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sábado, 25 de febrero de 2023

Cómo liberamos nuestros conflictos

                                                                                               Colibrí metálico. Nantes. Foto de Diana Valderrama

TRANSIGIR, ATRAVESAR, PASAR…

Hugo Betancur

 

Todo lo que sucede o lo que presenciamos causa una impresión en nuestras mentes.

Somos afectados por los hechos y somos afectados por nuestra interpretación de los hechos. Muchos eventos suceden como esperamos o ansiamos que ocurran; otros tantos eventos no se ajustan a nuestros deseos y expectativas.

Transigir es una acción de la mente y significa movimiento a través de una situación, dejando ir y aceptando algo que pasó –algo que ya no está y solo la mente que lo ha mantenido estancado puede liberarlo.

Lo contrario es la intransigencia, la resistencia a dejar ir y a resolver. La mente intransigente padece su propio martirio y sufrimiento por causa de sus juicios que la agobian y la dejan pasmada: persiste en su pugna contra la realidad y languidece en su inercia.

Imaginemos que estamos afuera, en un ancho espacio de nuestro mundo, y que se desata una espesa tormenta con estruendosos truenos y rayos. Nos damos cuenta que es demasiado riesgoso permanecer allí y corremos a un refugio que nos proteja de la inclemencia de la naturaleza.

Propongo una metáfora para nuestros estados mentales de crisis: cuando entramos en conflicto en las relaciones con otros, reunirnos con ellos en ese intervalo de tiempo en que ruge la tormenta, es algo parecido a confrontarnos como adversarios afuera, en el espacio común. Como contendientes, no tenemos una actitud de resolución en ese momento en que sobran las acusaciones, las atribuciones de culpas y los reclamos -y a veces también los lamentos. Si nos replegamos prudentemente al interior de nuestras mentes, podemos observar ese caos transitorio de nuestras emociones y juicios motivados en nuestras acciones y las de los demás. Mientras hacemos esa auto observación paciente y atenta, permitimos que lo sucedido fluya y aplacamos progresivamente nuestros ímpetus: nuestras reflexiones alejan nuestra ofuscación.

No nos es posible aplicar en nuestras relaciones la mentalidad militarista que impone, controla y somete según el poder disponible, porque la esencia de las interacciones afectivas es la libertad y no el dominio sobre otros.

Estas mentes intransigentes deben  agotar sus fuerzas y su frustración para lograr activar una restauración de su equilibrio y su calma una vez que se dan cuenta de la esterilidad de su conflicto.

Hugo Betancur (Colombia) 

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[La palabra transigir ha sido definida gramaticalmente como un verbo transitivo. Deriva de la palabra latina transigĕre (atravesar, finalizar algo, concluir lo que hacíamos o experimentábamos)].

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domingo, 19 de febrero de 2023

Percepciones y elaboraciones mentales...

                                                                               Monstruos mecánicos en Nantes. Foto de Diana Valderrama

LO REAL Y LO IMPOSIBLE

Hugo Betancur

 

Asumimos como real lo que es cierto para nosotros. Muchos fenómenos espaciales o naturales externos nos parecen comunes e indudables (y quienes nos escuchen podrán constatarlo): “hace frío”, “hace calor; “llueve”, “está lejos”, “está cerca”, “se mueve”, “está quieto”… 

Otros eventos o procesos ocurren exclusivamente en nuestras mentes y nosotros los interpretamos como reales: nuestras creencias, nuestras ideas, nuestros juicios. Constituyen el retrato o la definición que hacemos de lo que percibimos, o de lo que vivenciamos, o de lo que nos han contado. ¿Qué tan reales son? ¿Son aplicables y evidentes para otros; y tienen para ellos el mismo significado que les damos?

Como observadores exponemos nuestras versiones o interpretaciones sobre la existencia y sobre los actos y comportamientos de otros seres humanos según el contenido de nuestras mentes: cada uno de nosotros examina lo exterior a su modo.

Imaginamos un yo para nosotros mismos y lo imponemos a otros como fidedigno. Mostramos nuestro retrato diciéndoles: "este soy yo, esta es mi manera de ser". Sin embargo, ese yo en ocasiones aparece camaleónico y ambiguo según las circunstancias -muy distinto al personaje que exaltamos.

Recitamos nuestros axiomas masivos esperanzadores -"hay que saber en quien confiar"-, o nuestras sentencias disociadoras -hay que ser desconfiados"-. 

No nos es posible estandarizar las mentalidades y tendencias de los demás -tal vez podamos equipararlas como un grupo o colectividad con un rotulo que les ponemos a nuestro antojo según sus aseveraciones o acciones –o que alguien más les pone; sin embargo, no podemos robotizarlos porque todos somos diferentes.

Lo que elijamos como nuestra realidad puede llevarnos a resultados distintos: puede confundir nuestras mentes estancándolas y atrayéndonos dificultades y contraposiciones en nuestras relaciones cuando gigantizamos artificiosamente nuestra inteligencia y nuestra importancia, o puede, como contraste, avivar nuestras mentes y disponerlas a los cambios y a las conciliaciones en nuestras relaciones cuando mantenemos actitudes ecuánimes y consideradas. 

