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jueves, 8 de marzo de 2012

Revoluciones imperativas subjetivas: los cambios inaplazables.





LO QUE VEMOS Y LO QUE SOMOS

Por Hugo Betancur M.D.

Eckhart Tolle es un mensajero más en un tiempo en que los mensajes pueden ser divulgados instantánea y globalmente. Sus reflexiones son coherentes con la interacción relativa propia de todos los fenómenos de la vida y de todos los seres vivos entre sí: todos somos afectados por lo que va sucediendo y como en el juego de disponer enfrentadas, verticales, paralelas y consecutivas las fichas de dominó, donde la primera que empujamos arrasa con las demás, así parece ocurrir con lo que hacemos, donde un evento atrae consecuencias inevitables o sirve como iniciador de otros eventos concatenados.

Este mundo, físicamente, sigue la rutina de la acción y la reacción, la causa y el efecto; mentalmente y energéticamente, sigue otros procesos de sincronía y conformación donde nuestras acciones, en resonancia con la conciencia y las ideas que tengamos, y que otros tengan, pueden producir variaciones fundamentales en lo que aparece después.

Jiddu Krishnamurti nos enseñó en el siglo pasado –XX- que el observador es lo observado: lo de afuera es un reflejo de su mente, una proyección que su percepción le devuelve, tan confusa o tan nítida como como sea su capacidad de enfoque.

Y cada observador mira desde una posición –correspondiente al momento de su vida y de su personalidad: lo que cada uno representa en este plano de manifestación (su personaje y sus papeles), las condiciones de que disponga (su psicología particular) y el sistema de creencias con que interpreta lo que aparece en su mente (sus instrumentos de relación y de comprensión).

Una visión confiable requiere un observador entrenado y consciente de sí y de lo que avizora y que tenga perspectivas diferentes que le permitan contemplar aspectos distintos de lo que percibe como realidad.

Nos enseñó también Jiddu Krishnamurti que este es un mundo de relaciones: nuestras vivencias y frutos están supeditados a las relaciones que tengamos, a la forma cómo nos relacionemos, a la disposición que tengamos a cambiar -y por consiguiente a aprender-. Nuestras acciones y relaciones evidencian nuestro dinamismo o nuestro estancamiento en este plano donde la dualidad es un atributo ineludible. Y la repetición mecánica de acciones y comportamientos solo reproducirá un drama monótono reiterado, con actores monótonos, cansados y fatigantes, fácilmente predecibles. 

Solo quien supera la rotación mecánica en el círculo puede ascender a la evolución autónoma en el plano elíptico, haciendo que su centro de referencia sea creativo y no subordinado, lo que representa un estado de conciencia y de voluntad, de óptima energía –el ingreso al plano elíptico le permite al helicóptero alzar vuelo y desplazarse por el amplio cielo.

El movimiento en el círculo horizontal es restringido y de mínima energía, subyugado por los hábitos y los dogmas –quien cree dominar con los dogmas que impone es a la vez esclavo de lo que propugna como algo estático; el esclavo más confundido es aquel que sueña con ser amo y no con alcanzar su libertad y el amo más feroz e implacable es aquel que no reconoce la libertad de otros porque la tradición y su propia ignorancia le han condenado al autoritarismo y a la soberbia –que serán sus elementos de opresión si ejerce una jerarquía, y fungirá entonces como un ser humano destructivo y disociador (aunque se describa a sí mismo como un bondadoso y abnegado lider). 

Fenómenos cotidianos de enfermedades orgánicas y de distorsiones en los procesos de la mente como la depresión y otros trastornos afectivos y de comportamiento están relacionados con estancamientos en torno a eventos vitales a los que los pacientes se sienten atados: ellos siguen girando repetitivamente en torno a un significado estático y doloroso o conflictivo que le han dado a situaciones y relaciones de sus vidas que les siguen perturbando porque no han logrado resolverlos –y los fármacos no tienen ninguna acción sobre los contenidos de sus psiquis, son sólo sustitutos efímeros y deletéreos de una acción necesaria e insustituible que es su propio proceso de comprensión y de liberación y que ninguno puede hacer por ellos.

El Dalai Lama Tenzin Giatso, Jiddu Krishnamurti, Elizabeth Kübler-Ross, Eckhart Tolle, Deepak Chopra, Wayne Dyer, Neale Donald Walsch, Caroline Myss, Esther y Jerry Hicks, Bárbara Ann Brennan, Helen Schukman, Louise Hay. Mahatma Gandhi, Martin Luther King, son algunos de los voceros ejemplares de un entendimiento inteligente y evolutivo adecuado para promover los cambios requeridos, para accionar las revoluciones imperativas de este siglo XXI, junto con una vasta profusión de textos trasmitidos –Un Curso de Milagros y el Pathwork como representativos.

Y como todo lo que este mundo alberga, la polaridad exige sus tributos o retribuciones: la sujeción a un sistema de creencias nos lleva a pensar que lo que identificamos como opuesto es menos válido y que debemos rechazarlo y discriminarlo negativamente; nos mostramos entonces como fanáticos hostiles y desafiantes cuando la vida nos pide flexibilidad, adaptación y benevolencia; haciéndonos jueces innecesariamente, nos negamos la paz que es el puente certero para nuestra armonía y para una sabia comunicación con nuestro entorno y con los demás seres vivos.

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