La sombra o lo sombrío en nosotros
Hugo Betancur
La dualidad es una de las características
distintivas e inevitables de nuestro mundo y de la personalidad de cada uno.
La sombra, lo sombrío, lo velado, es una parte de
esa dualidad. Su contraste o complemento es lo luminoso, lo claro, lo que puede
ser conocido de cada ser humano.
Con la expresión “la sombra” nos referimos a rasgos
y actitudes que nos crean conflictos con nuestra integridad, con la imagen
ideal que queremos mostrar a los demás y con el ideal de ser humano que
conformamos en nuestra mente.
La sombra tiene dos componentes: uno superficial,
conocido y definido, representado en las situaciones y actividades que nos
atraen porque nos parecen placenteras, vedadas, censuradas y muy tentadoras
para nuestras mentes, que a veces nos subyugan bajo la imagen de aventura y
complacencia que les hemos dado -y que debido a nuestras percepciones de culpa,
en ocasiones las calificamos públicamente como repulsivas y ajenas a nuestros
comportamientos y creencias, para evitar el riesgo de ser rechazados y
discriminados por los demás-; y otro profundo, desconocido y enigmático,
representado en lo inconsciente, las tendencias o comportamientos imprevistos
que no hemos definido como propias y que manifestamos impulsivamente,
provenientes de lo más recóndito de la psiquis1 de cada
uno.
Nuestra sombra nos incita a realizar acciones o
comportamientos “pecaminosos” que nos procuren placer o satisfacción –y que,
para nuestra desventura, no relacionamos con las consecuencias ulteriores que
atraerán sobre nosotros o sobre los demás.
El pecado es un juicio sobre las acciones humanas.
Según determinaciones y enfoques provenientes de líderes e instituciones
religiosas, es considerado como una transgresión contra los mandatos morales de
comportamiento.
Nuestras acciones sombrías se ajustan al listado y
descripción de los siete pecados capitales establecidos por la iglesia católica
romana y fundamentados en la tradición doctrinaria judeocristiana.
Esos siete pecados capitales2 podemos considerarlos en nuestro ideario actual como
comportamientos egoístas disociadores, como errores en las relaciones, porque
cuando los experimentamos para nuestra complacencia particular afectamos
nuestras vidas y las de otros seres humanos.
En esa lista de pecados graves faltan los
comportamientos más destructivos: la violencia, el engaño y la esclavización
–confrontados con esos eventos, algunos seres humanos deberán someterse y
sacrificarse para que otros predominen y realicen sus proyectos de vida y sus
fantasías.
Nuestros juicios sobre otros o sobre nosotros
mismos nos llevan a decretar o atribuir las culpas.
Por esas culpas determinamos la aplicación de un
castigo.
Respecto a otros ese castigo no debe ser postergado
ni anulado.
Respecto a nosotros, la sombra concluye que
nuestras culpas deben ser diluidas en las justificaciones, o atribuyendo
nuestra responsabilidad a otros por medio de una proyección o un
desplazamiento, o, en casos extremos, ocultándolas por medio de una negación
tajante.
Todos estos comportamientos son distorsiones de la
realidad compartida que nos llevan a mantener los conflictos y el malestar
cuando la pelota lanzada rebota contra nosotros –cerrando el círculo de acción
y reacción, estímulo y respuesta, causa y consecuencia.
La sombra no es lo que somos, sino una parte de lo que somos. Podemos sacarla
sin temor a la luz para definir sus atributos y para liberarnos de nuestros
yugos. Lo conocido deja de ser inaccesible y temido cuando alcanzamos nuestra
comprensión.
2Defino
los pecados capitales:
Soberbia: la
presunción de superioridad sobre otros. Es una sobrevaloración subjetiva, una
exaltación de la importancia de sí mismo. Es sinónimo de arrogancia, de
orgullo, de egolatría, de vanidad.
Ira: disposición
hacia comportamientos y reacciones hostiles contra otros por sus acciones o por
las características de sus personalidades.
Avaricia: tendencia
a poseer y acumular las cosas materiales –a veces también cargos o jerarquías
de poder o control sobre los demás.
Lujuria: el
propósito o los deseos obsesivos relacionados con el placer que podemos obtener
relacionado con los cuerpos o las imágenes sensuales.
Gula: el
apetito desmedido hacia la comida o la bebida.
Envidia: la
ambición de poseer lo que pertenece a otros –lo material o los atributos
físicos y de sus personalidades.
Pereza: la
resistencia a la acción o la negligencia en lo que hacemos.
Hugo Betancur
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1. La psique o psiquis, palabra proveniente del
griego ψυχή, psyché, que significa «alma».
2. Los siete pecados capitales fueron promulgados por el
papa romano Gregorio Magno (540-604) en el siglo VI, en este orden de
notoriedad: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia.
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Descargar “Encuentro con la
sombra” y “El Libro Rojo” desde estas direcciones encontradas en Internet:
https://www.josepmariacarbo.cat/themes/demo/assets/docs/JUNG-CARL-Encuentro-con-la-sombra.pdf
https://www.redalyc.org/pdf/4595/459545422006.pdf
https://www.instituto-integra.com/wp-content/uploads/2017/05/el_libro_rojo_jung_carl_gustav.pdf
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