MAS ACEPTACIÓN Y CONCILIACIÓN,
MENOS MEDICACIÓN.
Hugo
Betancur
El pasado
es la parte de la historia que ya ha sido cumplida –la historia de
cada uno de los presentes y los ausentes, la historia humana, la historia de la
naturaleza.
El pasado
es inmodificable: hace parte de un entramado que fue revelándose paulatinamente
como las imágenes de los antiguos negativos de fotografía, que adquirió forma,
atributos, funcionalidad.
Captamos
con nuestros sentidos los hechos y los interpretamos con nuestra mentalidad del
momento, dejándolos estáticos y disecados, o asumiéndolos como transiciones y
circunstancias dinámicas y temporales.
Todo lo que
aceptamos lo incorporamos a nuestra biografía acoplándonos a su ritmo y a su
movimiento. Lo que nos resistimos a aceptar nos pone en posición de adversarios
respecto a los actos de otros o a las situaciones que ocurren; sin embargo, lo
sucedido es inalterable -como en una vieja fotografía en papel, las imágenes
quedan fijadas en nuestras mentes, y lo mismo que los retratos revelados de la
cámara, se van volviendo borrosas y deslucidas con el paso del tiempo.
Nuestra
aceptación de las situaciones es lo que les confiere una trascendencia pasable:
transigimos con los eventos, con las relaciones rotas, con la ausencia de los
seres vivos queridos o amados que dejan de estar junto a nosotros, con la
pérdida o deterioro de las cosas que valorábamos o que nos eran útiles.
Cuando
transigimos con lo que llamamos realidad nos liberamos de la tiranía de la
culpa, de la victimización, de los duros juicios que elaboramos, del
resentimiento con que reaccionamos, de la frustración porque la vida y los
vivientes no obedecieron nuestros deseos, nuestros sueños, nuestros ideales.
Las
películas de nuestras existencias simplemente suceden según las circunstancias
de cada uno: nuestros escenarios están dispuestos para nosotros y para nuestros
relacionados y las escenas a representar corresponden a los libretos que nos
conciernen a todos que a mi parecer son elaborados por las almas de los
debutantes -siempre primerizos, desprevenidos, enganchados, desconocedores de
la evolución de la trama que nos convoca.
Cuando
permitimos que todo suceda como es posible, nuestras mentes sobrepasan la
conmoción y emprenden el proceso de entendimiento y conciliación con los
episodios de nuestras historias.
A mayor
transigencia y adaptación, alcanzamos más paz, mansedumbre, libertad. La
meditación con el propósito de definir nuestros conflictos y de sobrepasar
nuestra incertidumbre nos lleva al umbral de la resolución. La comprensión que
alcancemos nos trae sosiego. Cuando establecemos estados de pugna con los
eventos en que actuamos, con nuestras reacciones añadidas de confusión y de
tristeza persistente, quedamos atrapados en los diagnósticos médicos y
psiquiátricos y en el consumo de fármacos que solo vencemos cuando nuestras
mentes fluyen con esa realidad exterior: al asumir la conciliación logramos
prescindir de la medicación -o al menos la disminuimos en una forma
significativa.
Por la
naturaleza de la vida, nuestras relaciones con otros seres y con las cosas
tienen sus periodos de duración y su impermanencia inherente.
[Los
fármacos utilizados para tratar las llamadas enfermedades mentales tienen
acción sobre el cerebro, el comando nervioso del cuerpo, y no sobre los
procesos psicológicos -aunque nos alivian parcialmente mientras logramos
atravesar las crisis que afrontamos].
Las mentes
que elaboran los conflictos son las mismas mentes que deben elaborar las
soluciones.
Hugo
Betancur (Colombia).
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