LO PERFECTO
Hugo Betancur
¿Quién o qué puede
representar una apariencia de perfección que colme nuestras expectativas o
exigencias?
La idea obsesiva de
encontrar la perfección en alguien o algo es un objetivo de nuestras mentes:
definimos qué requisitos deberá cumplir y presumimos que deberá ajustarse al
molde que imaginamos.
Como personajes, tenemos
visiones y creencias diferentes del mundo y posiblemente nuestros conceptos
sobre esa perfección que aspiramos a vislumbrar sean también distintos.
Fantaseamos que esa perfección sea aplicable a las formas humanas, a los
comportamientos y rasgos de carácter, a las posesiones materiales, a la
naturaleza, a las relaciones posibles con su opción o promesa de traernos
satisfacción, o bienestar, o tal vez la consumación de nuestros sueños de amor
y felicidad.
La vida deberá ofrecernos
ese ser o esa venturosa ofrenda que sacie nuestras ilusas búsquedas de lo
perfecto.
Sin embargo, los filósofos
aseguran que no encontramos nuestros patrones de perfección ni en los cuerpos,
ni en las relaciones, ni en las situaciones, porque habitualmente no están
presentes en los plano de realidad accesibles a nosotros.
Las relaciones afectivas
emprendidas con la finalidad de obtener algo son del ámbito del ego, son
desiguales, utilitaristas, inestables.
La belleza de los seres
vivos, que caprichosamente equiparamos con perfección, tiene un esplendor
transitorio y mengua despiadadamente con el paso de los años.
Otras manifestaciones que
calificamos como perfectas -abundantes invenciones humanas, perduran con esa
categoría por sus cualidades funcionales, igual que las obras de arte con sus
singulares composiciones y relieves bruñidos. También la naturaleza,
con su derroche de frutos, colores, olores y sonidos, y sus atributos de
exuberancia, suscita en nuestras mentes una impresión de perfección renovada y
cautivante.
Nuestras personalidades,
con nuestros egos discretos o atosigantes, con nuestras creencias
insuficientes, nos restringen a un trato amable, considerado y
alentador con los demás, que podría ser lo más próximo a la perfección que
logremos expresar en nuestras relaciones y en nuestras acciones.
En justicia, en su
magnificencia y su complejidad, todas las creaciones vivas del universo
representan por sí mismas la máxima perfección en sus estructuras y sus formas,
reproduciéndose, expandiéndose, creciendo y languideciendo hacia su ocaso.
Hugo Betancur (Colombia)
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