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sábado, 21 de octubre de 2023

Conflictos, transiciones, soluciones

                                                                                                                                           Fotografía por Diana Valderrama

CÓMO LIBERARNOS

DE LOS CONFLICTOS Y LAS CRISIS

Hugo Betancur

 

Las respuestas a los retos de nuestras efímeras existencias están en nuestro ser y en el ahora, no afuera, ni en el pasado, sino en este instante en que respiramos y en que podemos apreciar y sentir lo que nos rodea.

Muchas veces, en nuestro sano propósito de resolver nuestros conflictos nos dirigimos a otros seres humanos buscando guía o soluciones. Podemos recordar que esos conflictos provienen de procesos que hemos conformado en nuestras mentes y que la atribución de cambiarlos es nuestra responsabilidad.

Afuera solo existe lo que vemos como real, el vasto espacio habitado con sus criaturas vivas diferenciadas y con los contrastes de la dualidad.

Dedicamos mucha energía de nuestras vidas a mantener latentes las situaciones vivenciadas y a dramatizar sobre todo aquello que interpretamos como causa de nuestros dolores, heridas, frustraciones, pesares -pesos que cargamos-, conflictos y crisis no resueltas.

El entorno que percibimos nos parece muchas veces un panorama desolador, atiborrado de personajes que consideramos egoístas, tontos o crueles porque los vemos empeñados en satisfacer sus obsesiones, deseos y ambiciones, pretendiendo subyugar a otros, despojándolos de su autonomía y de sus recursos.

Podemos encontrarnos con estos seres humanos egocéntricos, confundidos y hostigantes y podemos sentirnos traumatizados o afectados por sus acciones. O podemos dejarlos pasar de largo, padeciendo sólo la incomodidad del momento.

La única forma de liberarnos de algo que nos causó impresiones tortuosas o malestar, es aceptando "lo que es": cada uno hace lo suyo, impulsado por su personalidad y su sistema de creencias y en cada instante actúa según su idiosincrasia.

Cuando nuestras acciones afectaron negativamente a otros, no nos fue posible obrar de manera distinta o ideal –entendiendo lo ideal como el mejor acto que podíamos realizar, siendo considerados con las vulnerabilidades de nuestros semejantes y respetando sus condiciones humanas de libertad y sus opciones de acierto y error. Sin embargo, debo destacar que toda acción destructiva o dañina que ejecutamos nos crea un nexo de deuda, un yugo de conflicto, en el plano de la vida.

Cada uno es lo que es y sólo puede cambiarse cada quien a sí mismo desde el particular y singular albedrío que le corresponde.

La consciencia, el propósito y la voluntad de cambiar son requisitos esenciales para realizar esas modificaciones definidas o requeridas.

En todas las circunstancias, cada uno representará su personalidad, sus creencias y sus limitaciones -el tonto actuará como tonto y el sabio como sabio, en el espectáculo del mundo.

No es adecuado que prosigamos nuestra cadena de reproches y de resentimiento. No sigamos rindiendo culto a quienes juzgamos como causantes de nuestras desdichas y temores, porque todo eso ha surgido de nuestra mente. En nuestra mente son demonios a quienes rendimos culto y que instauramos en un pedestal de crueldad ante el que nos inclinamos atemorizados.

Nuestra mente los mantiene vigentes hasta que decidimos liberarnos de ellos y de sus comportamientos e idiosincrasias.

El proceso adecuado y progresivo para la solución de esos represamientos en nuestra psiquis, de esos procesos de nuestras mentes, puede ser una sucesión parecida a esta:

1. Experimentamos eventos o relaciones en nuestras vidas.

2. Los interpretamos subjetivamente: decidimos o elegimos cómo los rotulamos -positiva o negativamente-.

3. Reaccionamos ante esas experiencias, situaciones o relaciones ya vividas.

4Expresamos nuestra inconformidad, nuestro rechazo y nuestra resistencia a fluir y a dejar pasar, si nos sentimos victimizados o atropellados por lo que sucedió o por aquellos con quienes interactuamos.

5. Expresamos nuestro desequilibrio, depresión o desasosiego, que interfieren con nuestra paz. Podemos experimentar síntomas de enfermedad que delaten y expresen nuestra conmoción.

En esta etapa protestamos, nos lamentamos, acudimos a los amigos o confidentes con nuestras quejas y nuestras amarguras; podemos requerir ayuda o asistencia de especialistas en alguna cosa que serán solo observadores o analizadores de lo que representamos, contemplándonos desde sus posiciones de poder o influencia, y que en ocasiones pueden sugerirnos soluciones apropiadas -médicos, psicólogos, siquiatras, psicoanalistas, representantes de las religiones institucionalizadas, personas accesibles con quienes coincidimos en tiempo y espacio-.

Ninguno de estos seres puede resolver nuestros conflictos porque nosotros los hemos creado y propiciado a partir de situaciones atravesadas, son nuestro duelo, nuestro sufrimiento y nuestra crisis particular.

Muchas veces nos mostramos autocompasivos y quejumbrosos, estancados y empeñados en mostrar nuestro drama personal -como protagonizando y extendiendo una nefasta tragedia que nos agota y de la que no asumimos responsabilidad. Podemos encontrar otros seres humanos que estén de acuerdo con nosotros en que hemos sido injustamente tratados y que refuercen nuestra imagen precaria de desamparados.

 

6. Alcanzamos el estadío o etapa de desesperación: nos sentimos apabullados y conmocionados; no hemos encontrado soluciones y nuestras vidas son un lío: es este el momento cumbre, nuestra "noche oscura del alma". Aquí vemos solo dos opciones: liberarnos o seguir atados a nuestros yugos.

7. Podemos acoger la aceptación de lo que pasó considerando que hace parte de nuestro aprendizaje y que cada uno de los participantes sólo pudo vivirlo a su manera y con sus condiciones. Así restauramos nuestra paz.

O podemos rendirnos en nuestros roles de víctimas y jueces implacables y seguir siendo abatidos por las cargas acumuladas. Nos manifestamos entonces como personajes sombríos y anacrónicos.

8. La aceptación es un entendimiento que nos lleva a la comprensión, lo que nos permite liberarnos y cambiar, ejerciendo nuestra voluntad desde un estado de conciencia y autonomía.

Sólo podemos modificar el pasado comprendiéndolo y dejándolo ir.

En todo momento podemos cambiar de elección dejando atrás los eventos que definimos como dolorosos.

Así realizamos sabiamente nuestros aprendizajes y asimilamos nuestras experiencias y vivencias como situaciones adecuadas. Los inviernos suceden y llegan otras estaciones. Cada una tiene sus requisitos. No necesitamos abrigarnos ni llevar botas altas en el verano.

 

Hugo Betancur  (Colombia)

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*Estadío: m. Etapa o fase de un proceso en biología o medicina. La definición es aplicable a otros procesos de la vida. Utilizo la palabra tildada con acentuación aguda para diferenciarla de la palabra que alude a una instalación deportiva.

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