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sábado, 29 de julio de 2023

Qué hacer: ¿Nos quedamos pasmados o fluimos con la vida?

 

                                    Mujer con espejo. Escultura de Fernando Botero en Plaza Botero, en Medellín, Colombia.

PASMADOS

Hugo Betancur

No actuamos con sensatez cuando nos quedamos pasmados mientras la vida sucede ante nosotros. Debemos avanzar y progresar asimilando las situaciones imprevisibles en que participamos.

El transeúnte que camina afuera y ve que la lluvia se desata tempestuosa sobre él debe correr a buscar refugio.

El espectador que observa un paisaje tras un largo invierno y de pronto se da cuenta que la montaña enfrente de él se derrumba debe alejarse para no ser sepultado por la tierra.

Quien ve que en el lugar donde se halla se prende un incendio creciente que lo amenaza debe también alejarse. (Lo mismo debe hacer quien observa de cerca de un loco furioso en la calle agrediendo con un garrote a los presentes).

Quien se queda pasmado sin reaccionar resolutivamente ante las circunstancias, va a sufrir por lo que está experimentando, y debe liberarse para recuperar su equilibrio y su centro. 

Un buen observador que analice detalladamente nuestros comportamientos claudicantes ante los incidentes que afrontamos (y ante eventos psicológicos de mayor gravedad que nos conmocionan) nos aconsejará de inmediato: "¡Quítate de ahí! ¡Abandona ese escenario y ese rol que estás representando! ¡Recupera tu libre albedrío y tu calma!".

Somos certeros y lógicos cuando contemplamos nuestras relaciones y vivencias con mentes indulgentes que acatan las manifestaciones de la vida y las atraviesan con fortaleza y optimismo -todo lo que ocurre es incontenible y actuamos según nuestras opciones (lo que somos en cada secuencia realizable y lo que podemos o decidimos hacer).

La vida requiere nuestras acciones de restauración y de ajustamiento al presente. Cuando escapamos hacia la pasividad y la autocompasión somos atrapados por el pasado y la maraña de acontecimientos que reciclamos con su lastre de culpas, resentimiento, tristeza, arrepentimientos, nostalgia y sufrimiento –cuando nos sometemos a ese martirio desvaloramos los episodios alegres y gratamente memorables de nuestras biografías que son nuestros reales tesoros.

El sufrimiento es nuestro maestro provisional y no una flagelación* vitalicia que debamos auto infligirnos día a día imitando a los penitentes que durante varios siglos han practicado el azote con los flagelos o flagrum** esperando que el Cielo les conceda la redención y el perdón de  sus pecados como premio.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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­­­­­­­­­­­­­­­­­[*La autoflagelación psicológica podemos definirla como el sufrimiento que nos causamos nosotros mismos al interpretar como penosos e insuperables los sucesos de nuestras existencias].

[**Un flagelo o flagrum es un accesorio utilizado para azotar, compuesto de varias cuerdas anudadas y atadas a un mango de madera].

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