LO QUE MUERE Y LO QUE SIGUE VIVIENDO
Hugo Betancur
Podemos
hacer una metáfora de la vida imaginándola como una magnificente película
donde cada uno de nosotros como actor desde el Plano creativo del Alma ha
conformado su guion y su personaje y lo va integrando a los otros personajes y
sus guiones.
De
esa multitud de mentes en escena surge la trama de la película humana expandida
a través de la línea del tiempo que no tiene director dominante ni libreto de
obligatorio cumplimiento sino personajes distintos con sus propios libretos que
entrecruzan en las múltiples relaciones del conjunto mientras efectúan un
reconocimiento de lo que ha sucedido antes -guardado en las historias
disponibles y en las creencias asimiladas por cada uno.
A
medida que hacemos nuestras representaciones la vida avanza incontenible y
nuestros destinos se van deshaciendo.
Cada
alma tiene su libre albedrio para crear y experimentar las historias
particulares que suceden en las existencias progresivas.
No
nos es posible estancar los momentos y las relaciones que nos parecen felices
-congelar una escena es quitarle movimiento y acción y convertirla en un cuadro
fragmentario de aquello que sucedió y ya no es, y nos muestra como espectadores
obsesivos y pasmados.
No
podemos atar a otros a nuestros ideales de éxito, de acompañamiento motivador y
permanente, de relaciones en que superamos nuestra incertidumbre, nuestra
soledad, nuestros conflictos y frustraciones gracias a su presencia y a su
sumisión condicionada que parece complementarnos o suplir nuestra desvalidez.
Sin embargo, nos empeñamos en revestir de requisitos y comportamientos ideales
a los demás, los azuzamos y los hostigamos para que nos obedezcan y se ajusten
a nuestras expectativas y demandas. Nos apropiamos de otros y los cercamos
obligándolos a permanecer en nuestros espacios y nuestras vidas porque los
“necesitamos”.
Debemos
celebrar la biografía de cada personaje con sus episodios de bondad, de alegría
contagiosa, de vulnerabilidad y tristeza, de depresión cuando la vida no se
ajustó a sus ideales y expectativas de bienestar y ganancia. Cuando los cuerpos
exhalan su último aliento solo muere el personaje que lo habitaba; siempre
nuestras Almas resplandecen en la Eternidad de su condición Espiritual.
Solo
el amor nos reconcilia con la vida y sus criaturas vivientes y cambiantes. Y
solo el amor nos permite mirar hacia el pasado y el presente con una
comprensión amable y compasiva.
Podemos
recordar que el presente es nuestro espacio dinámico para observar y vivir
nuestro destino, liberándonos conscientemente del pasado plagado de
sufrimientos y de pérdidas y del futuro como un panorama incierto y medroso.
Hugo
Betancur (Colombia)
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