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martes, 23 de diciembre de 2025

Hasta separarnos.

                                                                                                                                         Fotografìa de Juan Castillo. 

¡HASTA QUE LA VIDA NOS SEPARE!


Hugo Betancur

 

Los patrones culturales de nuestros padres y ancestros, y de la sociedad en que hemos crecido, tienen influencia en nuestras mentes desde que estamos en el vientre materno hasta que llegamos a la culminación de nuestras biografías particulares. Somos influidos paulatinamente por los mayores en nuestros aprendizajes o imitaciones de esos comportamientos y nos los vamos apropiando. Llegamos a ser adultos, y al relacionarnos con otros seres humanos, esa programación y esa memoria van guiando nuestros comportamientos en las relaciones que entablamos.

 

Las tradiciones de nuestros grupos familiares parecen procedimientos de obligatorio cumplimiento para nosotros: repetimos los hábitos de nuestros padres y parientes más cercanos y nos basamos en sus creencias –que provienen de las creencias de sus padres, que provienen de las creencias de los abuelos, que provienen de las creencias antiguas. El pasado muerto revive a través de nosotros cuando ejecutamos nuestros rituales psicológicos cotidianos.

 

Cuando enfocamos nuestra atención y nuestra disposición de aprender y cambiar en relaciones con seres humanos que provienen de otras culturas y que tienen conocimientos trascendentes y compatibles con el flujo cambiante de la vida, o también en relaciones locales que nos llevan a dudar de la utilidad y validez de nuestras creencias heredadas, podemos modificar esa memoria de conductas reiteradas que muchas veces son disociadoras, estresantes y propiciadoras de rivalidades y contiendas.

 

Toda esa historia generacional de confrontaciones ha conformado la matriz ideológica de lucha y competencia y los razonamientos de dominio  y de despojo violento que predominan en las crónicas humanas.

 

Y todo ese caudal de información reverberante repercute en las relaciones tempranas de padres e hijos y en las imposiciones y dogmas con que hemos crecido: “Eso no se hace”, “Eso no se dice”, “Esto es lo que tienes que hacer”.

 

En las relaciones de pareja, el modelo de comportamiento impuesto por las tradiciones sociales y familiares establece también unos modos de acción que mantienen generacionalmente las divergencias y la separación tras una fachada artificiosa de conformidad mutua.

 

Nos sermonearon desde la cuna sobre el entendimiento de la vida como una lucha, donde las conquistas son adecuadas y necesarias y donde unos seres humanos deben dominar y otros deben ser dominados. Nos enseñaron las estrategias para destacar sobre otros y para establecer alianzas convenientes que nos permitieran escalar posiciones

 

Esa pobre filosofía es lo que pretendimos aplicar en nuestros nexos sentimentales o de pareja representados en el significado pleno de los verbos “conquistar”, “dominar”, “poseer”, “vencer”, “obtener” –y si fuera necesario, “engañar”- para lograr nuestros objetivos de éxito y control donde nuestro liderazgo y autoridad fueran incuestionables, aun a costa del bienestar y la independencia de otros seres humanos.

 

No es raro que muchas de esas relaciones sólo fueran intentos fútiles de materialización de aquellos supuestos que nos trasmitieron. Esas relaciones en su inicio tal vez parecieron motivadoras o inspiradoras y luego se volvieron insostenibles cuando alguno de los participantes, ateniéndose a su culto al pasado, se replegó hacia su “zona de confort” donde el otro no encajaba.

 

Bajo esa programación ajena, la instauración de nuestros vínculos de pareja no podía ser sólida, y la pretensión de que fueran duraderos por toda nuestra existencia sólo fue una ambición desmesurada: allí solo podíamos manifestar nuestros papeles de amos o de sirvientes en una relación desigual donde tratamos infructuosamente de alcanzar una felicidad basada en ficciones. Nadie puede mostrarse sinceramente tierno siendo esclavo ni tampoco considerándose superior a otro. Y donde alguien se traza el objetivo de constituirse en una autoridad y otros se someten secundándolo, los conflictos cíclicos están asegurados entre los cortos períodos de calma y conciliación y está confirmada como una traba de comunicación permanente la disparidad –condición de desigualdad y de jerarquías implícitas.

