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viernes, 18 de abril de 2025

"Nosotros, que nos queremos tanto..."

                                                                                                             Disgrace. Fotografía por Juan David Castillo.

DISTORSIONES DE NUESTROS EGOS:

“NOSOTROS, QUE NOS QUEREMOS TANTO…”

Hugo Betancur

Existen numerosos relatos literarios sobre idilios. En “etimologiasdechile” definen el idilio como una “breve e intensa relación amorosa" y la Real Academia Española lo define como una “relación sentimental muy feliz” y “estado emocional de felicidad creado por una relación amorosa” -"breve", "sentimental", "emocional".

Cuando proyectamos nuestros ideales o planes establecemos propósitos -lo que queremos que suceda-, tanto en los asuntos de la vida como en nuestras relaciones. Si hacemos esos encargos concertando nuestro libre albedrio con el de los otros y aplacando los ímpetus y ambiciones de nuestros egos, es posible que nos ajustemos flexiblemente a las opciones de nuestros destinos.

Podemos conjeturar qué afinidad ha cimentado la pareja según sus manifestaciones de afecto y según sus cuidados mutuos, su comprensión y comunicación, también según sus estados de ánimo, optimistas y alegres, o malhumorados y tristes -todos esos aspectos nos permiten elaborar un retrato de los participantes y presagiar su progreso o sentenciar su separación.

Es posible que la mayoría de las relaciones de pareja hayan tenido un inicio promisorio de tierno y motivador romance con visos de felicidad. Cuando la convivencia se acrecienta, los cónyuges tal vez cambien sus sentimientos y perspectivas mutuas, a medida que revelan sus negatividades, sus caprichos e imposiciones, sus temores y vulnerabilidades. El significado que damos a los actos de otros -y el que ellos le dan a los nuestros- también cambia nuestras relaciones.

A la otra parte en estos dúos planeados le asignamos nuestros ideales de complacencia: la provisión de vivencias gratas y de bienestar, el acompañamiento constante que espante nuestra soledad y atenúe nuestros temores, la tolerancia y la sumisión a nuestras decisiones. Tal vez ella o él hayan elaborado un guion parecido que deberemos hacer realidad.

Ideamos un libreto atiborrado de imágenes placenteras para el personaje que nos asistirá en nuestra historia conyugal con la esperanza de que cumpla nuestras ilusiones -igual que lo hacen los directores de cine a sus actores durante el rodaje de las películas, a nuestra pareja le exigimos que se ajuste a nuestro argumento para asegurar nuestro éxito.

Si esas relaciones de pareja tuvieron su inicio desde la libertad de cada uno y desde su percepción de sentirse completos, es posible que fluyan en equilibrio, sin condiciones de dependencia ni de necesidad, y probablemente impregnadas de sinceridad y afecto reciproco -y quizás también con una disposición amorosa mutua creciente que preserve su armonía.

Si esas relaciones de pareja tuvieron su inicio desde una percepción de uno de los dos de minusvalía  o de  necesidad, su pretensión será obtener la validación y la resolución de su carencia por el otro; si había un objetivo  unilateral de conquista, uno deberá obtener su botín y la obediencia del otro; si el objetivo fue la  adquisición del conyugue  complementario o del aprovisionador, tramada por alguno de los dos participantes , o por los dos, la disparidad será la característica que rija ese nexo y que ocasionará su ruptura -estos requisitos exigidos se constituyen en una corriente forzante que pretende maquinar y subordinar y que impide que cada uno actué espontánea y autónomamente.

Esas relaciones inestables y conflictivas, en que los sueños de felicidad se han convertido en pesadillas, y que la pareja experimenta en un escenario de malestar y sufrimiento deben ser disueltas. El remedio para esa tortura es la separación -cada uno debe despertar a la realidad que le permite descubrir el drama de maltrato y sometimiento que ha padecido.

(La separación también puede ser precipitada cuando los cónyuges, después de una relación corta o larga, hacen sus inventarios de frustraciones, decepciones y desventajas, y concluyen que sus anhelos y expectativas fueron fallidos y que el desengaño ebulle en sus mentes).

