Vistas de página en total

lunes, 7 de agosto de 2023

¿Podemos aprender de nuestras vivencias tormentosas?

                                                                                                    Puente sobre la autopista Sur en Medellín, Colombia.

LA DISPOSICION A RECONOCERNOS EN NUESTRAS RELACIONES

Hugo Betancur

 

Una percepción sana e inteligente que podemos desplegar en nuestras relaciones con otros seres humanos consiste en que consideremos sus comportamientos o errores -y los nuestros- como algo inevitable, a veces útil y adecuado para llevarnos a una transición inaplazable. 

El conflicto aparece como una señal de advertencia: ¡Has llegado al escabroso reino de la rutina tediosa! ¡No sigas ahí porque estás perdiendo tus motivaciones optimistas y tu libre albedrío! 

Los personajes de la historia y nuestros sentimientos han cambiado. Mientras representábamos nuestros papeles nos fuimos disociando paulatinamente hasta llegar al hastío compartido. Es el momento de cambiar los guiones y los escenarios.

Ninguna evasión es apropiada. Es la ocasión propicia para explorar nuestra mente y hacer nuestra indagación sobre lo que somos y sobre las relaciones disconformes. 

Sobran en cada ahora las culpas, las acusaciones y las justificaciones –la vida se justifica a sí misma-; todo está dispuesto para que liberemos las ataduras y reflexionemos sobre la jornada recorrida.

Podemos hacer una pausa para observar en silencio y quietud nuestra mente: qué juicios hacemos, cómo nos sentimos, qué reprochamos, qué des-cubrimos. Hacemos una pesquisa sobre nosotros mismos, un proceso de autoconocimiento, que nos lleva a un umbral de consciencia. 

Somos inteligentes si logramos aprender de nuestros errores y somos afortunados si podemos corregirlos.

Si valoramos a las personas con quienes nos hemos relacionado, adoptamos un propósito de entendimiento y de trascendencia sobre las vivencias comunes: todo sucedió según las personalidades y las opciones de elección posibles para los participantes; el agua solo pudo fluir a lo largo del cauce descendente excavado en la tierra. 

Solo podemos reconformar la vida en el presente. Lo pasado sólo nos sirve como experiencia para deconstruir1 o para transformar. Todo lo que hicimos dejó alguna huella y todo lo que dejamos de hacer también (las acciones no realizadas también nos retratan ante los demás). 

Muchas veces hemos definido las relaciones que atravesamos como destructivas o muy conflictivas y desgastadoras, lo que nos ha llevado a las crisis -las manifestaciones en el tiempo de inestabilidad en nuestras historias particulares- que nos indican que debemos hacer cambios. Y si hacemos parte de esas relaciones discordantes no estamos allí por azar sino con un designio que nuestro limitado intelecto no alcanza a descifrar y que debe ser resuelto en un proceso de comprensión y aceptación.

Durante esas crisis podemos pasar de una extrema emocionalidad y agitación a una condición aparentemente pasiva o evasiva; podemos absolvernos y justificarnos mientras culpamos a otros o podemos reprocharnos y experimentar malestar por la interacción vivida. 

Esas actitudes son egocéntricas y disociadoras. Son sólo reacciones habituales y previsibles. 

Esas crisis tienen para nosotros dos componentes: cómo nos sentimos –la percepción subjetiva- y cómo lo expresamos –nuestras emociones.

Una vez que menguan nuestras emociones básicas, especialmente la ira2 y la aflicción, tras la situación o relación truncada que las hicieron surgir, podemos enfocar nuestra atención en la culpa y el rechazo, emociones secundarias, tal vez, o en la reflexión constructiva y en la auto observación –¿cuál es mi responsabilidad?, ¿qué provecho puedo obtener de esta experiencia?

A veces consideramos nuestras rutinas algo así como un refugio seguro y confiable; nos quedamos estáticos, aunque la vida nos advierte continuamente que estamos postergando los aprendizajes y las soluciones -nuestros rostros están ausentes del presente y nos mostramos preocupados, distraídos, irritables, infelices. 