 

Normalmente, los encuentros iniciales no son de seres humanos libres que nos relacionamos en el presente de nuestras vidas sino de personalidades que traemos nuestro archivo mental de situaciones dolorosas o abrumadoras del pasado no resueltas ni entendidas -y, por lo tanto, no aceptadas ni liberadas.

 

Tras la apariencia agradable que nos atrae recíprocamente, están los atributos negativos que guardamos solapados o temerosos –en ocasiones, encubrimos nuestra mentalidad de sufrientes y nuestros  padecimientos con actuaciones complacientes.

 

A medida que avanzamos como viajeros que compartimos trechos de la jornada, todos esos desastres psicológicos van apareciendo con toda su apabullante desarmonía y divergencia. Inevitablemente, las imágenes de bondad y simpatía son desplazadas por las de hostilidad y desasosiego porque no es posible una relación ecuánime entre seres humanos que contemplan la vida con una visión opuesta –el contraste entre quienes fluyen y quienes se mantienen represados tras una barrera que impide la asociación amable y los acuerdos venturosos.

 

Surgen las preguntas no resueltas: ¿Podemos liberar las devastaciones y experiencias amargas que atravesamos? ¿Podemos relacionarnos con libertad, afirmando nuestra confianza en la abundancia y provisionalidad de la vida y no en las carencias y percepciones tristes del pasado que otros deberán redimir?

 

¿Cómo queremos ser recordados?

 

Hugo Betancur (Colombia)

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lunes, 22 de diciembre de 2025

¿Transición y cambio, o vida en modo autómata?

                                                                                                             Fotografia por Hugo Betancur

¿TRANSICIÓN Y CAMBIO?

¿O vida en modo autómata de reacciones condicionadas, fragilidad, exclusiòn?

Hugo Betancur

 

La invención y la producción humana de máquinas para realizar tareas nos trajo el progreso industrial y científico. Estos aparatos de piezas ensambladas construidas con diversos materiales y conectados con fuentes de energía funcionan como autómatas; operan gracias al movimiento y ejecutan trabajos. Todos sus procesos de desplazamientos, giros, aplicación de fuerza, fueron ideados por el ingenio humano.

Nuestra historia primitiva fue erigida con acciones elementales y utensilios rústicos -con nuestros cuerpos posiblemente toscos y caracterizados por frentes prominentes, manos callosas, uñas gruesas, pies grandes, espaldas encorvadas.

Evolucionamos lenta y progresivamente a humanos civilizados y erguidos a través del conocimiento y de la experimentación. Nuestros aprendizajes nos catapultaron desde existencias simples basadas en la supervivencia hasta existencias complejas donde nos incorporamos a sociedades también complejas, competitivas, truculentas, empeñados en descubrir nuestros destinos y en fluir con nuestros dilemas.

¿Nos relacionamos como personajes discordantes, ansiosos, desapacibles, con modelos mentales de conquista y avasallamiento, en confrontaciones con resultados predecibles y con una alternancia de los ataques y las tretas, como autómatas desplegando nuestras fuerzas? ¿O nos relacionamos con actitudes sanas de bienestar e integración, conteniendo nuestra reactividad y expresando nuestra paz?

En el modo de autómatas, la existencia se convierte en un campo de batalla donde hay heridos, lisiados, mutilados; o tal vez en un hospital lleno de enfermos postrados transitoriamente en su lechos; o en una clínica psiquiátrica donde los pacientes cabecean y miran al vacío, ciegos y sordos al mundo que los rodea; o tal vez en granjas y enormes fabricas donde los trabajadores agotan sus fuerzas y se consumen; o tal vez en grandes hoteles o despachos o casonas o apartamentos lujosos donde los triunfadores engordan, presumen y derrochan el dinero que otros han producido para ellos. En el modo autómatas, quizá hasta sea una mezcla de todo lo anterior la existencia.