Muchas de esas historias agobiantes quizá terminen dramáticamente y enigmaticamente como en el bolero “Nosotros” del compositor Pedro Junco junior, de Pinar del Río:

“…

“Nosotros,
que del amor hicimos
un sol maravilloso,
romance tan divino".

“Nosotros,
que nos queremos tanto
debemos separarnos,
no me preguntes más".

“No es falta de cariño,
te quiero con el alma,
te juro que te adoro
y en nombre de este amor
y por tu bien te digo adiós”.

El amor no consiste en anclarse a un cónyuge, a un hogar, a una rutina de convivencia, lo que podemos interpretar como un espacio y vinculo de aparente confort que nos brinda protección y deleite. El amor que podamos declarar verbalmente no está fundamentado en las atenciones y asistencia que otros nos dan y que tal vez nos prodigan afectuosa y sinceramente -eso podríamos llamarlo nuestra querencia por gratitud de esos cuidados y privilegios que nos dispensan.

La separación de las parejas empieza en el inicio de sus relaciones cuando el otro es escogido como un objetivo de ganancia y utilización, y va consolidándose a medida que los intereses, las demandas y las expectativas confrontan a los cónyuges en una competición de coacción y control. (La intención amorosa esencial en el inicio de nuestras relaciones quizá sea "Quiero darle felicidad  y bienestar a este ser humano, sin convertirme en su sirviente y sin ceder mi libertad").

El amor es la conjunción de fortaleza, confianza, integridad y armonía en nuestras mentes que nos relaciona generosa y responsablemente con el entorno de la vida y con los demás seres vivos. El amor es la brújula que nos guía a través de las dificultades, de la confusión, de los temores, de la soledad que es tormentosa y de nuestros destinos que son inevitables.

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 13 de abril de 2025

Lo que muere y lo que sigue viviendo

                                                                                                                          Fotografía por Elízabeth Betancur

LO QUE MUERE Y LO QUE SIGUE VIVIENDO

Hugo Betancur

 

Podemos hacer una metáfora de la vida imaginándola como una magnificente película donde cada uno de nosotros como actor desde el Plano creativo del Alma ha conformado su guion y su personaje y lo va integrando a los otros personajes y sus guiones.

De esa multitud de mentes en escena surge la trama de la película humana expandida a través de la línea del tiempo que no tiene director dominante ni libreto de obligatorio cumplimiento sino personajes distintos con sus propios libretos que entrecruzan en las múltiples relaciones del conjunto mientras efectúan un reconocimiento de lo que ha sucedido antes -guardado en las historias disponibles y en las creencias asimiladas por cada uno.

A medida que hacemos nuestras representaciones la vida avanza incontenible y nuestros destinos se van deshaciendo.

Cada alma tiene su libre albedrio para crear y experimentar las historias particulares que suceden en las existencias progresivas.

No nos es posible estancar los momentos y las relaciones que nos parecen felices -congelar una escena es quitarle movimiento y acción y convertirla en un cuadro fragmentario de aquello que sucedió y ya no es, y nos muestra como espectadores obsesivos y pasmados.

No podemos atar a otros a nuestros ideales de éxito, de acompañamiento motivador y permanente, de relaciones en que nosotros mismos debemos superar nuestras creencias limitantes, nuestra soledad, nuestros conflictos y frustraciones. Evadimos nuestra autonomía y mantenemos nuestro anclaje a la vida gracias a la presencia de esos otros y a su sumisión condicionada que parece complementarnos o suplir nuestra desvalidez. Nos empeñamos en revestir de cualidades, requisitos y comportamientos ideales a los demás, los azuzamos y los hostigamos para que nos obedezcan y se ajusten a nuestras expectativas y demandas. Nos apropiamos de otros y los cercamos obligándolos a permanecer en nuestros espacios y nuestras vidas porque "los necesitamos”.

