_6717a41437bb4ba3beb15301082af730.pdf?index=true

 

https://sepanalitica.es/wp-content/uploads/2019/06/El-encuentro-con-la-propia-sombra-y-la-autoestima-Dra.-Rebeca-Retamales-Rojas.pdf

 

https://www.redalyc.org/pdf/4595/459545422006.pdf

 

https://www.instituto-integra.com/wp-content/uploads/2017/05/el_libro_rojo_jung_carl_gustav.pdf

 

https://toaz.info/doc-view-2

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viernes, 22 de diciembre de 2023

Ponernos a paz y salvo con nuestro pasado


Ponernos a paz y salvo, saldar nuestras cuentas.

Hugo Betancur

En nuestro presente, muchas situaciones y eventos de nuestras vidas distraen nuestra atención de las circunstancias del momento. Involuntariamente llegan a nuestras mentes las imágenes que formamos de esos sucesos pasados: las hacemos actuales y las enfocamos en nuestra memoria tal como las percibimos y las asumimos antes. Algunas de esas situaciones nos importunan, representan para nosotros sufrimiento, resentimiento, negatividad.

¿Es útil y conveniente para nosotros hacer este ejercicio repetido de recordar y retraer nuestras interpretaciones sombrías?

Nos canta Charles Aznavour en los registros magnéticos:

“Lo que fue,

¡ya pasó!,

sin un porqué nació y terminó...”

“…más luego al olvidar,

del tiempo yo aprendí,

que el gozo y el pesar,

el viento se lo lleva...”.

Reiteradamente escuchamos o expresamos los dichos “saldar cuentas” o “ponernos a paz y salvo”, que significan: resolver algún asunto o deuda pendientes y armonizar con hechos o seres humanos relacionados con nuestras historias”.

Si logramos poner en práctica las acciones propuestas en esas frases, podemos concluir nuestros duelos y liberarnos de nuestras interpretaciones tormentosas y de nuestra condición de “heridos” o “lastimados” -asì dejamos ir lo que ha reverberado insidiosamente en nuestras mentes y nos desprendemos de  todas las obsesiones enfermizas que nos confinaban.

Hugo Betancur (Colombia) 

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Lo que fue, ya paso. Charles Aznavour:

https://www.youtube.com/watch?v=LQsE54mHY2Q

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Charles Aznavour (París, 22 de mayo de 1924-Mouriès, 1 de octubre de 2018), fallecido a los 94 años. Su nombre de nacimiento: Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian (Շահնուր Վաղինակ Ազնավուրյան Բաղդասարյան). Hijo de los emigrantes armenios Michael Aznavourian, barítono, y Knar Baghdasarian, actriz. Su padre cantaba por los restaurantes antes de abrir Le Caucase su propio restaurante. Aznavour fue  cantante, compositor, actor, director, diplomático y poeta.

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LO INESPERADO, LO IMPREVISTO, LO INEVITABLE.

                                                                                                              Ilustracion por Elízabeth Betancur.

LO   INESPERADO,  LO  IMPREVISTO, LO INEVITABLE.

Hugo Betancur

 

Muchas veces nuestras actitudes contemplativas hacia el pasado parecen de sumisión, o de enganchamiento: nos mostramos como seres humanos subyugados o ligados a los sucesos y personas que fueron parte de las tramas o relaciones en que nos vinculamos transitoriamente –siempre transitoriamente porque la vida es un río que avanza, a veces impetuosamente y a veces calladamente, sin detenerse aunque nuestra confusión y nuestros apegos pretendan estancarla.

La visión que hayamos formado sobre nuestras vivencias y la interpretación que hayamos concebido nos ubican en alguno de los extremos de la dualidad –la aceptación o la negación, la comprensión y la asimilación que nos liberan de lo pasado, o la incomprensión y el empecinamiento que nos mantienen atrapados en los asuntos que ya sucedieron.

Muchas veces nos quedamos pasmados, como actores perplejos que de momento no logran enunciar sus líneas de dialogo, o nos exaltamos incontenidos en la representación del personaje que encarnamos, con nuestros egos alborotados y vehementes y con nuestra importancia personal desbordada; perdemos el impulso para seguir participando fluidamente en las relaciones y tareas de la vida y nos rezagamos mientras los otros asumen la iniciativa y se van acomodando a sus papeles cambiantes.

Tal vez nos comportamos como niños caprichosos que exigen a gritos el juguete predilecto para sus juegos en el momento en que sus padres han decidido que deben irse a dormir; y quizá como niños frustrados, reaccionamos con rabia y con llanto porque la vida y los demás no satisfacen nuestros deseos o nuestras demandas.