En el modo de seres humanos pacíficos, reflexivos y conscientes de las consecuencias de nuestros actos los campos de batalla desaparecen y los adversarios aplacan sus ímpetus.

Nuestra relación con el conjunto de la vida requiere que nos adaptemos a los entornos y sociedades donde cumplimos nuestros roles y nuestros aprendizajes, o que nos liberemos de esos ambientes si nos sentimos desacoplados e inconformes.

Si encajamos en esos espacios e interacciones nos consideramos o nos consideran adaptados.

Si desentonamos o entramos en conflicto con los otros participantes, nos consideramos o nos consideran inadaptados. Se nos presenta la opción de hacer cambios en nuestros modelos mentales o en nuestras creencias para podernos acoplar. Sin embargo, quizá no sea posible esa adaptación o los cambios que la propiciarían cuando las condiciones de los personajes y de los lugares son incongruentes con nuestros principios, nuestra formación y los valores humanos que profesamos o preconizamos

Cuando rechazamos esos escenarios y personajes y no logramos ajustarnos, migramos hacia lugares o nichos en que esperamos armonizar con otros y realizar nuestras ocupaciones sin trabas. Esto puede ser un escape infructuoso si descubrimos en las nuevas relaciones que tampoco logramos adaptarnos porque otra vez encontramos un ambiente discordante; puede ocurrir, también, que nuestras mentes hayan levantado una barrera que impide la adaptación porque damos más primacía a nuestra importancia personal y a nuestros intereses que a la asociación con otros.

Posiblemente la evolución humana haya sido establecida en cuatro soportes: experimentación, aprendizaje, adaptación y cambio. Todos estos procesos han sido interdependientes y crecientes.

Los cambios son consecutivos a la intención y a la consciencia sobre nuestros requerimientos o los de otros y sobre las circunstancias en que coincidimos, son guiados por una motivación particular o grupal.

La adaptación es congruente con la conformidad y disposición del personaje que representamos. Es subjetiva, aunque está incentivada por motivaciones utilitarias y de ganancia o por una inteligente actitud de relacionarnos armoniosa y amigablemente; cualquiera de las dos posiciones dependerá de la mentalidad de los protagonistas.

La evolución humana quizá tenga como objetivo principal descubrir que hay tras el velo de las apariencias, de las tramas, de las creencias, de lo desconocido. En suma, nuestra evolución como humanos deberá llevarnos a la sabiduría de deshacer las ilusiones comprendiendo como han sido conformadas y a superar los ciclos de aniquilación y destrucción dispuestos a lo largo de nuestra historia por los depredadores y sus huestes ejecutoras y robóticas.

La instauración de la paz en nuestras mentes y nuestras sociedades es probablemente el “santo grial” que puede servir como único fundamento para nuestra experimentación positiva, nuestros aprendizajes coherentes, y las adaptaciones y cambios propiciadores del bienestar y la libertad en nuestro mundo.

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 21 de diciembre de 2025

Solo las mentes cambiantes pueden ser creativas.

                                                                                                                       DEVOLVED PARLIAMENT. Pintura de Banksy.

SOLO LAS MENTES CAMBIANTES

PUEDEN SER CREATIVAS

 

Hugo Betancur

 

La creatividad es una cualidad de los seres vivos. En los humanos, es posible que surja de una intención que nos lleva infaliblemente hacia la acción realizadora. Conformamos aquello que hemos decidido hacer tangible como resultado de modificaciones en nuestros procesos mentales. 

Los ritmos y relaciones de la existencia son completamente interactivos, aunque pretendamos muchas veces enfocarlos como un conjunto de manifestaciones producto de casualidades o azar. 