Debemos celebrar la biografía de cada personaje en su inalienable libertad de elecciones y acciones, apilando en la sucesión de sus días sus episodios de bondad, de alegría contagiosa, de vulnerabilidad y tristeza, de depresión, de incertidumbre y minusvalía cuando la vida no se ajustó a sus ideales y expectativas de bienestar y ganancia -y tal vez, coincidentemente, tampoco se ajustó a los que nosotros le habíamos encargado. 

Rutinariamente, todos los personajes agotamos la trama de nuestras historias para que algún funcionario certifique que no estaremos más. Cuando los cuerpos exhalan su último aliento solo muere el personaje que lo habitaba; y nuestras Almas siguen resplandeciendo en la Eternidad de su condición Espiritual.

Solo el amor nos reconcilia con la vida y sus criaturas vivientes y cambiantes. Y solo el amor nos permite mirar hacia el pasado y el presente con una comprensión amable y compasiva.

Podemos recordar que el presente es nuestro espacio dinámico para observar y vivir nuestro destino, liberándonos conscientemente del pasado plagado de sufrimientos y de pérdidas y del futuro como un panorama incierto y medroso.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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sábado, 5 de abril de 2025

Los caminos recorridos y por recorrer

                              AGAPE. Escultura de Carlos Andrés Betancur.

CAMINOS Y ENCRUCIJADAS

 

Hugo Betancur

 

"Un camino no es más que un camino.

Que lo abandones

cuando tu corazón así te lo indique

no significa ningún desaire

a ti mismo ni a los demás.

Pero tu decisión de seguir esa senda

o apartarte de ella

no debe ser producto del temor ni la ambición".

“Te advierto:

examina cada camino atentamente...

Luego hazte esta pregunta:

¿Tiene corazón este camino?

...

Si ese camino tiene corazón,

entonces es bueno.

De lo contrario, no te servirá de nada..."

 

"Las enseñanzas de Don Juan”

Carlos Castaneda.

 

La vida es una progresión de formas físicas, eventos y manifestaciones que conforman lo que llamamos realidad; sucede en procesos de expansión y contracción en los que participamos con acciones y relaciones que nos involucran en situaciones de dualidad. En un extremo, nos vemos inmersos en crisis, conflictos, dificultades; en otro extremo, disfrutamos períodos de recompensa donde están presentes la alegría y la risa desbordante   junto con alguna sensación de paz y espontáneo optimismo.

 

Hemos oído decir que la vida no es un camino sino una jornada. Sin embargo, en nuestro atributo de viajeros que nos desplazamos por la geografía del planeta y por los escenarios humanos, nos imaginamos recorriendo caminos eventuales.

 

Esos caminos pueden ser escabrosos y monótonos si nos habituamos a lo conocido con su carga de dificultad, disociación y competitividad –lo rutinario, lo que no parece tener cambios significativos o notables y donde nos conformamos con las relaciones y los resultados tal como han sido establecidos por los personajes que representamos.


Si el desempeño y los comportamientos de cada uno de nosotros procede de sistemas de creencias fijados en el pasado, nuestras actuaciones y reacciones se tornan previsibles y reiteradas -tan fáciles de describir como el movimiento circular de los engranajes de una maquina con sus ruedas dentadas que giran encajando sus piñones e impulsadas por fuerzas externas.


 O esos caminos pueden ser luminosos y variables, con su energía plena llenando nuestra mente y nuestro corazón pasajeramente y mostrándonos exultantes y afables, impulsados por nuestras propias fuerzas y motivaciones. 


Sin embargo, lo habitual es que los caminantes hagamos ambiguos esos caminos -agradables o accidentados según nuestras motivaciones y  nuestro ánimo en cada trayecto y condicionados a los guiones de nuestras mentes. 


En ocasiones, atendemos las señales de alerta que la vida pone a nuestro paso, y podemos advertir la dinámica de los conflictos por resolver: nos anuncian que es adecuado e impostergable realizar cambios.   Para cada uno de nosotros se presenta entonces una bifurcación de caminos: uno sigue siendo el que hemos transitado y otro el camino que podemos emprender como opción de esos cambios posibles. No podemos seguir a la vez por los dos caminos porque son distintos y debemos hacer una elección oportuna.


