RELACIONES
NO AMOROSAS
Por Hugo
Betancur
Para establecer relaciones
amorosas armoniosas es fundamental que hayamos alcanzado un estado de paz y
comprensión con las vivencias que hemos atravesado.
¿Cuál es la primera señal de
que las personas inician una relación no amorosa?
Quienes inician la relación
no amorosa expresan: ¡Esta relación va a darme felicidad! ¡Esta persona me trae
todo lo que me hacía falta y me permitirá cumplir mis sueños!
Sus mentes están enfocadas
en lo que van a obtener más que en lo que pueden aportar o prodigar.
Para ellas, sus expectativas
predominan sobre las opciones concretas que la interacción puede atraer: dos
que se relacionan súbitamente con objetivos de emparejarse establecen unas
manifestaciones posibles, según sus personalidades, sus actitudes y sus
limitaciones, y no pueden establecer unas manifestaciones ideales que no
coincidan con lo que ellos son –sabemos que cada planta produce sus peculiares
frutos y semillas y no otros.
La frase que retrata a
quienes inician una relación no amorosa se resume en "¡Ahora sí voy a ser
feliz!". Su esperanza se dirige a lo que pretenden conquistar, ignorando o
desdeñando sus propios méritos y las restricciones que puedan tener para poder
alcanzar o realizar ese sueño ególatra.
Si estas personas eran no
felices o infelices antes de esta relación en la que se montan como si
fuera su tabla de náufragos, eso es lo que van a poner en el nexo que empiezan
muy ilusionadas y desafiantes o autocomplacidas -todos los implicados
habitualmente consideran estos enlaces repentinos como su más preciado y
futuramente exitoso romance (aunque hayan conocido previamente situaciones de
convivencia que definieron como fracasos, lo que atribuyen a las acciones de
sus parejas, desdeñando su propia responsabilidad y sus desaciertos).
La infelicidad anterior no
resuelta es una cuenta de cobro que les tiene la vida y que no saldaron
oportunamente, y sus intereses acumulados representan conflictos abundantes a
medida que los días corran y sus comportamientos turbios o disociadores vayan
siendo expuestos inevitablemente en la relación que han emprendido.
Las pruebas que la vida les
va presentando confrontan sus planes personales con las retribuciones que deben
pagar y con las tareas que deben cumplir.
La felicidad no es un bien
que pueda ser comprado ni negociado con trampas. No podemos echar atajos para
lograrla sin recorrer el camino que nos corresponde atravesar. Solamente
podemos acceder a esa condición de armonía desde un estado de paz interior y
desde una disposición altruista y sincera.
Cuando nos dominan nuestras
ambiciones desmedidas y nuestros deseos arrebatadores en las relaciones que
imponemos, el desenlace de las historias que armamos no será un final feliz, a
pesar de nuestros pobres alardes de distinción y vanagloria que la vida
desenmascara crudamente cuando menos lo esperamos.
Hugo
Betancur (Colombia)
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