Como niños, somos pequeños actores ingresando a los escenarios donde vamos asumiendo papeles en el drama humano que ya está montado. Inicialmente, tanteamos nuestra relación con los demás expresando los atributos de las personalidades en evolución que ya están caracterizadas en nuestras mentes: vamos paulatinamente mostrando nuestros dones y nuestras limitaciones que permiten a quienes nos rodean formarse una imagen sobre nuestro acervo psicológico particular. 

Aunque actuamos espontáneamente en esas etapas tempranas, estamos condicionados por nuestras personalidades y los mayores pueden hacer un retrato de nosotros resumido en la frase habitual: "el (o ella) tenía esa tendencia desde su niñez". 

Como niños, vamos conformando nuestros roles en nuestros juegos espontáneos con los elementos disponibles en nuestro entorno. Nuestra creatividad proviene del estado alcanzado por nuestras mentes y no de las instrucciones o exigencias de los adultos que nos rodean, aunque haya sido establecido como uno de los paradigmas predominantes que somos una copia de nuestros padres o que somos el producto del ambiente en que crecemos -podemos desvirtuarlo cuando observamos que miembros de una misma familia tienen cualidades y comportamientos diferentes y que no son una imitación o continuidad de los rasgos de sus progenitores. 

Nuestros juegos infantiles pueden sugerir a otros indicios de nuestras personalidades en evolución. Sin embargo, mientras vamos creciendo, somos presionados a someternos  a la programación de la educación tradicional masiva que  nos instruye sobre la importancia de ascender en jerarquía sobre otros, de adquirir posesiones, de imponernos como individuos aislados, disgregados y prepotentes para dominar en algún sector de la sociedad humana -pero no autónomos porque tenemos el yugo de las instituciones seculares parasitarias con su prontuario de normas y leyes de obligatorio cumplimiento y porque estamos restringidos por los poderes establecidos con su ejercito de ejecutores y guardianes que obtienen una renta vitalicia por avasallarnos y obligarnos a  cumplir los mandatos vigentes. 

Como adultos, representamos nuestros roles según el entrenamiento que hayamos asimilado, según las enseñanzas y experiencias que hayamos superado, según la posición que hayamos alcanzado -externa e internamente- y según la percepción que logremos elaborar sobre nosotros mismos y sobre el entorno donde interactuamos-. Nuestros actos están supeditados a las condiciones de nuestra personalidad y a las opciones de elección disponibles para nuestra mentalidad del momento. 

No es posible que podamos adoptar roles que no se ajusten a nuestras capacidades del ahora, el momento presente. La energía que aplicamos a la acción nos permite plasmar nuestra creatividad o nuestras obras en un momentum que requiere ímpetu y movimiento. Sin embargo, en las relaciones humanas la renuencia o negación a realizar algunas acciones es también una acción que revela el movimiento de nuestras mentes rehusándonos a participar en situaciones o eventos posibles.

Cuando otros seres humanos no tienen la capacidad de actuar, cometemos errores cuando los juzgamos negativamente porque no logran hacer cambios o realizar acciones que promuevan su propio progreso y el de sus relacionados, quizá porque carecen en el momento de una conciencia y un propósito que impulse sus mentes. Podemos entender que la triada conciencia-propósito-acción es requerida para realizar cambios en el panorama de la vida y que cada uno es lo que es según el momento que atraviesa su personalidad en evolución, según su mentalidad y según las realizaciones alcanzadas.

Sólo las mentes que cambian pueden ser creativas. Las mentes estancadas o cerradas ejecutan acciones repetitivas, mecánicas, previsibles. La creatividad conlleva cambios, modificaciones. Es probable que ocurra primero un cambio en la mentalidad y que ese cambio nos impulse hacia acciones diferentes a las habituales. 

Para poder cambiar es adecuado que contemplemos el espacio interior en un estado de calma que nos permita observar las ideas de nuestras mentes: ¿Qué falta por hacer para alcanzar nuestra autonomía y nuestra paz?, ¿Qué cargas, rutinas y creencias podemos liberar para alcanzar nuestra autonomía y nuestra paz? 

Para ejercer nuestra creatividad, emprendemos aprendizajes que nos permitan transformar nuestras mentes en las acciones y relaciones. Aprender es cambiar también. Nuestra mentalidad que cambia proyecta esa realización hacia el conjunto de la vida para que ocurra un progreso, lo que incentiva que otras mentes cambien. 

En una relación equitativa con los demás, nuestras motivaciones fundamentales son: ¿Qué puedo aportar?  ¿Cómo puedo retribuir lo que he recibido? ¿Cómo puedo trascender la monotonía de mi historia particular para alcanzar la triada conciencia-propósito-acción que me permita interactuar creativa y constructivamente en el escenario de la vida?

 

Hugo Betancur (Colombia)

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sábado, 20 de diciembre de 2025

La vida que sucede en presente.

                                                 Grafiti de Banksy. Fotografía por Diana Valderrama

PRESENCIANDO

Hugo Betancur

 

Mientras la vida alienta nuestras existencias y vamos apilando los episodios de nuestras historias, desplegamos nuestros sentidos percibiendo los espacios y los actos de los demás personajes en escena. En todo instante estamos “presenciando” lo que sucede.

Percibimos en presente, recordamos en presente, fantaseamos sobre un futuro por alcanzar en el presente. Ese futuro no llega porque siempre es un tiempo por venir, aunque presumamos de alcanzarlo o de realizarlo. Y el pasado no ocurre en el ahora, pertenece a una imaginaria línea de tiempo donde hemos experimentado nuestras vivencias e historias ya cumplidas.

Actuamos ambiguamente: mantenemos nuestra fortaleza, nuestra resonancia con nuestro destino, nuestra energía y atención en nuestras relaciones; o mantenemos nuestra incertidumbre, nuestra disonancia con nuestro destino, nuestra energía y atención ausentes de las relaciones actuales.

Nuestros conflictos y crisis surgen de procesos de nuestras mentes, suceden porque nuestros egos crean adversidad y confrontaciones, o porque interpretamos que somos afectados negativamente por eventos del mundo, o porque nuestros planes y proyectos se desarticulan -son nuestras reacciones a lo que aparece manifiesto ante nosotros como realidad.

Nuestras mentes que los elaboran deberán deselaborarlos* para que podamos liberarnos de sus efectos, de su carga, de su tormento.

Nos corresponde resolver los conflictos y las crisis identificando sus causas tempranamente y asumiendo nuestra responsabilidad porque hemos participado en su conformación en nuestras relaciones con otros.

Podemos entender que los conflictos surgen de la interacción de los personajes y de las creencias y los roles representados.

Todo conflicto implica una divergencia entre los seres humanos involucrados que lo atizan con sus pretensiones de control o su victimización eventual.

Toda postergación que hacemos expande nuestros conflictos y nos estanca en una condición de desasosiego.

Nuestros estados de infelicidad, nuestros rostros sombríos, nuestros insomnios, nuestro mal humor y nuestros gestos de preocupación, revelan que no hemos resuelto nuestras pugnas psicológicas.

El futuro incierto no nos trae las soluciones que nuestras mentes deben asumir -es solo una referencia temporal y no un filón de opciones que puedan beneficiarnos.

Expresamos frecuentemente que “atravesamos” diversas situaciones y les ponemos los adjetivos pertinentes (atravesar significa "pasar a través", movernos en el espacio y tiempo realizando alguna acción). 

Cada uno de nosotros es gestor de los aprendizajes y cambios que conciernen a su destino y según nuestras acciones cada uno de nosotros elige u omite las soluciones posibles según su libertad y según su lucidez.

 

Hugo Betancur (Colombia).

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jueves, 18 de diciembre de 2025

Buscando felicidad, amor y paz.

                                                                                       Ilustración de Banksy: "Sé alguien que te haga feliz".

LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD 

Hugo Betancur


En las intrincadas culturas, religiones y rituales del mundo, la felicidad, el amor y la paz han sido establecidas como objetivos de las mentes.

Cuando decimos que estamos en la búsqueda de algo estamos expresando que no lo poseemos o que no lo tenemos -o quizá que lo hemos perdido.

Nuestras búsquedas están relacionadas con seres vivos que pretendemos vincular a nuestros entornos, o con cosas tangibles e inertes, que tienen masa, volumen y formas y que son definibles como materiales, cuantificables, evidentes, perceptibles, utilizables.

O nuestras búsquedas están relacionadas con elementos intangibles que nuestros sentidos no pueden detallar o describir y que son los ideales que pregonamos, lo que perseguimos, lo que decimos que nos hace falta.

Sin embargo, el término búsqueda referido a la felicidad, al amor y a la paz es discordante. No accedemos a esta triada de bienaventuranzas por las búsquedas externas: no las encontramos afuera y no son ilusiones por alcanzar; son estados o atributos de nuestro ser, afines entre sí, que podemos manifestar y des-cubrir y que resuenan con nuestro destino.

Cuando nos damos cuenta que no están presentes la felicidad, el amor y la paz, que son gracias veladas e inaccesibles a nuestras mentes y a nuestros corazones, imaginamos ambiguamente que otros deberán traerlas a nuestras vidas y emprendemos búsquedas vanas que nos llevan a la frustración y a la soledad. Esos tres dones  no los cristalizamos bajo esas condiciones de carencia y deseo y no nos serán concedidos por un agradecido genio de la lámpara que hayamos liberado ni por una divinidad poderosa ávida de ceremonias y halagada por nuestras pobres ofrendas; nuestro guion de soñadores no será realizado.

Podemos proyectar afuera y hacia otros felicidad, amor y paz si hemos alcanzado un estado de armonía que acoja estos tesoros en nuestras mentes y propicie su expansión –como ocurre con las semillas que van creciendo hasta convertirse en hermosas plantas, verdeciendo, floreciendo con las caricias del viento y la lluvia y engalanando el paisaje.

La felicidad, el amor y la paz son los soles interiores que emanan su calidez y su esplendor en nuestras acciones –si esos soles están apagados, no logran irradiar su luz.

Me han enseñado que solo podemos manifestar estos atributos de felicidad, amor y paz si ya los tenemos y que solo cumpliendo ese requisito podemos reflejarlos en el espejo de la vida.

Algunos ejemplos de otros dones de los seres humanos nos permiten comprender esto –lo que es, lo que está presente, algo que es propio y puede ser expresado porque palpita  y que no es colectivo-: la visión de los  pintores que les permite recrear imágenes coloridas con sus manos, las voces singulares de los cantantes interpretando sus melodías con sus tonos distintos, los músicos tocando sus temas variados en sus instrumentos característicos, los bailarines y danzantes ejecutando sus movimientos y gestos con agilidad y gracia según los ritmos, los actores interpretando sus roles y asumiendo sus líneas, los escritores improvisando sus personajes y ambientes y dándoles visos de realidad…

No alcanzamos aquello que no merecemos, lo que desvirtúa nuestras búsquedas externas de felicidad, amor y paz y las hace infructuosas. Por el principio de correspondencia, nos es retribuido con creces lo que damos a otros para que nuestras relaciones fluyan equilibradas y justas.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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[La palabra buscar es un verbo transitivo activo y la palabra búsqueda es un sustantivo de género femenino.

Es incierta la etimología de las dos palabras.

Tal vez buscar haya sido originada del protocelta *boudi- {"ganancia, victoria"), y del indoeuropeo *bhudh-skō ("conquistar", “ganar”.

BUSCAR: ocuparse en la acción de encontrar o hallar algo o a alguien; intentar establecer dónde está.

Sinónimos: rebuscar, explorar, indagar, ventear, averiguar, pesquisar, inquirir, escudriñar.

Derivados: busca, buscador, búsqueda].

https://es.wiktionary.org/wiki/buscar¨

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