Sin embargo, la vida tiene sus propias leyes y procesos: somos demasiados protagonistas interactuando en nuestros papeles en escenarios incontables y todos nuestros actos están acoplados al conjunto humano –es posible que nuestros pares en el juego no logren atrapar la pelota que les lanzamos y que siguiendo la inercia de su movimiento vaya a estrellase contra una ventana quebrando un vidrio y creando un conflicto con el dueño de la casa, lo que no era nuestro propósito.

Nuestras acciones, y las acciones de nuestros predecesores  han propiciado potenciales de acción que se manifiestan en relaciones y acontecimientos inevitables y obligatorios que nos envuelven aunque no los hayamos previsto –la roca que empujamos y soltamos en lo alto de la montaña rueda arrolladoramente hasta que agota su ímpetu o hasta que un obstáculo mayor la detiene, y puede causar destrucción o daños a su paso que nosotros no consideramos cuando la removimos de su sitio de reposo.

En los ritmos de la vida, la expansión y la contracción son fenómenos alternados: todos los seres vivos y  la naturaleza participamos en su ejecución y somos afectados por su ocurrencia.

Consideramos que algunas situaciones suceden en un momento que nos parece oportuno y que otras suceden intempestivamente. Las primeras nos parecen gratas o benévolas y las segundas nos parecen adversas o perjudiciales.

Hay un momentum, un ahora, en que las circunstancias propician lo que puede acontecer -y lo precipitan, a veces.

Todo está preparado y no podemos controlar el conjunto porque somos sólo piezas del engranaje en movimiento, ocupando nuestros sitios y realizando nuestras pantomimas o nuestros dramas según nuestros atributos y condicionados por las limitaciones y realizaciones de los otros.

Nos resistimos a que las situaciones prosigan hacia sus desenlaces y se pierdan en la bruma de nuestras historias particulares  y nos quedamos lelos en la estación dejando que el tren de la vida siga su trayecto mientras nos quedamos paralizados juzgando duramente y reprobando a quienes no nos agradaron o a quienes desde su ego alborotador nos afectaron –y ese y no otro era el guión que ellos y nosotros podíamos representar.

A veces las circunstancias experimentadas nos llevan a reaccionar con ríos de lágrimas, o con quejas que podrían ocupar muchos horas de grabación en medios magnéticos –la recopilación sonora de nuestros lamentos, nuestras protestas y nuestros reproches-, o con largas noches de insomnio, o con años enteros de malestar, culpa y autocompasión, o con resentimiento y odio que nos consumen. Todo eso es sólo nuestro drama personal, o la tragedia que armamos a nuestro modo con nuestras creencias y nuestras percepciones. La vida, incontenible, sigue su curso. Nuestro llanto y nuestros reclamos no deshacen lo sucedido; lo que murió, lo que pasó, va quedando atrás y como viajeros nos corresponde acogernos a los ritmos de la vida y seguir nuestros trayectos sin desfallecer.

Nuestros relatos son nuestra elección y nuestro propio retrato. Si escogemos como asunto cotidiano la negatividad, lo triste, lo luctuoso, lo que consideramos nuestras heridas, entonces nos empeñamos en protagonizar nuestros papeles de héroes dudosos o de sobrevivientes  lisiados y tambaleantes. Asumimos rostros dolidos y gestos pesimistas y los demás pueden vernos como actores patéticos queriendo impresionarlos con las adversidades que hemos adoptado.

Si no logramos cambiar ese panorama psicológico lúgubre, alcanzamos la cima en esos roles exagerados y podemos crear enfermedades tan extremas como la película que hemos concebido.

Aquello a lo que más valor le damos es lo que mantenemos presente en nuestras vidas.

El resultado de nuestras representaciones: ¿nos produce satisfacción, alegría, bienestar? ¿o nos produce frustración, tristeza, malestar?

Muchas situaciones de la vida que nos negamos a asimilar son obligatorias e inevitables y nos sorprenden porque no las habíamos previsto; sin embargo, ocurren con toda su trascendencia y su vigor, y son siempre pasajeras, aunque no las entendamos, aunque las rechacemos reiteradamente. Aparecen en nuestras mentes y como observadores podemos comprenderlas y dejarlas ir, o podemos cargarlas como recuerdos pesados y desapacibles. A fin de cuentas, cada actor decide si se acomoda a su papel o si entra en pugna consigo mismo y con el libreto que le toca interpretar.

 

Hugo Betancur (Colombia) 

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