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miércoles, 17 de diciembre de 2025

¿Qué es el amor? ¿Qué es la felicidad?

                                                                                                Fotografía por Diana María Valderrama B.

LAS PREGUNTAS QUE HACEMOS:

¿Qué es el amor?, ¿qué es la felicidad? (¿dónde podemos encontrarlos?)

 

Hugo Betancur

 

 Nos hacemos estas preguntas reiteradas y fundamentales a lo largo de nuestras vidas: ¿qué es el amor?, ¿qué es la felicidad?, ¿quién podrá darnos amor y felicidad?, ¿por qué otros nos defraudan cuando hacen sus roles en las relaciones en que participamos?, ¿dónde encontrar la alegría, la risa, el optimismo que nos hacen falta?, ¿cómo liberarnos del miedo y de la incertidumbre?

 

Son preguntas que nos hacemos en silencio, con nuestros ojos abiertos que miran hacia afuera, escudriñando cerca o lejos algún indicio esperanzador que preludie el amor que no  ha llegado o la felicidad que parece quimérica, inmanifestada en nuestros entornos, etérea  (talvez esas preguntas surgen de nuestro desvalimiento porque esas dos gracias deben brotar en nuestras mentes y no en el espacio inabarcable que nos rodea -podemos asemejar esto metafóricamente con las escenificaciones del mago avezado recreando para el auditorio que asiste a sus funciones las ilusiones y los fenómenos que sin su presencia no son posibles).

 

Como contraste, no nos preguntamos ¿qué es la tristeza?, ¿qué es el sufrimiento?, ¿qué es la frustración?, ¿qué es la soledad?, porque los hemos experimentado y presumimos qué sabemos cómo son y cómo llegan súbitamente, sin advertencias ni aparentes premoniciones, sin nubarrones oscuros que los anuncien.

 

Tal vez el amor, la felicidad, la realización de nuestros anhelos, solo sean el fruto de nuestras acciones y no objetivos por alcanzar: quizá provengan del amor, de la felicidad y de la realización de los anhelos de otros que propiciamos con lo que hacemos, enfocados en su cuidado, en su bienestar, en su protección. Eso que les damos retorna a nosotros acrecentado, gratificante, provechoso y lleno de vitalidad -lo apreciamos proyectándose en nuestras vidas   tal como pasa con las imágenes de nuestros rostros cuando nos acercamos a los espejos.

 

Es probable que la infelicidad sea una maleza que crece y se propaga sin fructificar, descolorida y persistente, asolando las mentes de quienes se creen gigantes en sus complejos de superioridad o en las de quienes se creen pequeños y endebles en sus complejos de inferioridad, o en las mentes de quienes  se vanaglorian como triunfadores que vencen o despojan a otros más vulnerables en los escenarios de conquista, o en las mentes de quienes son atendidos y aprovisionados por otros que satisfacen sus exigencias y requisitos sin ser retribuidos.

 

Posiblemente podrá alcanzar algún matiz de felicidad quien interactúa amablemente con otros, quien construye equitativamente con otros, quien asiste a otros en sus aprendizajes y cambios, quien comprende la transitoriedad de las relaciones y de las historias comunes -sabiendo que sólo las que nacen de la libertad y la empatía trascienden el tiempo con que medimos su progreso.

 

En una justa consideración, el amor y la felicidad no son trofeos por conquistar que podamos mostrar jactanciosamente.

 

 Lo más parecido al amor y a la felicidad, los tesoros de nuestros destinos, pueden ser nuestras expresiones de alegría y optimismo, nuestra risa ruidosa o nuestra sonrisa callada, nuestro optimismo, nuestra fortaleza cuando afrontamos las tormentas conservando nuestra calma, con nuestras mentes libres de temor y de conflictos.

