BALBUCEOS
Hugo Betancur
Podemos utilizar el verbo balbucear
como analogía para describir fenómenos de comunicación verbal o escrita de
multitudinaria ocurrencia en nuestro mundo actual, caracterizados por la
desidia, la poquedad y el simplismo en la elección de las palabras. Los
políticos y los compositores de música para consumo de las masas humanas son prototipos
de estos pauperizadores de ideas y de léxico.
Bajo este contexto, podemos definir
el balbuceo como la acción de expresarse con pocas palabras y pocas ideas, o
expresarse con reiteración de palabras de uso común y opiniones colectivas de
pobre contenido conceptual.
Los idiomas tienen un filón de
palabras abundantísimo, y de estas algunas poseen una utilidad descriptiva muy
excepcional y muy precisa que sus sinónimos no tienen, para definir aspectos o
rasgos de algo o de alguien a los lectores o a los oyentes. Muchas
palabras tienen el efecto o la propiedad de sugerir o evocar imágenes
instantáneas, lo que las cualifica como las más significativas y elocuentes
-sucede algo parecido con los colores óptimos e irremplazables que requiere un
pintor para caracterizar sus paisajes y sus retratos.
Hay juegos de palabras que tienen un
particular encanto y provecho para los personajes representativos que
mencioné arriba; las repiten hasta la saciedad en sus composiciones y en sus
discursos: “te prometo un futuro mejor, les prometo un futuro mejor” –que
siempre es inalcanzable y distante, tanto en la línea del tiempo como en su
significado práctico-, “alcanzaremos nuestros sueños, nuestras ilusiones” –una
promesa de realización etérea y borrosa-, “siempre te amare”, “estaré
siempre a tu lado”, “siempre estaré al lado de mi comunidad” -enfoques de un
compromiso de permanencia y fidelidad basado en las emociones e intereses del
momento, este término “siempre” transgrede los vaivenes inestables de nuestros
egos, salvo que la ‘necesidad’ imponga los nexos duraderos. Estas pocas frases
hechas con palabras dulzonas y promisorias son solo un ejemplo de un amañado
empleo del lenguaje verbal y escrito.
El uso de las palabras nos permite
elaborar un perfil de quien las emite -"muéstrame que lenguaje utilizas y
te diré cómo eres”. Sin embargo, la evaluación definitiva de cada uno la
hacemos basándonos en sus acciones, todas recopiladas del pasado, que nos permiten
elaborar un semblante de los personajes, de la seriedad de sus discursos y de
la coherencia de sus mentes.
Hugo Betancur (Colombia)
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