Grifo imaginado y esculpido. Fotografia por Hugo Betancur
ILUSIONES Y DESILUSIONES
Hugo Betancur
Nuestras
ilusiones son ideaciones que elaboramos en nuestras mentes. En el ahora no
tienen representación ni manifestación como realidades –no son evidentes, son
utopías insustanciales y caprichosas que improvisamos.
Podemos
definir esas ilusiones a otros según las imaginamos. Podemos describirlas tal
como lo hacemos con los ambientes, los paisajes y las situaciones de la vida
corriente, coloreándolas y llenándolas de adjetivos, mas no están presentes
para que ellos y nosotros las podamos percibir.
Cada uno de
nosotros asumimos nuestras ilusiones y los hechos afines a nuestra historia,
nuestro personaje y nuestro destino. Somos distintos en nuestras acciones y
comportamientos –aunque hayamos asimilado creencias y costumbre comunes propias
de la cultura familiar o social en que crecimos.
Como seres
humanos autónomos, tenemos un conjunto de atributos provechosos y de
limitaciones adversas; los primeros son nuestras fortalezas positivas y dones
–lo que consideramos nuestra luminosidad- y las segundas son nuestras cargas
negativas que esgrimimos como justificaciones para nuestros conflictos y para
el empoderamiento de nuestros egos –nuestra oscuridad.
Cuando nos
quedamos pasmados experimentando nuestros conflictos también padecemos las
interpretaciones de nuestras mentes que nos predisponen al sufrimiento -nuestro
sufrimiento particular, que estructuramos según los razonamientos que aplicamos
a nuestras vivencias- (podemos pensar que cada uno de nosotros sufre según sus
elecciones de juicio).
[Hagamos
una analogía respecto a nuestras mentes pasmadas o estancadas. Ubiquémonos en
un escenario del presente para practicar un ejercicio visual. Miremos el
péndulo de un reloj de pared: oscila de un extremo a otro y cada punto de su
recorrido es un instante del presente que pasa frente a nuestros ojos; por el
fenómeno de persistencia de la visión, captamos su movimiento de lado a lado
como una continuidad en el espacio -el salto de las manecillas en la esfera
señala el tiempo que corre y los observadores que contemplamos la maquinaria
funcionando podemos certificar que lo registra progresivamente: si el reloj se
detiene, el tiempo no avanza; asimismo, si nuestras mentes no procesan nuestras
pugnas nos quedamos estancados psicológicamente].
Podemos
cambiar las circunstancias amargas de nuestras relaciones afectivas con
acciones resolutivas en el presente: cambiamos nuestra mentalidad del modo
víctima al modo comprensión y practicamos la expiación -liberación de la culpa
y la condena contra otros o contra nosotros mismos-. Muchas de esas ilusiones
inventadas serán nuestras frustraciones y nuestras desilusiones -ficciones
imposibles que no podemos plasmar porque no son sustentables como sucesos o
como cosas materiales en el mundo en que existimos.
Todas las
ilusiones son fantasías humanas que raramente adquieren conformación apreciable
y probable.
En uno de
mis cuentos, un maestro jubilado y viudo ha colocado en el balcón de su
apartamento una matera llena de tierra abonada donde imagina haber sembrado un
rosal que florece cada 2 meses. Lo riega dos veces a la semana. Varias veces al
día se sienta en un cómodo sillón y observa el crecimiento y la vitalidad de la
planta con deleite. Realmente no hay un rosal allí pero su mente solitaria lo
ha puesto en esa matera y lo ve reverdecer y llenarse de flores amarilla que
abren sus pétalos durante una larga semana para después marchitarse. El viento
no mueve sus tallos ni el agua de la regadera rueda sobre sus hojas; sin
embargo, él ha visto su crecimiento y admira su belleza como el más avezado
jardinero y permanece vigilante para llevar la mata adentro cuando el sol
calienta. No se la ha mostrado a nadie porque podrían hacerla desaparecer con
sus argumentos y su lógica y podrían poner en duda su cordura. Es su posesión
vegetal que envejece con él y la conserva en secreto.
Podemos
reemplazar las ilusiones por ideales, planes y proyectos que fundamentamos en
aprendizajes y entrenamiento de nuestras mentes, y que posiblemente puedan
ocurrir si cumplimos sus requisitos de realización.
Las
ilusiones nos anclan al futuro inexistente y al pasado extinguido. Son
distracciones y espejismos
Cuando las
ilusiones perturban nuestras relaciones y nuestro equilibrio emocional, nuestra
salud mental se deteriora. Si nos aferramos a esas ilusiones entramos en pugna
con la realidad.
Las
reflexiones atentas y serias sobre nuestras ilusiones nos permiten darnos
cuenta que son transgresiones que hacemos de la realidad y que carecen de
certeza y de verificabilidad.
Cuando
sucumbimos a las ilusiones nos proclamamos ilusos y desvirtuamos la realidad
como Quijotes, esperando vanamente que nuestras quimeras cobren vida –actuamos
tan neciamente como el viajero que pretende recorrer un camino en el campo en
una noche sin luna con sus gafas oscuras puestas, tropezando y cayendo, y
negándose a utilizar la linterna que guarda en su morral.
Hugo
Betancur (Colombia)
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