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viernes, 5 de enero de 2024

Sucesos de la existencia

                                                                                                                                         Fotografia por Elízabeth Betancur.

SUCESOS DE LA EXISTENCIA,

¿Y QUE…?

Hugo Betancur

La existencia y la realidad son conceptos afines   que aplicamos a todas las cosas que pueden ser percibidas, que tienen masa y forma y que ocupan un lugar en el espacio, unas son inertes, minerales, o son fenómenos naturales, y otras son organismos biológicos. También definimos como existentes y reales las manifestaciones que los observadores podemos racionalizar o considerar o analizar: nuestros juicios, nuestras interpretaciones, nuestras creencias, nuestras ideas -surgen como procesos de la  mente que cada uno configura y comunica a su modo.

Participamos en las relaciones y eventos de la existencia, a veces como personajes eficientes, con iniciativas coherentes y prácticas que nos favorecen y  en otras ocasiones como personajes pasmados y desubicados, susceptibles a cometer errores  que nos afectan.

De pronto ocurren acontecimientos imprevistos que nos causan tristeza o alegría, satisfacción o malestar. Descubrimos que las situaciones escapan a nuestro control, que tienen su propio ímpetu y dirección.

Imaginemos que en unas ocasiones estamos montados en un carrusel de bancas o de caballitos, girando en su inercia, y que en otras ocasiones somos quienes caminamos o trotamos alrededor empujando la plataforma para que dé vueltas. Tal vez lo mismo suceda en nuestras vivencias cotidianas: alternamos nuestros roles de personajes, en unas ocasiones protagonizando los papeles  principales en que imponemos las pautas de acción, y en otras ocasiones representando papeles secundarios, sometidos al manejo que otros le dan a las situaciones.

Cuando nos llegan las crisis y las separaciones, nuestras mentes reaccionan elaborando culpas y desasosiego: habitualmente, negamos nuestros comportamientos que pudieran haber precipitado los acontecimientos adversos; también podemos representar cuadros de sufrimiento y de negación de las circunstancias.

¿Y qué…? Poco útiles resultan nuestras protestas, nuestros lamentos, nuestras justificaciones como respuesta al conflicto desatado -los reproches, los insultos, las reclamaciones tampoco nos restauran la tranquilidad, si es que la  teníamos (y algunas veces nuestras quejas hasta iban dirigidas contra Dios por permitir que nuestros sueños se desvanecieran).

Nuestros duelos nos permiten hacer una depuración psicológica: reflexionamos sobre los hechos, desmenuzamos la trama de las historias en que  participábamos -no es extraño que nos rotulemos como inocentes en esa transición y acusemos a otros como causantes de nuestras desdichas, o paradójicamente nos infligimos nosotros como un autocastigo las culpas que improvisamos-, y talvez vayamos liberando nuestros apegos y posesividad cuando va pasando el tiempo y logramos apreciar cómo  nuestra victimización nos encierra y obstaculiza las soluciones redentoras.

Nuestra impotencia para obtener lo que anhelamos o ambicionamos y nuestra resistencia a los aprendizajes y a los cambios incuban estados de infelicidad y de conflictividad persistentes que nos marginan de relaciones acogedoras y constructivas. Cuando nuestro sistema de creencias es muy cerrado, inexpugnable, acabado, nuestras existencias languidecen y se tornan insociables y lastrantes.

¿Y qué…? ¿Qué resulta de toda esa psicotragedia personalista y amañada que representamos siguiendo la negatividad de nuestros egos y la invalidación, en unas relaciones que debimos establecer sobre principios de libertad, de vulnerabilidad, de incertidumbre e impermanencia, que es lo propio de la vida y que todos los seres humanos debemos afrontar? 

Hugo Betancur (Colombia)

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