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viernes, 5 de octubre de 2012

Amor, cuando trascendemos los guiones y los yugos.





EL AMOR, EL FUEGO QUE ARDE 

EN LA LLUVIA Y EN LA OSCURIDAD.


No llames amor a aquello que no lo es;

ni llames realidad

a los deseos caprichosos de tu mente,

a lo que solo es un espejismo exclusivo

conformado ambiciosamente por el ego.

Una semilla estéril

no tiene condiciones para germinar

y no podrá crecer

para convertirse alguna vez

en un árbol vigoroso

que pueda reverdecer y dar sus frutos,

estación tras estación.

No podemos acceder

a experiencias ni a recursos de la vida

que no merecemos o que no nos corresponden.

Cada sembrador cosecha los frutos

de lo que ha plantado y cosechado

en su esforzado trabajo, día tras día.

 

Aquello que amamos

nos revela sus secretos

y aquellos que nos aman

pueden comprendernos sin esfuerzo.

  

Hugo Betancur (Colombia)

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miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Tú significas todo para mí..."




LAS  PAREJAS  IDEALIZADAS

 

Hugo Betancur

 

Las relaciones especiales que planeamos con otros son nuestro proyecto personalizado de satisfacción y éxito.

 

Nos enfocamos inicialmente en las cualidades supuestas que deben tener según nuestros requerimientos -o según lo que llamamos nuestras necesidades- y les asignamos unos comportamientos ideales que deberán seguir para acceder a nuestra aceptación.

 

Les imponemos unas condiciones y tendemos un cerco alrededor de ellos: para halagarnos, es preciso que se ajusten a las pautas que hemos definido como propicias, y que representen  los papeles que les hemos dispuesto, su libertad, y las características de su personalidad deberán ceñirse a nuestras expectativas.

 

Cuando consideramos que pueden saciar nuestras demandas, les damos nuestro beneplácito y les retribuimos algunas compensaciones por su obediencia.

 

Aunque todo lo planeado parezca suceder tal como lo concebimos o proyectamos, la felicidad no llega.

 

La presa atrapada, se aburrirá en su en su jaula y el cazador se cansará de mantener la guardia para ejercer su control.

 

Las relaciones especiales son solo programas del ego, ávido de posesiones y conquistas.

 

No es posible que pueda desempeñarse como nuestra pareja armoniosa alguien a quien hemos pretendido subyugar imponiéndole desde un principio una relación desigual.

 

De esas tramas armadas por el ego solo resultan a la larga conflictos interminables, frustración, desesperación y desesperanza, apegos dañinos y sufrimiento.

 

Si queremos compartir con otros como iguales, la consideración esencial es que nos relacionemos con lo que son y no con las imágenes ideales que les hemos configurado.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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jueves, 3 de mayo de 2012

Subjetividad versus objetividad


VISIONES SUBJETIVAS

Por Hugo Betancur M.D.


Nuestra visión de la vida y de los seres vivos es siempre un fenómeno subjetivo, lo que percibimos o interpretamos desde nuestras mentes.

Lo que llamamos objetivo es simplemente aquello que puede ser acomodado a un patrón de observación, o de definición, o a unas leyes de comportamiento derivadas de la experiencia –leyes aplicables a seres humanos, a seres animales, a las manifestaciones de conformación de la energía (desde lo más etéreo y sutil velado a los sentidos hasta lo más denso y concreto perceptible con estos).
Llamamos objetivo a todo aquello que nosotros consideramos real y que sigue las condiciones impuestas por nuestras mentes: observadores diferentes pueden expresar percepciones y conceptos diferentes sobre el mismo evento o fenomeno contemplado.

Varios observadores pueden relatarnos las acciones y eventos que contemplan. Pueden ser muy minuciosos o muy precarios en la descripción. Según sus datos y según nuestras mentes, podemos imaginarnos o representarnos lo que ellos nos cuentan verbalmente. Los cuadros que ellos pintan con sus palabras pueden parecernos confusos o muy ricos en detalles, según sus condiciones o según nuestras condiciones.

Como seres humanos, nuestra percepción corresponde al estado de evolución de nuestras mentes y al conocimiento que tengamos de lo que vemos. Nuestras personalidades nos limitan o nos permiten una comprensión adecuada de las manifestaciones de la vida y de nuestras relaciones. Somos seres subjetivos en nuestras expresiones y en nuestro entendimiento; lo que hacemos procede de lo que somos.

Una triada clásica nos plantea tres enfoques sobre nuestras vidas particulares:

1. Como nos mostramos a los demás o como nos ven ellos.
2. Como nos vemos nosotros.
3. Como somos.

Las dos primeras opciones consideran lo que aparentamos. La tercera considera lo que somos –el ser de cada uno.

