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domingo, 8 de junio de 2014

Escapes. Nuestros conflictos con la vida y los seres vivos.

                                                                                                             Fotografía por Hugo Betancur

ESCAPES

Hugo Betancur

Todo lo que no resolvemos o que nos negamos a aceptar, posiblemente quede en nuestras mentes como un archivo de informaciones tortuosas y discordantes que pueden retornar: se quedan estancadas y latentes –con vida- aunque las ignoremos o creamos que ya no tienen trascendencia.

Según la dinámica de la vida, la acción y el movimiento ocurren en el ahora –el presente evidente para los sentidos- y es allí donde podemos hacer pesquisas internas a través de la meditación –no buscando afuera sino en la sabiduría de nuestro ser. Si logramos enfocarnos en lo sucedido con una mente y un corazón sinceros, podremos comprender que somos parte del todo y que nuestras experiencias humanas hacen parte de una trama donde interactuamos con otros cumpliendo vivencias de aprendizaje que tienen propósitos y causas anteriores. No somos víctimas del azar y las hojas llevadas por el viento ya cumplieron su ciclo en el árbol que previamente llenaron de verdor. Tras esos procesos relajados y serios de meditación podemos alcanzar la comprensión y la liberación de los yugos, y podremos soltar todo aquello que nos enganchó conflictivamente a personas y situaciones.

No resolvemos muchos conflictos porque nos empeñamos en mantener intactas nuestras creencias y las imágenes que formamos sobre los acontecimientos. Escapamos hacía el espacio restringido de nuestras subjetivas personalidades y nos parece que allí estamos refugiados y protegidos.

Sin embargo, esta obstinación en sustentar un modelo ideal del mundo y de los demás corresponde a las mentes infantiles dependientes, con sus necesidades de provisión y de asistencia y plagadas de ilusiones.

Esas mentes infantiles reaccionan con frustración y malestar si los demás no sacian sus requerimientos: explotan hostiles o depresivas y elaboran sus dramas exclusivos de opresión, marginamiento y pugna con otros.

Con esas actitudes, el paisaje de la vida no parecerá amable y optimista. Cada pintor plasma en sus cuadros lo que percibe de la vida, con su perspectiva y sus colores particulares que lo definen a él más que al paisaje o a los ambientes y personajes que retrata.

Con los escapes eludimos la resolución de las situaciones en que participamos y nos vamos rezagando. Nos desactualizamos porque nuestras mentes quedan apegadas a lo que ya pasó. Nos volvemos anacrónicos y distraídos y descuidamos a los seres vivos con quienes podemos establecer relaciones gratas y constructivas.

Perdonar el pasado es simplemente deshacer la mentalidad de víctimas que conformamos bajo distintas denominaciones metafóricas que pretendemos imponer como reales –sentirnos “heridos”, con el corazón “destrozado” o “despedazado”- lo que sólo son imágenes elaboradas por nosotros cuando hacemos interpretaciones egoístas acomodadas a nuestra subjetividad.

Cada uno es lo que es en este mundo de actores circunstanciales y escenarios pasajeros. Cuando decidimos comprender a los demás, quizás podamos entender su vulnerabilidad -parecida a la nuestra en la común condición humana- y practicar la consideración de Dante Alighieri en su Divina Comedia “Probarás cómo sabe a sal el pan ajeno y que duro trance es subir y bajar por las escaleras del prójimo”.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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