VIVIR CON AMOR
(Cuando superamos conceptos
incoherentes
y situaciones equívocas de
la vida)
Hugo Betancur
Nos creímos muchas veces el
cuento de que la gente moría de amor. Posiblemente lo aprendimos de las
creencias colectivas heredadas como un paquete de información imperativo que no
logramos modificar.
“Morir de amor” aparece
como una frase melodramática que ha sido tema de canciones, libros, películas,
telenovelas: allí los personajes culminan sus existencias cuando sus historias
románticas o afectivas son truncadas por lo que ellos consideran una pérdida, o
un luto súbito e inevitable, o una tajante exclusión que otros deciden sin su
consentimiento de alguna relación conformada previamente. En esos momentos, el
encanto es reemplazado por la frustración o por la infelicidad por parte de
quien se sintió afectado o afectada y la crisis se presenta con toda su fuerza
conmocionante y destructiva –“Me muero si no estás”, “me muero si te vas”, “me
muero si me abandonas”, “me muero si me dejas”, “me muero si te vas con otra o
con otro” (cada una de estas frases advierte una premonición calamitosa y
expresa una coacción para que la pareja permanezca en la relación sin importar
que pudiera precipitar la ruptura).
Si la separación ocurre,
entonces los personajes desdeñados, o abandonados, o huérfanos, entran en una
fase de abatimiento y autodestrucción. Algo parece faltar en sus rutinas
cotidianas y deben afrontar la situación de ajuste inminente. La vida ha
cambiado contra sus previsiones de durabilidad y estabilidad –porque muchos
ritmos de la vida son inciertos para nuestras mentes egoístas ávidas de
satisfacción y de obediencia- y ellos o ellas emprenden un drama de
autocompasión y de aflicción.
Ninguno muere de amor (si
es que alguien muere después de la disolución del yugo con su pareja tal vez
sea por desesperación porque le despojan de aquel o aquella que consideraba de
su propiedad). En muchas ocasiones, esos seres humanos apesadumbrados o
martirizados sobreviven persistiendo en mantener sus duelos o su protesta
infructuosa con rituales de sufrimiento, o de culpabilización, o de
reprobación por lo que aconteció -y a veces conforman enfermedades como estigma
de sus vivencias de separación.
La muerte física raramente
ocurre y la depresión que sobreviene cuando las relaciones se rompen
abruptamente es un estado mental de auto aniquilación y de consternación porque
los guiones de la vida no se acomodaron a las exigencias, deseos y planes de
quien fue desairado o desairada.
Todas nuestras relaciones son efímeras debido a las condiciones fundamentales
de la vida -cambios constantes, impermanencia, incertidumbre.
Todo lo vivo pasa. Dejamos
huellas, evidencias de nuestra presencia y de nuestras acciones mientras
consumimos el aliento de nuestros cuerpos físicos que en algún instante han de
morir o han de partir. Las reacciones de dolor, o sufrimiento, o negación, no
modifican ese acto de lo que llamamos pérdida ni de la muerte -estos dos
eventos nos indican que alguien ya no está, que está ausente. La energía y la
mente que animaban la estructura orgánica viva se liberan de su vehículo
transitorio para integrarse después a nuevas conformaciones de nuestro ser
real.
¿Es posible que algo o
alguien se auto sacrifique para darnos todo lo que esperamos obtener? ¿Es
posible que los seres humanos cumplamos los roles que otros nos hayan asignado
mientras la vida va cambiando y nosotros también porque somos sacudidos por sus
efectos e impresionados por las interacciones y por nuestras percepciones?
“Morir de amor”
posiblemente signifique morir por obsesiones, por apegos enfermizos, por
dependencia cuando hemos cedido nuestra autonomía, por sufrimiento porque nos
resistimos a dejar pasar los eventos en que nos hemos involucrado -todo esto
son condiciones psicológicas de egocentrismo y auto referencia*, aunque lo
hayamos revestido con una capa ficticia de enamoramiento y grandiosidad.
Estos seres humanos afectados por los eventos y
relaciones de sus vidas también deben afrontar las fases del duelo o pérdida
descubiertas por la médica psiquiatra Elisabeth Kübler Ross**: 1) Negación
y aislamiento. 2) Ira. 3) Pacto/Negociación.
4) Depresión. 5) Aceptación. Sin embargo, muchos
se quedan atascados en las dos primeras etapas, en una actitud de resistencia y
rechazo contra lo sucedido -y no es posible deshacer las vivencias: solo comprenderlas
y aceptarlas para poder liberarlas.
Quien se traza el objetivo
de “poseer” a otros se desposee a sí mismo; quien se propone enajenar a otros
se enajena a sí mismo. Bajo esa imagen de conquista crea un apego que limita su
libertad y la de otros. Si logra “morir de amor” -según la distorsión que le ha
dado a ese estado de obsesión que llama amor-, realmente muere de desamor,
respecto a sí mismo y respecto a quien consideraba el objeto de su conquista o
de su ilusión.
Como contraste, “Morir por
amor” es una frase más adecuada a personajes que prodigaron sus vidas en
situaciones trascendentales de nuestra compleja historia humana. Nos referimos
a seres humanos que ofrendaron sus vidas para que otros sobrevivieran o para
que otros obtuvieran su libertad y para que las sociedades emprendieran sus
cambios a costa de su sacrificio particular. Allí hubo circunstancias en que
los personajes realizaron acciones voluntarias como héroes, con una gran
generosidad y altruismo; como consecuencia, perecieron o fueron inmolados para
cumplir la tarea que proyectaron en sus mentes.
“Morir de amor”, a mi
parecer, es un falseamiento del significado profundo propio de este
sentimiento. Y esa confusión de conceptos lleva a los responsables a
comportamientos y actuaciones trágicas y disociadoras que tal vez sólo sean
estrategias o presunciones atribuibles a sus planes y enfoques egocéntricos y
arrolladoramente conflictivos.
Vivir de amor es una
proyección más trascendental y edificante. Nos relacionamos con otros en la
dimensión de libertad propia de cada vida Si el amor está presente, las jaulas,
los cercos y los yugos no aparecen. Nos movemos en un espacio de cálida brisa y
de dulces fragancias, donde las emociones positivas de alegría, gratitud y
optimismo nos acercan espontáneamente -nada que lamentar, nada que imponer,
nada que reprochar a otros.
Hugo Betancur (Colombia)
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Llamadas:
*Auto referencia. Significa
más o menos: “Todo lo que ocurra debe acomodarse a mis expectativas y a mi
visión del mundo”.
http://ideas-de-vida.blogspot.com/2011/12/elisabeth-kubler-ross-cinco-etapas-del.html
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Otras ideas de vida
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