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lunes, 4 de noviembre de 2024

Los Reinos de Utopía y sus personajes.


LOS REINOS DE UTOPIA Y SUS PERSONAJES

 

Hugo Betancur

 

 

Imaginemos unos Reinos, que podemos llamar “de Utopía”, habitados y hechos posibles por personajes diversos que viven sus existencias con sus planes y fantasías particulares y ostentando creencias colectivas que consideran factibles –alcanzar riqueza material, cultura y posiciones de autoridad que les permitan imponerse sobre los demás (someterlos, subyugarlos, hacerlos sus instrumentos de placer y sus sirvientes).

 

Sin embargo, todos los Reinos de Utopía son establecidos sobre una dimensión particular llamada realidad que tiene condiciones restrictivas y condiciones permisivas: solo podemos alcanzar lo que nos corresponda según los aprendizajes y logros que hayamos alcanzado, según los propósitos que nos animen, según las características de nuestra personalidad y según las opciones plausibles en la interacción con los demás seres vivos y con la naturaleza que nos rodea.

 

Los instrumentos mentales y externos utilizables para erigir esos Reinos de Utopía son muy variados, en algunas ocasiones muy efectivos y en otras de dudoso aprovechamiento. En todo momento estamos bajo la influencia de los fenómenos ocurridos previamente –todos los sucesos anteriores tienen sus consecuencias para los habitantes de los Reinos de Utopía: lo acontecido ha evolucionado y se manifiesta en los “ahora” transitorios que conforman el pasado y el porvenir.

 

Según las condiciones de sus mentes y según sus creencias, los perseguidores de sus Reinos de Utopía pueden avizorar el mundo y juzgarlo o interpretarlo. Y pueden evaluarlo, o evaluar a sus contemporáneos, o evaluarse a sí mismos según los resultados obtenidos -pueden darse cuenta si van logrando ser exitosos o no, si alcanzan el rotulo de triunfadores o de vencidos, si llegan a la ansiada meta como ganadores o perdedores, si alcanzan lo que ellos llaman felicidad o si constatan que son infelices al termino de sus campañas.

 

Pueden también, si quieren hacer esa pesquisa, preguntarse si han servido como soportes o colaboradores para que otros triunfen o sean vencidos, para que otros ganen o pierdan respecto a lo que se hayan propuesto como objetivo, para que otros hayan sido exitosos o fracasados, para que otros hayan obtenido la esquiva felicidad o la turbulenta infelicidad.

 

En los Reinos de Utopía, los adelantos ocasionales dependen de los ideales trazados y de la coincidencia entre lo previsto y lo alcanzado -qué fue conseguido o consumado; qué no pudo ser alcanzado o adquirido-; y también depende de los peones que han se desempeñaron como sirvientes de los gestores de esos dominios inciertos.

 

Los estados de ánimo según esos guiones, o argumentos, o proyectos precedentes, estarán determinados por los beneficios o apreciaciones de cada uno sobre sus pretensiones cumplidas o no y sobre sus inventarios particulares en cada instante.

 

Lo que llamamos victoria o éxito es simplemente aquello que nos da satisfacción o lo que asumimos como algo conquistado. Y llamamos fracaso o pérdida a aquello que no fue posible lograr o poseer y que nos causa insatisfacción, tristeza, pesimismo, malhumor, incertidumbre.

 

Como apreciación cierta, en la dimensión que llamamos “la realidad” todo sucede como parte de un todo mayor, manifestado en secuencias de un proceso dinámico de contracciones y expansiones, de relaciones y efectos, de integración o desintegración, de intercambios equilibrados y parejos o desequilibrados y tortuosos.

 

Lo que llamamos realidad va teniendo conformaciones cambiables a medida que transcurre la historia común. Y posiblemente nosotros cambiamos también –o cambia nuestra manera de percibir el mundo: quizá madura o evoluciona nuestra personalidad; o talvez nos quedamos estancados y confusos mientras la vida cambia y los demás cambian o terminan sus ciclos de existencia.

 

Todo los Reinos de Utopía son arrasados a medida que el tiempo transcurre -los amoríos sublimes, las dictaduras y los gobernantes que esclavizan a los pueblos, las religiones que sojuzgan a nombre de dioses inventados, los sistemas políticos y  las culturas que preconizan sus dogmas y mandatos atropellando el libre albedrío de sus masas de seguidores, todos son relegados a las galerías de la historia común.

 

¿Qué poseemos al término de esta jornada llamada existencia? ¡Sólo aquello que no nos fue arrebatado!

 

¿Quiénes permanecen a nuestro lado cuando arrecia la tormenta, cuando las dificultades están presentes y nos hacen tambalear, cuando nuestros sentimientos y emociones nos conmueven y somos sacudidos por algo impredecible llamado soledad? ¡Solo aquellos que nos tienden su mano amiga o que nos acompañan incondicionales y pacientes hasta que recuperamos o instauramos nuestro equilibrio y nuestra paz!

 

En los Reinos de Utopía, el caos es la condición predominante; los personajes pasan del extremo de la confrontación hostil al extremo de la paz aparente y las farsas de cordialidad mantenidas precariamente. Allí los arrogantes reyes con sus inestables feudos atraviesan los contrastes desde la máxima opulencia hasta la más sórdida decadencia. Lo que llamamos realidad objetiva termina imponiendo sus ritmos y su fuerza y los episodios de grandiosidad y triunfo pasan a ser sólo breves crónicas de mentes extraviadas y vanas.

 

Los Reinos de Utopías están poblados por personajes sofisticados y por personajes comunes que imaginan sus conquistas, su fama, y sus idilios como algo que podrán hacer suyos.

 

Sin embargo, el desenlace de sus épicas ficciones tendrá para los que traman estos reinos el mismo simbólico valor, tanto si acaban en desastre y frustración como si consiguen algún viso de gloria cuando finalmente comprueban que su realización es imposible.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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sábado, 2 de noviembre de 2024

Sin saber qué hacer, tanteando.



SIN SABER QUÈ HACER, TANTEANDO.

 

Hugo Betancur

 

La existencia de cada uno de nosotros es una progresión en la evolución planeada por las almas.

 

Avanzamos en nuestro itinerario particular sin que podamos prever lo que sucederá, como quien participa en una carrera de obstáculos sin saber cuáles deberá afrontar ni en que ubicación del trayecto.

 

Muchas veces encontramos escollos, dificultades, relaciones conflictivas que no logramos resolver y nos quedamos pasmados; faltan en nuestras mentes las consideraciones que nos guíen acertadamente a la elección más justa en el momento.

 

Podemos establecer dos circunstancias que afrontamos habitualmente: los asuntos del mundo -cómo no relacionamos con los seres vivos, los eventos y las cosas materiales, qué autonomía podemos asumir o qué tanta dependencia nos condiciona-  y los asuntos de nuestra mente -los instrumentos psicológicos de nuestro personaje: creencias, percepciones, procesos de pensamiento e informaciones que aplicamos, sentimientos, emociones, motivaciones y propósitos, la actuación de un ego avasallador que nos mueve como marionetas o la de un ego aplacado que nos obedece).

 

En esa relación con otros tenemos dos alternativas: adoptamos un comportamiento ventajoso y utilitario, o asumimos actitudes solidarias y afectuosas que sean beneficiosas para ellos y nosotros.

 

Cuando coincidimos con otros en algún momento en que afrontan dificultades o procuran establecer un nexo afectivo, es lícito que dejemos de  lado nuestro ego truculento y despleguemos acciones acogedoras.

 

Asumimos un papel de villanos y depredadores guiados por nuestros intereses y ambiciones, o nos asociamos con los demás con generosidad y respeto.

 

¿Establecemos un puente de gratitud y simpatía con nuestros actos o establecemos una barrera de resentimiento y hostilidad? 

 

Cuando no tenemos una visión clara sobre qué elección hacer podemos seguir la máxima de convivencia del Maestro Jesús: “No hagas con los demás lo que no quieres que hagan contigo”.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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sábado, 26 de octubre de 2024

Formas mentales y castillos de arena



FORMAS MENTALES Y CASTILLOS DE ARENA

 

Hugo Betancur

 

Las cimientos de los castillos de arena son endebles y fácilmente perecederos, tan inestables como las ilusiones que instituimos sobre lo que otros deben hacer para agradarnos y tan breves como las relaciones especiales que forjamos: el más leve oleaje los socava; los derrumba inexorablemente el viento que roza sus contornos y la lluvia ocasional que cae sobre la playa; son disgregados por el mar que salpica la tierra firme.

 

Los castillos de arena no son castillos habitables

 

Los castillos de arena son solo imitaciones, representaciones minúsculas de inmensas construcciones amuralladas levantadas para los poderosos gobernantes y señores feudales de una lejana  época medieval* ya vencida.

 

No fueron construidos con piedra y argamasa por decenas de peones que consumieron sus fuerzas y sus vidas elevándolos.

 

No tienen grandes estancias, ni corredores, ni pasadizos  secretos.

 

No son habitados por vanos monarcas con su corte de sirvientes y funcionarios categorizados según su utilidad y asignaciones.

 

Los castillos de arena son sólo copias de los imponentes castillos antiguos coronados por torres y almenas y resguardados tras enormes y gruesos portones y defensas que se mantienen en pie a pesar de la furia destructora de los elementos -porque fueron concebidos para durar sobre cimas y colinas y aunque los ocupantes de sus aposentos hayan sido arrastrados hacia la brumosa dimensión del pasado, prevalecen y nos recuerdan la fragilidad de los vulnerables soberanos prepotentes que se resguardaron y entronizaron allí.

 

Al paso del tiempo, de esos castillos de arena y de nuestros ideales solo queda una vaga imagen en nuestras mentes -la realidad que nos corresponde acaba por imponerse.


(Otras formas mentales mencionadas repetidamente en los escenarios culturales y políticos son imaginarias, solo alegorías y metáforas que aluden los ideales subjetivos de quienes las pregonan: los castillos en el aire y las torres de marfil -son los espacios psicológicos donde estos seres humanos tratan de eludir la realidad que los frustra mientras corre el calendario de sus existencias). 

 

Hugo Betancur (Colombia)

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*La Edad Media, Medioevo o Medievo fue el período de la historia de Europa (y especialmente de Europa occidental) que comenzó con la caída del Imperio romano de Occidente en el año 476 y finalizó con la caída del Imperio bizantino en 1453 o con el descubrimiento europeo de América en 1492.

Sus mil años de duración se caracterizaron por cierta fragmentación política y por el predominio de la Iglesia católica, que rigió la cultura, puso límites al desarrollo de la filosofía y de las ciencias y ejerció una estricta vigilancia y persecución religiosa. Por esta razón, esta etapa fue muchas veces caracterizada como una época de oscurantismo religioso o “Edad Oscura”, aunque hoy en día se sabe que produjo importantes innovaciones técnicas y permitió el surgimiento de relevantes estilos artísticos.

 

La Edad Media recibió su nombre por ser considerada una etapa intermedia entre la Edad Antigua y la Edad Moderna. Durante este período, la sociedad se organizó principalmente de acuerdo a un orden feudal, esencialmente rural o campesino. Sin embargo, también experimentó un resurgimiento de las ciudades a partir del siglo XI y el nacimiento de una nueva clase social: la burguesía.

 

La vida medieval estuvo lejos de ser estática y uniforme. Fue escenario de numerosos desplazamientos humanos, epidemias (como la peste negra), guerras y nuevas formas políticas, incluida la formación y expansión de imperios más allá de las fronteras de Europa occidental, como los imperios musulmanes o el Imperio bizantino. Esto originó conflictos y conquistas, como la invasión musulmana de la península ibérica, las Cruzadas y la Reconquista española.

 

Fuente: https://concepto.de/edad-media/

 

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domingo, 13 de octubre de 2024

Los seres vivos que mueren

LOS SERES VIVOS QUE MUEREN

Hugo Betancur

 

La muerte física es una transición -el organismo vivo cambia de un estado de manifestación a otro distinto. En ese momento, la estructura material se desorganiza y pierde su autonomía.

La muerte física significa la disgregación del hálito vital o alma de su vehículo o instrumento biológico de expresión y relación con el entorno y consigo mismo -el alma imperecedera anima la forma o conformación física sólo hasta el momento de la muerte.

Con la muerte, el cuerpo inerte se desintegra -lo que fue un ser humano o animal, con sus rasgos de personalidad y sus comportamientos, o lo que fue una fértil planta, se descomponen hasta secarse.

La existencia de cada ser humano es temporal, riesgosa y vulnerable ante los eventos y relaciones en que deba participar.

El poeta colombiano Jorge Artel nos decía “no es la muerte, es el morir lo que nos causa angustia y sufrimiento, es el proceso de contemplar como perdemos la vida sin que podamos hacer nada para evitarlo y sin aceptar la forma como sucede”.

A mi parecer, cada uno de nosotros muere según corresponda a su destino: estamos expuestos a las consecuencias de nuestros actos y de los de otros y experimentamos nuestras vivencias y relaciones limitados por la dualidad posible e imposible que se nos presenta en cada circunstancia -como en las partidas de ajedrez, las jugadas sucesivas tienen unas previsiones y pautas establecidas que restringen o habilitan los movimientos que cada participante puede hacer.

Estamos sometidos a los riesgos y beneficios de las elecciones que asumimos. Según mi entendimiento, nuestras existencias lo mismo que las de la vida general están regidas por dos axiomas básicos: la impermanencia (los cambios inevitables, la transitoriedad) y la incertidumbre (las leyes de la física aplicables a la materia sólo contemplan acciones y reacciones previsibles y establecidas; en un enfoque diferente, los comportamientos y manifestaciones de los seres vivos están limitados a las posibilidades de cada uno según sus circunstancias y relaciones).

La muerte* de nuestros allegados nos aparta de ellos por lo que consideramos que los hemos perdido o que nos han sido arrebatados.

La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross (1926 –2004) identificó cinco etapas psicológicas que podemos atravesar para hacer un duelo sano por la muerte de los seres queridos:

1) Negación y aislamiento: es más o menos una resistencia forzante a aceptar los sucesos –“no acepto esto”, “es injusto que me pase esto” (En los días próximos al acontecimiento, todas las explicaciones que otros puedan dar son insuficientes y poco convincentes).

2) Ira. A la negación le siguen el enojo y el resentimiento; afloran en la mente los “¿por qué?”: - “¿Por qué la vida me arrebató a esta persona tan especial para mí?, ¿por qué tiene que pasarme a mí? (La percepción de victimización surge y no es posible soltarla de momento).

3) Negociación o conciliación. La dificultad de afrontar la realidad está fundamentada en la carga de crisis que trae la situación. El conflicto debe ser resuelto liberando todas las culpas y los juicios de valor que cada uno hace según sus creencias.

4) Depresión. Los sobrevivientes entienden que son infructuosas la negación, las culpas, los lamentos, las protestas, las evasiones -no traen bienestar y paz. Aparece la tristeza como un sentimiento abrumador y penoso que debe ser vivenciado y que debe arder -es algo parecido a esperar y observar como la leña de una fogata se consume cumpliendo la función de calentar o preparar algo sobre las brasas en un recipiente.

El sufrimiento experimentado y la impotencia son el umbral de la última fase o etapa de transición:

5) Aceptación: Nos damos cuenta que no es posible deshacer los eventos y nos disponemos a hacer las paces con la vida tal como se manifiesta. Nuestros apoyos fundamentales son la esperanza, la comprensión, la disipación de las culpas y los juicios.

El viajero cansado reconoce los obstáculos y las penurias del sendero recorrido y se acoge a las tareas del presente.

Quizá sea útil vislumbrar la muerte de los otros con la misma visión de celebración y satisfacción con que contemplamos a los niños que nacen: unos cumplieron ya la compleja construcción de sus historias y deben cerrar sus ciclos de existencia y los otros apenas empiezan a explorar y tantear el mundo tropezando, cayendo, flaqueando, acoplándose a los obstáculos y entrenamientos que les permitan crecer y ubicarse en el nicho disponible para ellos.

Las certezas y los imprevistos nos acosan a medida que avanzamos en nuestros senderos.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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*Son muchos los ejecutores de la muerte: las enfermedades crónicas que van menguando la vitalidad y que obligan a quien las padece a revisar lenta y pormenorizadamente su pasado; las enfermedades graves que llegan y cortan el hilo de la vida súbitamente, sin dar tiempo a reflexiones ni a cuidados que preserven la salud; el desgaste progresivo del cuerpo que agota la funcionalidad y la supervivencia; los desastres de la naturaleza que dañan las estructuras físicas; los fenómenos de violencia humana -el suicidio, los homicidios realizados por nuestros semejantes por motivaciones de ira, odio, fanatismo, venganza, discriminación, despojo de pertenencias, celos, defensa, guerras anunciadas como justas por sus promotores e instigadores (los que deben proteger sus vidas, sus propiedades y sus sistemas políticos de los ataques de otros; y los demás, los depredadores en el poder y los militares o los grupos que imponen sus intereses y razones con sus armas y acciones, todos convencidos vanamente de que la violencia que ejercen no se volverá contra ellos como un boomerang lanzado).

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