CONFLICTOS, HÁBITOS ADVERSOS
Y CAMBIOS POSIBLES
Hugo Betancur
Nuestras acciones tienen
trascendencia si tenemos una disposición a aprender –lo que significa cambiar:
dejar de alguna manera lo rutinario, la vida estancada con sus conflictos que
se repiten por causas conocidas, o identificables si ponemos nuestra atención
en ellas, y asumir otras opciones de aplicación de nuestras energías y
propósitos.
En este Universo todo es
expansión o continuidad de algo o alguien que ha existido: los seres humanos
nos manifestamos con la sustancia de la Vida y con los cuerpos que nuestros
ascendientes propiciaron.
Los cuerpos, entonces, son los
protagonistas de la historia. Un requisito para creer en algo como "real" en el mundo es “que sea evidenciable”, lo que significa que los
sentidos del cuerpo deben percibirlo, condición insuperable de confiabilidad
y certificación.
Nos expresamos a través del
cuerpo. Nuestros juicios, nuestros sentimientos y las emociones asociadas, nuestros saberes y los
sistemas de creencias que incorporamos (ponemos a disposición del
cuerpo) son nuestros contenidos, y lo que hacemos deriva de ese conjunto de
informaciones –in_formar o con_formar: dar forma a algo-. Es posible que
en cada instante de nuestras vidas la combinación de todos esos elementos
determine cómo nuestras personalidades se expresan en las relaciones en que
participamos.
En nuestros densos cuerpos,
formamos nuestras percepciones de los datos de los sentidos, interpretándolos
además desde el estado actual de nuestras personalidades.
Si hemos crecido armoniosamente,
con un grupo familiar y social que haya tenido interacciones solidarias y
cooperadoras, además de una asistencia afectiva positiva –y posiblemente un
intercambio afectivo positivo también-, hemos sido impregnados por esos
generosos aportes de comunicación e integración, lo que nos permite apropiarnos
de lo recibido y/o trasmitirlo. Probablemente tengamos actitudes o
comportamientos derivados de satisfacción y apropiación y no de carencia e
inconformidad.
Si por el contrario, hemos
vivido en escenarios de conflicto, de interacciones no cooperadoras y
personalidades en pugna, nuestra memoria o historias están contaminadas por los
eventos negativos y por las relaciones tortuosas en que estuvimos comprometidos.
Siempre alguna carencia aparecerá como reiterativa y pendiente de reparación o
solución en nuestras mentes. Podemos sentirnos cargados por esas vivencias y
experiencias que debemos liberar y resolver para alcanzar nuestra paz.
Muchos eventos y comportamientos
que atraemos son extremos: nos mostramos muy flojos o muy planos afectivamente
–fingiendo o posando de indiferentes mientras nos consumimos interiormente-, o
exageramos la intensidad de nuestras actuaciones –sobreactuamos en los papeles
de “víctimas o verdugos”-, lo que es una distorsión de nuestros impulsos
vitales. Y todo esto debido a los estados de carencia que hemos adoptado.
De alguna manera pretendemos
compensar lo que sentimos o creemos que nos falta realizando sustituciones –la
adicción sustituta, la distracción sustituta, la evasión hacia actividades y
relaciones en que nos mimetizamos para acallar nuestro inconformismo, nuestras
rabias, lo que consideramos como “nuestras heridas”.
Bajo esas condiciones de
dependencia nos relacionamos desde la necesidad o desde la carencia: algo a
alguien debe reemplazar lo que no tuvimos o al menos ayudarnos a manifestar una
ilusión que parezca compensar eso que nuestras mentes buscan. Fácilmente entramos
en conflicto porque tenemos expectativas actuales que queremos aplicar a
eventos del pasado: ya los atravesamos y no podemos repetirlos ni rearmarlos
para modificarlos. Y quienes nos rodean sólo pueden actuar en el ahora y con
sus propios atributos, no con los que exigimos como ideales.
Cuando no obtenemos esa
correspondencia cómplice y permisiva tendemos a reaccionar con hostilidad, con
“desencanto” o imponiendo una corriente forzante a otras personas. Es como si
les dijéramos “si no haces lo que espero que hagas no voy a poder amarte”.
Entonces expresamos plenamente el conflicto latente y nos comportamos como
adversarios sordos y vociferantes.
Podemos también acudir a
soportes externos o sustitutos buscando reemplazar esos recuerdos ingratos y
las frustraciones de nuestro pasado con personas, hábitos o elementos tangibles
y les asignamos una función de darnos placer y distracción.
