¿QUÉ PERDONAMOS?
Hugo
Betancur
Probablemente debamos perdonar los veredictos de culpa que hemos
decretado contra otros por sus acciones: reprobamos sus comportamientos considerando
que nos han hecho daño, que han afectado nuestros intereses y expectativas, que
han defraudado nuestras creencias y normas.
Muchas veces nos empecinamos en mantener vigentes esas culpas y
los hechos que las motivaron y nos declaramos adversarios de los autores y los
eventos. Llevamos esas cargas agobiantes mientras nuestras existencias van
declinando y mientras retraemos obsesivamente los recuerdos adversos con una persistencia enfermiza
y dolida.
En toda relación suceden eventos protagonizados por los
personajes que participan -son solo eventos donde cada uno realiza su acto según las
condiciones temporales y según su idiosincrasia*.
Podemos deducir que los ejecutantes eligen qué hacer según las
opciones disponibles para cada situación y convergencia -en la vida pasa algo
similar a lo que sucede en una partida de ajedrez donde los contrincantes
mueven las piezas en el tablero limitados a escoger solamente las jugadas
posibles.
El perdón es un retorno a la cordura. Nos permite deshacer los
yugos que nos hemos impuesto siguiendo los sistemas de creencias disociadores
que heredamos o elaboramos y nos permite también deshacer la soberbia y
vanagloria de la importancia personal.
Para que podamos establecer el perdón en nuestras mentes debemos
comprender que todo lo que ocurre son eventos de la historia común, tan intempestivos
e inevitables como el derrumbe de una ladera de montaña donde la presencia de corrientes de agua subterráneas y la falta de árboles
socavan la firmeza del terreno.
Aquellos que juzgamos con sentimientos de ataque y de rechazo
sólo hicieron lo que era posible para su personalidad y las circunstancias de
sus vidas.
Nuestros juicios sobre ellos y sobre los sucesos experimentados
son tan inútiles y arbitrarios como nuestros lamentos y nuestras amarguras: son
sólo dramas de llanto y autocompasión con que nos embelesamos en nuestros
duelos rituales y nuestras fantasías sobre la felicidad subjetiva que
imaginamos y que no nos fue prodigada porque los concurrentes no podían darnos
ese presente exigido o reclamado.
Cuando juzgamos a otros los sometemos a la lógica** de nuestras
creencias y desdeñamos las limitaciones y el libre albedrío de su personalidad.
A quien elabora la culpa le corresponde decidir la absolución.
En el interior de cada uno de nosotros está la comprensión y no
afuera.
Hugo Betancur (Colombia)
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*IDIOSINCRASIA: “Conjunto de
los rasgos y el carácter distintivos de un individuo o comunidad”, según definición
de la RAE para esta palabra.
** LÓGICA: “La palabra
lógica, del griego "λογική - λογικός" (logikê-logikós), a su vez de
logos: razón. Ciencia que enseña a raciocinar con exactitud”.
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