ESCAPES
Hugo
Betancur
Todo lo que no resolvemos o que nos negamos a aceptar, posiblemente
quede en nuestras mentes como un archivo de informaciones tortuosas y
discordantes que pueden retornar: se quedan estancadas y latentes –con vida-
aunque las ignoremos o creamos que ya no tienen trascendencia.
Según la dinámica de la vida, la acción y el movimiento ocurren en el
ahora –el presente evidente para los sentidos- y es allí donde podemos hacer
pesquisas internas a través de la meditación –no buscando afuera sino en la
sabiduría de nuestro ser. Si logramos enfocarnos en lo sucedido con una mente y
un corazón sinceros, podremos comprender que somos parte del todo y que
nuestras experiencias humanas hacen parte de una trama donde interactuamos con
otros cumpliendo vivencias de aprendizaje que tienen propósitos y causas
anteriores. No somos víctimas del azar y las hojas llevadas por el viento ya
cumplieron su ciclo en el árbol que previamente llenaron de verdor. Tras esos
procesos relajados y serios de meditación podemos alcanzar la comprensión y la
liberación de los yugos, y podremos soltar todo aquello que nos enganchó
conflictivamente a personas y situaciones.
No resolvemos muchos conflictos porque nos empeñamos en mantener
intactas nuestras creencias y las imágenes que formamos sobre los
acontecimientos. Escapamos hacía el espacio restringido de nuestras subjetivas
personalidades y nos parece que allí estamos refugiados y protegidos.
Sin embargo, esta obstinación en sustentar un modelo ideal del mundo y
de los demás corresponde a las mentes infantiles dependientes, con sus
necesidades de provisión y de asistencia y plagadas de ilusiones.
Esas mentes infantiles reaccionan con frustración y malestar si los
demás no sacian sus requerimientos: explotan hostiles o depresivas y elaboran
sus dramas exclusivos de opresión, marginamiento y pugna con otros.
Con esas actitudes, el paisaje de la vida no parecerá amable y
optimista. Cada pintor plasma en sus cuadros lo que percibe de la vida, con su
perspectiva y sus colores particulares que lo definen a él más que al paisaje o
a los ambientes y personajes que retrata.
Con los escapes eludimos la resolución de las situaciones en que
participamos y nos vamos rezagando. Nos desactualizamos porque nuestras mentes
quedan apegadas a lo que ya pasó. Nos volvemos anacrónicos y distraídos y
descuidamos a los seres vivos con quienes podemos establecer relaciones gratas
y constructivas.
Perdonar el pasado es simplemente deshacer la mentalidad de víctimas que
conformamos bajo distintas denominaciones metafóricas que pretendemos imponer
como reales –sentirnos “heridos”, con el corazón “destrozado” o “despedazado”-
lo que sólo son imágenes elaboradas por nosotros cuando hacemos
interpretaciones egoístas acomodadas a nuestra subjetividad.
Cada uno es lo que es en este mundo de actores circunstanciales y
escenarios pasajeros. Cuando decidimos comprender a los demás, quizás podamos
entender su vulnerabilidad -parecida a la nuestra en la común condición humana-
y practicar la consideración de Dante Alighieri en su Divina Comedia “Probarás
cómo sabe a sal el pan ajeno y que duro trance es subir y bajar por las
escaleras del prójimo”.
Hugo Betancur (Colombia)
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