 

Todo sucede según la trama de nuestras vidas: tenemos la posibilidad de aceptar la disonancia y la armonía de los eventos, y de transformar nuestras mentes, asistiendo a  otros que también quieran hacerlo, mientras respiramos y sentimos los latidos de nuestros corazones: es posible que esas acciones nos lleven a los umbrales del amor y de la felicidad y a sus espacios de manifestación -donde dos o muchos más se hacen uno, los egos se desvanecen.

Hugo Betancur (Colombia)

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martes, 16 de diciembre de 2025

El tesoro de la Felicidad

                                           Basílica de la Sagrada Familia. Barcelona. Diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí.


EL TESORO DE LA FELICIDAD

Hugo Betancur

 

Desde el momento en que empezamos a tener “uso de consciencia*”, dedicamos muchos momentos de nuestras vidas a reflexionar sobre algunas de las frases más recitadas por la gente que nos rodea: “Busca la felicidad” y “Encuentra la felicidad”, que resuenan en nuestras mentes como órdenes o mantras, inquietantes y recurrentes.

Nos preguntamos: ¿Qué es la felicidad?, ¿Dónde se encuentra la felicidad?, ¿Cómo podemos ser felices? Las respuestas son esquivas, proyectadas como asuntos pendientes porque predominan en nuestras vidas los vaivenes entre la calma y el desasosiego, entre el pasado que no cesa y el futuro incierto.

Asociamos la posibilidad de ser felices con relaciones afectivas, con logros profesionales o laborales, con posesión de cosas; sin embargo, cuando vemos realizados esos designios solo expresamos ostentación o satisfacción ante otros y no un sentimiento exaltado comparable a la promisoria felicidad. (Quitémosle a cualquier ser humano aquello del exterior en lo que fundamenta su aparente felicidad; y podemos preguntarle después qué tesoro queda en su mente. ¿Qué pondrá en reemplazo de lo que ha dejado de tener?)

Tal vez no haya un sendero directo y llano que nos lleve a la felicidad, ni una formula milagrosa que venga de afuera que nos permita realizarla. Como en los relatos literarios, existen los obstáculos y los retos que debemos superar y que nos permitirán resolver los enigmas que ocultan esa joya tan recóndita para la mayoría de los mortales.

No nos basta asumir la condición de buscadores para lograr acceder a la felicidad -porque cada buscador está más enfocado en el objetivo que ha fijado que en los cambios que debe realizar en su mente y en sus relaciones.  El requisito esencial es la manifestación de una mente atenta, dispuesta a descubrir y utilizar los recursos propicios para modelar esa exótica felicidad -como en los espectáculos de los prestidigitadores, el resultado de cada función depende de la maestría de los ejecutantes y de los instrumentos que usan para representar la realidad que imaginaron.

No hay una ruta visible a los ojos hacia la felicidad. Es una ruta que nuestras mentes intuyen y que nuestros corazones* presienten como la más certera; atraviesa por terrenos abruptos: reconciliarnos con los personajes que nos afectaron –aquellos a quienes calificamos como "los egoístas, los engreídos, los soberbios, los utilizadores, los mentirosos, los confundidos, los ignorantes, los estúpidos, los parásitos, los necesitados, los equivocados, los flojos, los farsantes, los depredadores...". Cuando rebasamos esos senderos escarpados, emprendemos las acciones liberadoras: los abrazos imaginarios en nuestras mentes a los seres que nos amaron con sus actos y sus cuidados -aunque hayan sido muy torpes, o muy discretos, o poco ruidosos-, la gratitud hacia quienes transitaron junto a nosotros por los trechos oscuros o tormentosos, las reiteraciones, a solas, de nuestras risas silenciosas por los momentos alegres y de nuestro llanto por los momentos tristes del pasado vencido.

Todas estas acciones nos conducen, primero a la satisfacción, luego a la serenidad, luego a la fortaleza, luego a la paz...

Hay dos pesquisas sinceras que nos dan respuestas ecuánimes: qué es lo cierto y qué es lo engañoso. Y lo que mejor nos aclara eso es cuánto bienestar o cuánto malestar nos traen nuestros actos.

