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jueves, 5 de abril de 2012

Frases punzantes: nuestro lenguaje ofensivo y discordante..



FRASES DESTRUCTIVAS
Por Hugo Betancur M.D.


Respecto a nuestras expresiones verbales, podemos considerar como consejo prudente y protector la frase clásica "¡Mejor no lo digas!, que nos previene sobre los riesgos de hablar impulsivamente y sin sopesar las consecuencias de nuestras palabras.

Los mensajes que usamos a diario establecen unos propósitos, unas expectativas y unos moldes para nuestras vidas; pueden ser provechosos para contribuir a nuestro bienestar y al de otras personas o pueden atraernos dificultades.

Las palabras y las frases que utilizamos proceden de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos provienen de las creencias que fuimos conformando o asimilando mientras crecíamos.

Pongo como ejemplo algunas frases que escuchamos con frecuencia:

“A mí todo me sale mal”.
“Nunca logro lo que quiero”.
“La vida es muy dura” ó “La vida es muy difícil”.
“No debemos confiar en nadie”.
“La vejez es sinónimo de enfermedad y decadencia”.
“Estoy muy viejo (o estoy muy vieja) para aprender otra cosa”.
“Usted me conoció así”.
“Loro viejo no aprende a hablar”. (Tiene algo de verdad esta afirmación aplicada a los loros y a su capacidad de elaborar aproximadamente 20 palabras o imitación de palabras, mas no es adecuada para los humanos que tenemos una mentalidad susceptible a los cambios, si los emprendemos.)

¿Qué pueden atraer las personas que repiten continuamente esas frases?

Seguramente en nuestro medio escuchamos muchas frases más de contenido pesimista o adverso. A veces identificamos a quienes las dicen y los asociamos con sus mensajes conflictivos. Con tales frases parecen querer justificar sus comportamientos o excusarse de participar en acciones de cambio.

En la mayoría de las ocasiones esas frases negativas son innecesarias e inútiles porque predisponen al malestar o a la pasividad subyugada.

Expongo un ejemplo para analizar el efecto de las palabras y las frases. Si alguien dice con frecuencia “¡Todo me sale mal!”, con certeza podemos deducir que efectivamente cada actividad o relación que emprenda esa persona estará contaminada con esa pauta de pensamiento predominante y opresora. Mentalmente, ella está predispuesta a fracasar en lo que proyecta o en lo que hace.

En todo momento podemos cambiar estas tendencias y elecciones negativas. Es una decisión inteligente y práctica que nos permite liberarnos de todas esas frases sombrías y nefastas y de sus efectos.

Como hacer esos cambios

Debemos identificar esas frases derrotistas que decimos o que dicen otros: son mensajes limitantes y perturbadores que predisponen a la frustración y causan desasosiego; no hacen gratas ni reconfortantes nuestras vidas. Podemos desecharlas y liberarnos de las imágenes que suscitan en nosotros y en los demás.

Y podemos acoger como convenientes las ideas y los mensajes optimistas, constructivos, agradables, conciliadores.

Sólo podemos expresar pensamientos positivos si tenemos en nuestras mentes esa disposición entusiasta y de confianza. Si nos damos cuenta que no está y queremos instaurarla, encontremos los motivos que debemos remover; si tenemos la intención de resolverlos nos corresponde actuar –en un proceso de aprender y desaprender, de modificar y deconstruir-.

Es muy contradictorio que nos propongamos hacer o decir algo que interpretamos o percibimos como inaceptable o inadecuado según nuestros subjetivos sistemas de creencias.

Podemos contemplar la vida con dos enfoques: uno tristón y claudicante, que nos lleve a sentirnos víctimas propiciatorias; otro alentador y esperanzado, que nos lleve a la satisfacción y a la integración en nuestras relaciones.

Aquello que valoremos y practiquemos será nuestro presente, flexible y optimista, o escabroso y  tirante, según sea nuestra elección.

Hugo Betancur (Colombia)


 
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