Si nos decidimos por el camino positivo, emprendemos una ruta de bienestar, liberados de culpas, reproches y temores. Podemos experimentar alegría mientras lo recorremos y  podemos sentir una brisa cálida y afable acariciándonos la piel. 


El otro camino podemos llamarlo negativo: nos sentimos mal recorriéndolo, como transeúntes sobrecargados, lentos y fatigados, y además desesperanzados, con la cabeza baja y negándonos a ver los colores y sonidos del paisaje.


¿Cuál camino escogemos?

 

Todo lo que elegimos nos corresponde con sus cualidades.

 

La vida es cambio siempre.  Lo que no cambia podemos llamarlo estancamiento, apego, limitación: un campo desolado donde sólo quedan vestigios de vida –el vuelo de algún ave solitaria, el ruido del viento sobre los troncos y tallos desprovistos de vegetación, la ausencia de voces y de pasos, el humo gris elevándose de las cenizas de leños consumidos por el fuego, la luz apagada del invierno llenándonos de pesimismo y de aflicción.

 

Mientras tanto, la jornada va agotándose y nos queda imposible reconstruir los momentos de la vida que ya cumplimos: se han ido los actores y la utilería ha sido removida de los escenarios que ocupamos antes. Ahora han sido redecorados los ambientes para que otros actores reciten sus líneas y den representación a sus personajes -y solo podemos asistir allí como espectadores que contemplamos dramas parecidos a los que ya experimentamos.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 30 de marzo de 2025

Ponernos a paz y salvo con nuestro pasado


                                        Ilustracion de Elízabeth Betancur Y.


     PONERNOS A PAZ Y SALVO, SALDAR NUESTRAS CUENTAS.


Hugo Betancur


En nuestro presente, muchas situaciones y eventos de nuestras vidas distraen nuestra atención de las circunstancias del momento. Involuntariamente llegan a nuestras mentes las imágenes que formamos de esos sucesos pasados: las hacemos actuales y las enfocamos en nuestra memoria tal como las percibimos y las asumimos antes. Algunas de esas situaciones nos importunan, representan para nosotros sufrimiento, resentimiento, negatividad.

 

¿Es útil y conveniente para nosotros hacer este ejercicio repetido de recordar y retraer nuestras interpretaciones sombrías?

 

Nos canta Charles Aznavour** en los registros magnéticos su tema evocador “Lo que fue ya pasó”*:

“Lo que fue,

¡ya pasó!,

sin un porqué nació y terminó...”

“…más luego al olvidar,

del tiempo yo aprendí,

que el gozo y el pesar,

el viento se lo lleva...”.

 

Reiteradamente escuchamos o expresamos los dichos “saldar cuentas” o “ponernos a paz y salvo”, que significan: resolver algún asunto o deuda pendientes y armonizar con hechos o seres humanos relacionados con nuestras historias.

 

Si logramos poner en práctica las acciones propuestas en esas frases, podemos concluir nuestros duelos y liberarnos de nuestras interpretaciones tormentosas y de nuestra condición de “heridos” o “lastimados” -así dejamos ir lo que ha reverberado insidiosamente en nuestras mentes y nos desprendemos de todas las obsesiones enfermizas que nos confinaban.


Hugo Betancur (Colombia) 

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*"Lo que fue, ya pasó". Charles Aznavour:

https://youtu.be/FzlsKqc7D_0?list=RDFzlsKqc7D_0

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**Charles Aznavour (París, 22 de mayo de 1924-Mouriès, 1 de octubre de 2018), fallecido a los 94 años. Su nombre de nacimiento: Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian (Շահնուր Վաղինակ Ազնավուրյան Բաղդասարյան). Hijo de los emigrantes armenios Michael Aznavourian, barítono, y Knar Baghdasarian, actriz. Su padre cantaba por los restaurantes antes de abrir Le Caucase su propio restaurante. Aznavour fue  cantante, compositor, actor, director, diplomático y poeta.

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