Las relaciones que emprendemos con actitudes egoístas (los ‘proyectos de vida’ que trazamos a otros para que nos den felicidad) nos hacen muy vulnerables; los intereses, los anhelos y los atractivos que conforman ese entramado utilitario nos ligan más a los resultados que a las personas y nos obligan a mantener una dualidad truculenta ante ellas –quizá fingiendo que lo afectivo es lo esencial entre ellas y nosotros, o posiblemente involucrándonos en un auto engaño que las prioridades no obtenidas nos obligan a des-velar.

En cambio, las relaciones que emprendemos con actitudes altruistas, libres de ansiedad y codicia, reflejan nuestra fortaleza. Lo mismo ocurre con aquellas relaciones donde nuestra afectividad es espontánea y franca: no forzamos las situaciones y podemos apreciar a las personas como son sin entrar en pugna con ellas, más dispuestos a consentirlas que a censurarlas, y más solidarios con sus dificultades.

Nuestros juicios negativos son una trampa y un lastre porque provienen de nuestros egos y de sistemas de creencias que conservamos inmodificados y rígidos en nuestra memoria mientras la vida va pasando. 

Las personas que nos aman permanecen cerca, aunque hayan ido muy lejos. Nos sentimos unidos a los amigos viejos y a los recientes sin las barreras de los protocolos sociales, económicos o culturales. Nuestras manos y nuestros abrazos comunican alegría, protección y confianza. No nos hacen falta las simulaciones ni las cartas marcadas bajo las mangas. 

Las relaciones interrumpidas muestran simplemente el término o cierre de un drama donde los actores estaban disgregados: cada uno recitaba las líneas del personaje representado –conquistador, soñador de su sueño exclusivo que el otro debía llenar, avaricioso y ensimismado. Las funciones repetidas y monótonas en los escenarios cambiantes llenaron de fatiga y frustración a los actores por lo que la separación les parece una conclusión inevitable y redentora según el sistema evaluador del ego.

El amor y la amistad cumplen dos requisitos: crecen a medida que pasa el tiempo y soportan las tormentas que sacuden sus cimientos. Lo demás son ilusiones, tan frágiles como un papel quemado y tan irrecuperables como las palabras voceadas en el aire. Y se desvanecen tan volátiles como parecieron formarse, a pesar de los pesares y del sufrimiento que dejaron como indicio.

Podemos deducir que las situaciones y relaciones agradables que evocamos con nostalgia y gratitud son aquellas en que logramos una aproximación sincera y una integración equilibrada. Nos sentimos regocijados con la presencia y acciones de otros y fuimos correspondidos; sabemos que no participamos en intercambios de conveniencias -basadas en necesidades, adquisiciones o accesos que nos producían ganancias secundarias-, ni en conquistas –donde alguien debió ser avasallado o sometido para que otro u otros obtuvieran sus trofeos y su tributo de placer. 

No son las experiencias intensas y obsesivas, ni la avidez impetuosa que debió ser saciada, ni los excesos vividos en los altares y rituales de los sentidos lo que nos llega como recuerdo amoroso a medida que avanzamos en nuestros caminos. Todo eso no es más que la resaca –un nudo en la garganta, niebla sobre el pasado confuso- que nos queda como vestigio amargo.

Cuando nuestra visión nos trae imágenes alegres de la jornada cumplida nos damos cuenta que recorrimos el itinerario adecuado y que los viajeros que nos acompañaban siguieron siendo nuestros amigos, aunque sus siluetas y sus voces se hubieran perdido en la distancia.

Hugo Betancur (Colombia)

____________________________________________________

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­        1. Deconstruir: cambiar nuestras ideas.

2. Ira: una emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado o frustrado en la consecución de una meta o en la obtención o satisfacción de una necesidad. [Izard -1977] Danesh (1977) e Izard (1984) consideraron que los organismos responden ante la percepción de una amenaza con un impulso de ataque -la ira-, o con un impulso de huida, propio del temor y la ansiedad. Rothenburg (1971) argumentó que en seres vivos sociables la ira era una reacción y un mensaje en contextos de relaciones significativas.

______________________________________________

Otras ideas de vida en:

  

http://ideas-de-vida.blogspot.com/

 

http://pazenlasmentes.blogspot.com/

 

http://es.scribd.com/hugo_betancur_3

 

Este Blog:

 

http://hugobetancur.blogspot.com/

 

No hay comentarios: