FRASES DESTRUCTIVAS
Por Hugo Betancur M.D.
Respecto a nuestras
expresiones verbales, podemos considerar como consejo prudente y protector la
frase clásica "¡Mejor
no lo digas!, que nos previene sobre los riesgos de hablar impulsivamente y sin
sopesar las consecuencias de nuestras palabras.
Los mensajes que usamos a diario establecen unos propósitos, unas
expectativas y unos moldes para nuestras vidas; pueden ser provechosos para
contribuir a nuestro bienestar y al de otras personas o pueden atraernos
dificultades.
Las palabras y las frases que utilizamos proceden de nuestros
pensamientos. Nuestros pensamientos provienen de las creencias que fuimos
conformando o asimilando mientras crecíamos.
Pongo como ejemplo algunas frases que escuchamos con frecuencia:
“A
mí todo me sale mal”.
“Nunca
logro lo que quiero”.
“La
vida es muy dura” ó “La vida es muy difícil”.
“No
debemos confiar en nadie”.
“La
vejez es sinónimo de enfermedad y decadencia”.
“Estoy
muy viejo (o estoy muy vieja) para aprender otra cosa”.
“Usted
me conoció así”.
“Loro
viejo no aprende a hablar”. (Tiene
algo de verdad esta afirmación aplicada a los loros y a su capacidad de
elaborar aproximadamente 20 palabras o imitación de palabras, mas no es
adecuada para los humanos que tenemos una mentalidad susceptible a los cambios,
si los emprendemos.)
¿Qué pueden atraer las personas que repiten continuamente esas
frases?
Seguramente en nuestro medio escuchamos muchas frases más de
contenido pesimista o adverso. A veces identificamos a quienes las dicen y los
asociamos con sus mensajes conflictivos. Con tales frases parecen querer
justificar sus comportamientos o excusarse de participar en acciones de cambio.
En la mayoría de las ocasiones esas frases negativas son
innecesarias e inútiles porque predisponen al malestar o a la pasividad
subyugada.
Expongo un ejemplo para analizar el efecto de las palabras y las
frases. Si alguien dice con frecuencia “¡Todo me sale mal!”, con certeza
podemos deducir que efectivamente cada actividad o relación que emprenda esa
persona estará contaminada con esa pauta de pensamiento predominante y
opresora. Mentalmente, ella está predispuesta a fracasar en lo que proyecta o
en lo que hace.
En todo momento podemos cambiar estas tendencias y elecciones
negativas. Es una decisión inteligente y práctica que nos permite liberarnos de
todas esas frases sombrías y nefastas y de sus efectos.
Como hacer esos cambios
Debemos identificar esas frases derrotistas que decimos o que
dicen otros: son mensajes limitantes y perturbadores que predisponen a la
frustración y causan desasosiego; no hacen gratas ni reconfortantes nuestras
vidas. Podemos desecharlas y liberarnos de las imágenes que suscitan en
nosotros y en los demás.
Y podemos acoger como convenientes las ideas y los mensajes
optimistas, constructivos, agradables, conciliadores.
Sólo podemos expresar pensamientos positivos si tenemos en
nuestras mentes esa disposición entusiasta y de confianza. Si nos damos cuenta
que no está y queremos instaurarla, encontremos los motivos que debemos
remover; si tenemos la intención de resolverlos nos corresponde actuar –en un
proceso de aprender y desaprender, de modificar y deconstruir-.
Es muy contradictorio que nos propongamos hacer o decir algo que
interpretamos o percibimos como inaceptable o inadecuado según nuestros
subjetivos sistemas de creencias.
Podemos contemplar la vida con dos enfoques: uno tristón y
claudicante, que nos lleve a sentirnos víctimas propiciatorias; otro alentador
y esperanzado, que nos lleve a la satisfacción y a la integración en nuestras
relaciones.
Aquello que valoremos y practiquemos será nuestro presente, flexible
y optimista, o escabroso y tirante,
según sea nuestra elección.
Hugo Betancur
(Colombia)
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