Si es una realidad egocéntrica y personalista, nos lleva a distanciarnos de otros y a desintegrarnos construyendo nuestro reducto amurallado en donde nos aislamos creyendo encontrar protección -solo encontramos soledad e incertidumbre y una confusión creciente que espanta la alegría y el optimismo.

Si es una realidad empática y prudente nos lleva a asociarnos con otros y a integrarnos con nuestras fortalezas y vulnerabilidades en relaciones constructivas y cooperadoras.

Cuando afirmamos que no estamos de acuerdo con los intereses, creencias y actitudes de otros, manifestamos nuestro rechazo y nuestros juicios discriminatorios.

Muchas de las realidades de nuestras mentes son solo suposiciones o ficciones que hemos armado con fragmentos de la aparente realidad en que estamos inmersos. También muchas de las realidades que imaginamos son solo ideales o modelos de una realidad que inventamos y que esperamos que otros o la vida misma nos configure con sus poderes e instrumentos –algo así como los espectáculos de los ilusionistas en sus escenarios improvisando sus actos en que hacen surgir criaturas o cosas del ambiente de luces y sombras en que se mueven y que el público ávido de prodigios las reconoce como reales (aunque vayan desapareciendo a medida que la función avanza).

Logramos acallar nuestros juicios cuando alcanzamos la comprensión que los desestima como innecesarios y caprichosos. Cada mente que entra en un estado de comprensión se transforma en una mente apacible y autosuficiente.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 12 de febrero de 2023

Distorsiones de nuestros egos...


Distorsiones de nuestros egos:

LAS RELACIONES ESPECIALES 

Hugo Betancur

 

Podemos imaginar dos modos de relacionarnos en un vínculo de pareja o vínculo conyugal.

 

Escojamos una de esas dos alternativas: podemos idear una trama mental conformando un modelo de pareja que se ajuste a unos atributos psicológicos y físicos que fijamos como imprescindibles para poder aceptarla como el ansiado complemento de nuestras vidas.

Según ese modelo personalizado, establecemos nuestra relación de pareja como una relación especial y asumimos que deberá imitar -si fue ejemplar- o trascender -si fue desdichada o insuficiente- la relación de nuestros padres.

Asignamos a la pareja elegible la tarea de proveernos amor y cuidados como lo hacen nuestros padres con nosotros o como debieran hacerlo.

Sin embargo, esa relación que emprendemos no es cotejable con la de nuestros padres ni es una continuidad posible con la suya:  ellos nos han dado su amor y sus cuidados de manera espontánea porque nos consideran una expansión de sus vidas, una parte de sí mismos, y su nexo afloró de circunstancias distintas.

Los requisitos o condiciones que pretendamos aplicar a nuestra pareja para conformar esa relación especial que ambicionamos son una imposición forzante que desvirtúa su libertad y la nuestra.

Tal vez la contraparte trate de acomodarse inicialmente a nuestro libreto de confabulación romántica; sin embargo, ese papel de proveedor de atenciones puede volverse agotador o tedioso a medida que vaya avanzando la trama que hayamos planeado como nuestra relación especial.

Podemos metaforizar estas relaciones especiales con una torre de trozos rectangulares de madera que armamos cuidadosamente entrecruzando las 3 piezas de cada nivel con las de arriba y abajo y apilándolas. Terminada esta faena, procedemos a quitar los trozos de cada nicho uno a uno y los colocamos paulatinamente sobre la parte superior alargando la altura y armando una nueva estructura. A medida que avanza nuestro juego, la torre adquiere otra forma. Llegamos a un momento en que los soportes inferiores la hacen inestable y acaba derrumbándose. Algo similar sucede con esas relaciones especiales que maquinamos acumulando requisitos según progresan en el tiempo y que van menguando hasta desmoronarse porque sus cimientos son poco firmes y los participantes se tornan conflictivos y hostiles.

Todos los ideales son una invención de nuestras mentes y su aplicabilidad está supeditada a las posibilidades de realización. Las ilusiones son solo ilusiones, espejismos para el viajero alucinado que persigue saciar su sed hurgando en la arena del desierto donde ha imaginado una fuente de agua inexistente.

Las relaciones especiales que aparecen como relaciones promisorias en las mentes de quienes las planeamos son desvirtuadas y desechas en el escenario donde las parejas confrontamos nuestros personajes con  sus caracteres, con los sentimientos, emociones y creencias correspondientes.

Esas relaciones especiales tienen su aire enfermizo y sombrío y no conducen a la paz, ni a la comprensión, ni a una menuda o exuberante felicidad sino a la incertidumbre y a la frustración.

La otra alternativa es la relación que establecemos con quien podrá desempeñarse como nuestra pareja asumiendo ese rol desde su libertad y no coaccionada por nuestras imposiciones y nuestras “necesidades” materiales y psicológicas.

La vida, que siempre entraña sus riesgos, es más benigna cuando la enfocamos con afabilidad y respeto hacia nosotros mismos y hacia otros. Expresamos sabiduría y sensatez cuando entendemos que cada uno es diferente en su complejidad y en sus proyecciones y que todo sucede según los rasgos de los personajes y según las circunstancias que los congreguen.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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