Volcamos nuestra ansiedad o
expectativa hacia otros y esperamos que nos brinden una estabilidad que no
hemos logrado porque creímos que la vida fue injusta con nosotros. Nos
explayamos en los sentidos para conquistar esa felicidad o esa plenitud que
“nos fue negada”.
Las elecciones que hacemos
pueden tener una apariencia de pasividad: nos volvemos espectadores que miramos
ávidamente o que escuchamos codiciosamente.
O pueden tener una apariencia de
actividad: nos engullimos la vida y pretendemos saciarnos con los alimentos,
ojalá dulces, abundantes y de gustos muy agradables para nuestro apetito que
parece desmesurado en algunas etapas de nuestras vidas, o elegimos objetos y
cosas que podamos llevar a la boca: golosinas, tabaco, bebidas, hasta
compuestos químicos formulados con una asignación de tratamiento médico. En
otras ocasiones, nuestras tendencias son táctiles: expresamos un gusto
desaforado por lo que podamos tocar, abrazar, y tal vez sentir como propio
transitoriamente al tenerlo en nuestras manos.
Bajo esas intenciones y
obsesiones de sustitución podemos comportarnos como maniáticos o insaciables.
Nos mostramos desequilibrados o frenéticos y expresamos síntomas de enfermedad
que afectan nuestras vidas.
Cuando esto escapa a nuestro
control nos damos cuenta que hacemos parte de una crisis inevitable y que
debemos volvernos hacia nosotros mismos, reflexivos, introvertidos, en busca de
una definición o un término a nuestra conmoción no resuelta.
Muchos cambios en nuestras vidas
llegan al cabo de procesos adversos que experimentamos.
Los conflictos, crisis,
enfermedades, frustraciones, nos confrontan con rutinas o limitaciones que
empezamos a rechazar o a querer dejar.
La percepción de esas
situaciones nos parece dolorosa, o nos causa sufrimiento, o nos lleva a sentir
malestar.
En esa secuencia:
1. Nos relacionamos
con algo o alguien que nos revela nuestra propia inestabilidad -o nosotros la
percibimos en la interacción, en la relación.
2. A través de las
dificultades, relaciones, culpas, baja autoestima, yugos o cargas que
reconocemos, identificamos lo que está sucediendo.
3. Establecemos un
propósito de cambio al ser conscientes de ese malestar o pérdida de paz que nos
abruma.
4. Liberamos o
ejercemos la voluntad de cambio hacia las acciones que nos permiten modificar
nuestras actitudes, comportamientos y hábitos.
4. Liberamos o
ejercemos la voluntad de cambio hacia las acciones que nos permiten modificar
nuestras actitudes, comportamientos y hábitos.
Aplicando
nuestras mentes en una seria pesquisa psicológica sobre nuestros actos, nos
damos cuenta que no podemos engañarnos con esos desplazamientos o
transferencias o sustituciones, y que nuestra afectividad nos dice que estamos
fluyendo en un sistema cerrado de monotonía y rutinas.
Aplicando
nuestras mentes en una seria pesquisa psicológica sobre nuestros actos, nos
damos cuenta que no podemos engañarnos con esos desplazamientos o
transferencias o sustituciones, y que nuestra afectividad nos dice que estamos
fluyendo en un sistema cerrado de monotonía y rutinas.
Si tenemos
disposición y energía, podemos elegir esos cambios necesarios y nos impulsamos
hacia la espiral que nos permita liberarnos de nuestros yugos.
[Figura de
espiral]
Y no precisaremos depender de justificaciones, ni excusas, ni vanos
sentimientos de culpa o de reproche.
El autoconocimiento y la comprensión de los fenómenos y relaciones de
nuestras vidas nos llevan a un estado de expansión y progreso mental.
Todos los cambios provienen de estados de consciencia que alcanzamos
tras el agotamiento de las relaciones conflictivas, de las crisis, o de una
gran soledad que nos impulsa hacia el autoconocimiento y la aceptación sin
resistencia. Lo que nos permite ascender a un estado de vida dinámico más allá
del umbral de la ilusión y del estancamiento (aletargamiento).
Hugo
Betancur (Colombia)
_______________________________________________
Otras reflexiones en:
http://ideas-de-vida.blogspot.com/
http://pazenlasmentes.blogspot.com/
http://es.scribd.com/hugo_betancur_3
Este Blog:
http://hugobetancur.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario