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martes, 27 de marzo de 2012

Celos que provienen de creencias y tradiciones.



LOS CELOS QUE NUESTRAS CREENCIAS Y APEGOS
HACEN POSIBLES

Por Hugo Betancur M.D

En nuestra civilización occidental hemos sido educados según las tradiciones y creencias de nuestros grupos familiares y sociales. Muchas de esas características tienen sus fundamentos en las culturas judeocristianas que imponían la conformación monogámica en la relación de la pareja y que sancionaban drásticamente la desobediencia a este condicionamiento; basaban esta restricción en mandatos religiosos y en propósitos de unidad y progreso familiar.

Habitualmente en los períodos iniciales de las relaciones especiales, cada participante proyecta unas expectativas respecto al otro y le asigna unas funciones que debe cumplir. En ocasiones, esto es expresado verbalmente y con mucha claridad; otras veces, quien lo concibió presume o supone que sus aspiraciones serán cumplidas por su pareja espontáneamente y que no es necesario instruirla sobre esas condiciones y pautas de comportamiento que le ha fijado.

Esas relaciones preliminares tienen atributos y encantos peculiares para cada uno. Si la intención es romántica, los participantes entran en un estado de enamoramiento: son impresionados gratamente por quien aparece frente a ellos y se sienten embelesados por las situaciones plácidas que vislumbran.

El enamoramiento no es amor. Es una percepción de complacencia temporal que da paso a las expresiones de dualidad de cada uno de los actores. Las personalidades van mostrando poco a poco sus rasgos particulares, sus inclinaciones y preferencias, sus dones y sus limitaciones. Los días cálidos y coloridos son reemplazados por días nebulosos y lluviosos. No es posible la fusión de dos que son diferentes –ni siquiera de dos que parezcan identificados en torno a creencias y propósitos-; la vida solo permite los espejismos bajo ciertas condiciones transitorias y cada ser vivo debe acogerse a las alternativas de su propia existencia.

El enamoramiento cede su lugar a la realidad que retrata a cada uno tal como es a través de sus acciones y comportamientos. La luz abundante que entra por las ventanas descubre los aposentos que la noche ocultaba. Ahora se imponen como prioritarias las experiencias compartidas y los participantes evalúan los resultados.
Los seres humanos que conforman una relación como pareja son motivados por muchas razones, conveniencias, ideales, sentimientos, intereses, que a veces engloban erróneamente bajo la definición de amor.

Podemos entender que quien ama es respetuoso, acogedor, solidario, protector, tolerante, sincero; no subyuga al otro ni cede su libertad porque reconoce la sabiduría del libre albedrío.

El amor no tiene polaridades ni opuestos, solo es. Lo que llamamos sentimientos sí tiene sus contrastes: “hoy te quiero pero mañana podría no quererte”, “hoy me siento bien contigo pero mañana podría sentirme mal”, “hoy me gustas pero mañana podrías no gustarme”. Los sentimientos y los afectos dependen de nuestra satisfacción o de nuestra insatisfacción, de las circunstancias. Nuestras reacciones de agrado y conformidad son una manifestación de que hemos sido halagados o servidos.

Cuando las personas establecen sus relaciones de pareja emprenden una observación continuada mutua y pueden convivir o compartir más asiduamente; se tratan y se revelan o descubren para consolidar su vínculo progresivamente o para marchitarlo.

Los celos en las relaciones de pareja

El matrimonio es un nexo ante la sociedad en un ceremonial de iglesia o en una dependencia pública. Dos que se casan se comprometen a cumplir unos requisitos de moralidad entre los que destacan la monogamia y la fidelidad a la pareja –ambos conceptos se complementan (“fidelidad” viene de la palabra latina “fide” que significa lealtad). Dentro de la seriedad asumida con el vínculo, los dos se acogen a cumplir esos requisitos. Uno de ellos puede entrar en conflicto cuando se da cuenta que el otro los quebrantó -si ciertamente los incumplió y si es posible comprobarlo con evidencias, la respuesta anímica de malestar es normal. Psicológicamente podemos entender que esto motiva una reacción afectiva y emocional y que puede presentarse una crisis como consecuencia. Posiblemente esto sirva como precedente y quizá la relación tendrá modificaciones; el incidente los sacude y los obliga a reacomodar sus roles; ya no pueden seguir como antes porque algo imprevisto los confronta y debe ser resuelto por los dos. Quien se siente afectado por el evento puede sentir inestabilidad y manifestar incertidumbre.

Respecto a la relaciones de pareja entre un hombre y una mujer, podemos dar al término “celar” estos significados: restringir, vigilar, ejercer control para comprobar que el otro o la otra no se han involucrado en una relación distinta a la prevista.

Los celos reflejan posesividad, apego, desconfianza. La otra persona ha sido incorporada en la relación como un complemento requerido y le ha sido confiada la misión de compañero exclusivo; no se le concede permiso ni opciones de apartarse del proyecto trazado. 

Los celos pueden aparecer ocasionalmente sin causar desequilibrio y solo como un comportamiento incidental poco significativo; o pueden persistir y volverse un rasgo obsesivo y propiciador de desastres. Reitero: si no ha habido transgresión al compromiso de fidelidad y monogamia, la actitud de quien cela por temores imaginarios es una distorsión de la realidad. Esta fantasía debe ser entendida y desechada por esa persona porque obstaculiza la relación armoniosa de la pareja.

Si los celos son una respuesta ante hechos indiscutibles de una relación satélite actual y no disuelta, con los mismos componentes de intimidad, sensualidad y galanteo en otro escenario, los miembros de la pareja en conflicto deben decidir qué hacer y realizar cambios que les permitan ahuyentar la hostilidad y la frustración tormentosa que amenaza separarlos. Creativamente, deben restaurar el equilibrio alterado, tanto si convienen proseguir la relación como si optan por romperla. Sobran allí las culpas y las condenas –esos no son instrumentos del amor si está presente y al ego solo le servirán como justificaciones y cargas que tornan mezquinos a sus adeptos.

La solución no debe ser pospuesta. Pueden atravesar la adversidad sin declararse adversarios. La permanencia o la partida deben ser asumidas sin resentimiento, sin ideas de venganza, con una disposición de comprensión y de liberación. Han llegado los emparejados a una bifurcación del camino y deben decidir cuál de las rutas tomar: no es posible caminar por dos senderos diferentes al mismo tiempo; allí donde el amor no congrega, los seres humanos establecen sus conquistas precarias y sus brumosos reinos de utopía.

Hugo Betancur (Colombia)


Comentario adicional: expongo como muestra de celotipia un tema de una balada muy popular del siglo pasado:

“CELOS
Cantada por Camilo Sesto. 

“Siento celos,
es seguro que son celos,
el amor es más tranquilo,
tan tranquilo como un beso.
Siento celos,
que es igual a decir miedo,
¿y por qué no?, tal vez sin celos
nuestro amor no sea completo.
Celos, de una sombra de tu pasado
que se acuesta a tu lado
entre mi amor y tu cuerpo.
Siento celos,
ni de macho ni cornudo,
simplemente de amor puro,
de tristeza y desconsuelo.
Celos de los ojos de mi amigo
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento
que te quema a fuego lento
que me hace tu enemigo
Siento celos,
y de ser un buen amante,
me he convertido en tu sombra,
en tu espía, en tu sabueso.
Siento rabia,
que es igual a sentir celos,
de que notes en mi cara
el maldito amor que siento.
Celos cuando escucho una llamada,
según tú, equivocada,
y me dices ahora vuelvo.
Celos de los ojos de mi amigo,
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento,
que me quema a fuego lento,
que me hace tu enemigo.
Celos de los ojos de mi amigo,
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento,
que me quema a fuego lento,
que me hace tu enemigo.
Siento celos...”

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