CÓMO LIBERARNOS
DE LOS CONFLICTOS Y LAS CRISIS
Hugo Betancur
Las respuestas a los retos de nuestras efímeras existencias están en
nuestro ser y en el ahora, no afuera, ni en el pasado, sino en este instante en
que respiramos y en que podemos apreciar y sentir lo que nos rodea.
Muchas veces, en nuestro sano propósito de resolver nuestros conflictos
nos dirigimos a otros seres humanos buscando guía o soluciones. Podemos
recordar que esos conflictos provienen de procesos que hemos conformado en
nuestras mentes y que la atribución de cambiarlos es nuestra responsabilidad.
Afuera solo existe lo que vemos como real, el vasto espacio habitado con
sus criaturas vivas diferenciadas y con los contrastes de la dualidad.
Dedicamos mucha energía de nuestras vidas a mantener latentes las
situaciones vivenciadas y a dramatizar sobre todo aquello que interpretamos
como causa de nuestros dolores, heridas, frustraciones, pesares -pesos que
cargamos-, conflictos y crisis no resueltas.
El entorno que percibimos nos parece muchas veces un panorama desolador,
atiborrado de personajes que consideramos egoístas, tontos o crueles porque los
vemos empeñados en satisfacer sus obsesiones, deseos y ambiciones, pretendiendo
subyugar a otros, despojándolos de su autonomía y de sus recursos.
Podemos encontrarnos con estos seres humanos egocéntricos, confundidos y
hostigantes y podemos sentirnos traumatizados o afectados por sus acciones. O
podemos dejarlos pasar de largo, padeciendo sólo la incomodidad del momento.
La única forma de liberarnos de algo que nos causó impresiones tortuosas
o malestar, es aceptando "lo que es": cada uno hace lo suyo,
impulsado por su personalidad y su sistema de creencias y en cada instante
actúa según su idiosincrasia.
Cuando nuestras acciones afectaron negativamente a otros, no nos fue
posible obrar de manera distinta o ideal –entendiendo lo ideal como el mejor
acto que podíamos realizar, siendo considerados con las vulnerabilidades de
nuestros semejantes y respetando sus condiciones humanas de libertad y sus
opciones de acierto y error. Sin embargo, debo destacar que toda acción
destructiva o dañina que ejecutamos nos crea un nexo de deuda, un yugo de
conflicto, en el plano de la vida.
Cada uno es lo que es y sólo puede cambiarse cada quien a sí mismo desde
el particular y singular albedrío que le corresponde.
La consciencia, el propósito y la voluntad de cambiar son requisitos
esenciales para realizar esas modificaciones definidas o requeridas.
En todas las circunstancias, cada uno representará su personalidad, sus
creencias y sus limitaciones -el tonto actuará como tonto y el sabio como
sabio, en el espectáculo del mundo.
No es adecuado que prosigamos nuestra cadena de reproches y de
resentimiento. No sigamos rindiendo culto a quienes juzgamos como causantes de
nuestras desdichas y temores, porque todo eso ha surgido de nuestra mente. En
nuestra mente son demonios a quienes rendimos culto y que instauramos en un
pedestal de crueldad ante el que nos inclinamos atemorizados.
Nuestra mente los mantiene vigentes hasta que decidimos liberarnos de
ellos y de sus comportamientos e idiosincrasias.
El proceso adecuado y progresivo para la solución de esos represamientos
en nuestra psiquis, de esos procesos de nuestras mentes, puede ser una sucesión
parecida a esta:
1. Experimentamos
eventos o relaciones en nuestras vidas.
2. Los
interpretamos subjetivamente: decidimos o elegimos cómo los rotulamos
-positiva o negativamente-.
3. Reaccionamos ante
esas experiencias, situaciones o relaciones ya vividas.
4. Expresamos
nuestra inconformidad, nuestro rechazo y nuestra resistencia a fluir y a dejar
pasar, si nos sentimos victimizados o atropellados por lo que
sucedió o por aquellos con quienes interactuamos.
5.
Expresamos nuestro desequilibrio, depresión o desasosiego, que
interfieren con nuestra paz. Podemos experimentar síntomas de enfermedad que
delaten y expresen nuestra conmoción.
En esta etapa protestamos, nos lamentamos, acudimos a los amigos o
confidentes con nuestras quejas y nuestras amarguras; podemos requerir ayuda o
asistencia de especialistas en alguna cosa que serán solo observadores o
analizadores de lo que representamos, contemplándonos desde sus posiciones de
poder o influencia, y que en ocasiones pueden sugerirnos soluciones apropiadas
-médicos, psicólogos, siquiatras, psicoanalistas, representantes de las
religiones institucionalizadas, personas accesibles con quienes coincidimos en
tiempo y espacio-.
Ninguno de estos seres puede resolver nuestros conflictos porque
nosotros los hemos creado y propiciado a partir de situaciones atravesadas, son
nuestro duelo, nuestro sufrimiento y nuestra crisis particular.
Muchas veces nos mostramos autocompasivos y quejumbrosos, estancados y
empeñados en mostrar nuestro drama personal -como protagonizando y extendiendo
una nefasta tragedia que nos agota y de la que no asumimos responsabilidad.
Podemos encontrar otros seres humanos que estén de acuerdo con nosotros en que
hemos sido injustamente tratados y que refuercen nuestra imagen precaria de
desamparados.
6.
Alcanzamos el estadío o etapa de desesperación: nos sentimos
apabullados y conmocionados; no hemos encontrado soluciones y nuestras vidas
son un lío: es este el momento cumbre, nuestra "noche oscura del
alma". Aquí vemos solo dos opciones: liberarnos o seguir atados a nuestros
yugos.
7. Podemos
acoger la aceptación de lo que pasó considerando que hace
parte de nuestro aprendizaje y que cada uno de los participantes sólo pudo
vivirlo a su manera y con sus condiciones. Así restauramos nuestra paz.
O podemos
rendirnos en nuestros roles de víctimas y jueces implacables y seguir siendo
abatidos por las cargas acumuladas. Nos manifestamos entonces como personajes
sombríos y anacrónicos.
8. La
aceptación es un entendimiento que nos lleva a la comprensión, lo
que nos permite liberarnos y cambiar, ejerciendo nuestra voluntad desde un
estado de conciencia y autonomía.
Sólo podemos modificar el pasado comprendiéndolo y dejándolo ir.
En todo momento podemos cambiar de elección dejando atrás los eventos
que definimos como dolorosos.
Así realizamos sabiamente nuestros aprendizajes y asimilamos nuestras
experiencias y vivencias como situaciones adecuadas. Los inviernos suceden y
llegan otras estaciones. Cada una tiene sus requisitos. No necesitamos
abrigarnos ni llevar botas altas en el verano.
Hugo Betancur (Colombia)
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*Estadío: m. Etapa o fase de un
proceso en biología o medicina. La definición es aplicable a otros procesos de
la vida. Utilizo la palabra tildada con acentuación aguda para diferenciarla de
la palabra que alude a una instalación deportiva.
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