Todas nuestras vivencias y relaciones suceden imperativamente: cuando entendemos y aceptamos esto, dejamos de vernos como extraños a nosotros mismos y a lo que nos rodea y asumimos plenamente nuestro personaje; sólo entonces nos damos cuenta que los otros también tienen sus propios roles, sus talentos, sus limitaciones, sus motivaciones, sus cargas -como nosotros.

Desde esa perspectiva, podemos ver la complejidad de la vida y de los seres humanos -cada uno resguardando su idiosincrasia, sus creencias y su vulnerabilidad, y sintiéndose libre en su esclavizante e incomprendido papel. Tal vez la mejor manera de minimizar nuestros temores sea la comprensión de la magnitud de los temores de los demás y de su confusión. 

Nuestra comprensión remueve el obstáculo mayor hacia la felicidad -la separación-, y nos confronta con la tarea intransferible de la disolución del propio ego.

Nuestra historia es una rama del árbol humano común, con las mismas raíces, con la misma savia nutriendo su verdecimiento y su floración y bajo la influencia y ambientación de las mismas estaciones cambiantes y alternadas.

(Los otros obstáculos son la endeble y fingida convicción de la importancia personal, la falta de gratitud por las circunstancias amables del pasado, las distracciones rutinarias, los juicios implacables sobre los comportamientos de otros).

Quien haya vencido esos obstáculos representativos, es posible que tenga los méritos suficientes para descubrir la felicidad. Sin embargo, en ese punto de su viaje, el tesoro de la felicidad no es significativo porque ya la posee: ahora su mente habita en el presente y sabe que la felicidad no es un destino sino un modo de percibir y experimentar el prodigio de la vida.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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*CONSCIENCIA. Sustantivo. Proviene de la palabra latina “conscientia”.  'darse cuenta de algo, percibir su aparente realidad').

*CORAZÓN y palabras derivadas: “…término griego καρδια y …latino cor. Cuando el latín vulgar evolucionó hacia las diferentes lenguas romances, casi todas ellas denominaron al corazón con esta última palabra (cor) o con vocablos derivados de ella. Del latín cor derivan, directa o indirectamente, numerosas palabras del lenguaje corriente que a primera vista parecen tener poco que ver con el corazón: acordar y su forma reflexiva acordarse, acorde, acuerdo y desacuerdo; concordar, concordancia, concordante, concordato, concordatario, concorde y concordia; discordar, discordancia, discordante, discorde y discordia; corada; coraje, corajudo y corajina; coral; cordial y cordialidad, cuerdo, cordura y cordal; cordíaco; precordio y precordial; y recordar, recordación, recordatorio, recuerdo y trascordarse.)

https://www.revespcardiol.org/es-etimologia-del-corazon-articulo-13059725

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domingo, 14 de diciembre de 2025

Cómo alcanzamos la felicidad

                                                                                                                       Fotografía por Diana Valderrama

LA FELICIDAD

Hugo Betancur

 

La felicidad* es un estado jubiloso de nuestras mentes. Irrumpe en nuestras vidas y permanece, o pasa de largo privándonos de su prodigiosa exuberancia.

Se hace real cuando logramos abrazar nuestros destinos con sinceros propósitos de paz y respeto en nuestras relaciones.

No es adquirible con dinero ni con tretas. No la alcanzamos porque la hayamos soñado persistentemente.

Tal vez nos sea concedida como retribución a nuestras acciones bondadosas y al bienestar que prodigamos a otros.

Resumiendo, debemos cumplir unos requisitos y acciones esenciales para acceder a la felicidad: que aceptemos nuestro destino como sucede, asumiendo confiadamente los retos, los aprendizajes, las relaciones y los cambios acuciantes, con una disposición permanente hacia la comprensión, el cuidado propio y de otros, la conciliación y la cooperación -experimentando vigorosamente las circunstancias que de todos modos son inevitables y pasajeras.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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*FELICIDAD:  del latín felicĭtas, felicitātis, que proviene de felix, felīcis, significa 'fecundidad', 'ventura'.

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