La disciplina de la psicología ha identificado patrones comunes de comportamiento que tenemos como especie humana (muchos de estos compatibles con las respuestas y conductas de los mamíferos) lo que nos induce a pensar que tenemos hábitos y reacciones particulares que nos asocian y nos identifican como colectividad (los miembros de ese conjunto actuamos con pautas comunes en eventos y relaciones sucedidos en tiempo y espacios diferentes, como si la información utilizada para representar nuestros papeles proviniera de una mentalidad masiva).

Existe también comportamientos paralelos muy particulares y conflictivos que nos muestran el predominio de egos muy absorbentes y caprichosos en seres humanos arrogantes y utilitaristas o ignorantes -lo subjetivo resalta en sus relaciones con otros a quienes desdeñan y discriminan pretendiendo obtener de ellos un culto a sus personalidades competitivas y disociadas.

Bajo la dualidad del mundo podemos vivir como seres integrados, conscientes de que el daño que causemos a los demás nos lo causamos a nosotros mismos y que el beneficio que aportamos a los demás nos lo aportamos a nosotros mismos; o podemos vivir como seres separados que perseguimos nuestros propios intereses y ambiciones, que ignoramos las consecuencias de nuestras acciones y negamos nuestra responsabilidad cuando afectamos destructivamente las vidas de otros.

La integración nos congrega en la dimensión del ser, con sus atributos de respeto y valoración ; la separación pertenece a la dimensión del ego, con sus mañas peculiares y sus estrategias de manipulación y menosprecio.

Mientras más sabemos acerca de algo o de alguien, nuestro entendimiento es mayor. Ese saber debe estar ajustado a los rasgos y características de la situación o de la persona que evaluamos o pretendemos juzgar.

Nuestras opiniones proceden de suposiciones o presunciones, por lo que podemos caer bajo los espejismos de la apariencia o de lo posible; nuestros conceptos proceden de evidencias y están más acoplados a los sucesos y al ámbito de lo probable.

Sin embargo, estamos siempre limitados por los contenidos de nuestras memorias e intelectos y por nuestras creencias cuando intentamos definir o entender el movimiento de la vida. Vemos desde lo que somos y desde las posiciones que ocupamos transitoriamente -y muchas de las situaciones y acciones que nos permitirían una sabia comprensión del conjunto están fuera del campo de visión de nuestras mentes.

Hugo Betancur (Colombia)
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jueves, 26 de abril de 2012

Perdonar o no perdonar, he ahí el dilema.




RESTAURAR NUESTRA PAZ

Por Hugo Betancur

Cuando enfocamos nuestra disposición a “perdonar” a otros y liberarnos del conflicto que mantenemos vigente contra ellos, podemos des-cubrir todo el proceso de conformación de la culpa que hemos establecido inconscientemente y que proviene de nuestro sistema de creencias. De nuestra base de datos particular, nuestro archivo mental, provienen las interpretaciones que hacemos: cotejamos los eventos que consideramos externos con la información que tenemos y expresamos nuestros juicios, tal como los jueces y los abogados lo hacen examinando las conductas y acciones de los reos para evaluarlas según las normas contempladas por las leyes que regulan las relaciones de su sociedad.

Si no vemos la culpa como un obstáculo que nos separa de otros y nos vuelve conflictivos, no podemos hacer nada para resolver la situación en que nos hemos involucrado.

Sin embargo, en algún momento identificamos el yugo que representa para nosotros la elección que hicimos al discriminar a otros y rechazarlos: al observar nuestra  molestia y rechazo contra ellos, empezamos a verlos y a vernos a nosotros mismos (que somos quienes albergamos las culpas y las condenas).

Podemos contemplar las situaciones conformadas como un cuadro vivo en que interactuamos: hemos juzgado acerca de las acciones y comportamientos  de otros y nos hemos atado a ellos a través de la trama que hemos armado en nuestras mentes.

Esencialmente, la atribución de la culpa, la retaliación y la exigencia de reparación son actividades propiciadas por nuestros egos: otros nos han “afectado” y nos han “herido” y deben ser castigados y reprendidos.

El perdón es una acción de restablecimiento de la cordura. Al soltar nuestras condenas y alcanzar una comprensión sobre los actos y rasgos de otras personalidades nos excluimos voluntariamente de la pugna instaurada y entramos en la dimensión de la paz donde entendemos que todo lo sucedido es consecuencia de circunstancias previas que lo hicieron posible y que corresponden a la dinámica de la vida y de los dramas humanos –acción y retribución, causa y efecto, la representación de los actores sobre el escenario.