Graffiti
en Amsterdam. Foto de Diana Valderrama.
Razones, pretextos,
elecciones…
EL
ENTRAMADO DE NUESTRAS MENTES
Hugo
Betancur
Es
posible que nuestra percepción inmediata y directa de lo que vemos o
experimentamos nos pueda permitir una comprensión temprana de “lo que
es”, si somos consecuentes con los efectos y afectaciones que provoca en
nuestras mentes -imágenes súbitas como una lluvia fuerte que se desata, como un
trueno que escuchamos o como un rayo que vemos, como una situación o
circunstancia que presenciamos o que nos es contada, o como los comportamientos
o acciones de otros seres humanos.
Ese
flash o imagen fugaz aviva nuestra percepción inicial. Esa imagen impresiona
nuestra mente como una gran fotografía llena de detalles y de colores que
captamos en su plenitud rotulándola con frases o palabras, contundentes o
drásticas o trágicas para cualquiera de nosotros –“se murió”, “se fue”, “me
dejó”, "la perdí” o "lo perdí”, “se terminó”-, o en contraste, con
frases o palabras alegres, optimistas, motivadoras –“nació”, “regresó”, “está
conmigo”.
En
ese ínterin o umbral de la percepción al razonamiento podemos observar
los sentimientos y emociones que cada incidente efímero suscitó en nosotros
–los datos de la intuición que desechamos habitualmente- y podemos decidir
inteligentemente nuestra comprensión ajustándonos a las situaciones. "Lo
que fue" no podrá ser deshecho.
Sin
embargo, acostumbramos a desplazar la resolución de "lo que es" en su
momento y seguimos después un proceso de pensamiento inducido por “lo que fue”
o “lo que pasó”, implicándonos en una revisión retrospectiva dispendiosa.
Obstinados, resistiéndonos a transigir y a fluir, enfocamos la atención de
nuestras mentes en lo sucedido -relaciones, seres vivos y móviles
representándose a sí mismos, naturaleza, estructuras físicas- y dilatamos
nuestro tiempo psicológico.
Hacemos
una interpretaciones posteriores que surgen de la información que
tenemos, del archivo de la memoria, donde cada uno de nosotros ha recopilado, o
compendiado, o inventariado sus ideas, creencias y recuerdos a su manera y lo
ha adaptado a una identidad que presume como sí mismo –“yo pienso”, “yo creo”,
“yo siento”.
Esa
identidad que conformamos en la línea de la vida que nos corresponde y que
constituimos como nuestro yo, es un personaje que expresa, desde su condición
humana, nuestros patrones mentales con que pretendemos definir y captar lo
exterior –y tal vez establecer nuestra idiosincrasia y filosofía particulares y
exclusivas.
Filtramos
o discriminamos las acciones de otros según nuestros juicios y elecciones
y determinamos qué debió o debe ser o pasar según nuestros requisitos y
designios. Muchas veces nos erigimos como clasificadores y actuamos quizá
como los porteros de los edificios y las empresas, o como los agentes de
aduanas, o como quienes programan reuniones, calificando quienes cumplen
nuestras normas para que puedan pasar nuestro control y quienes deben ser
excluidos porque carecen de los atributos exigidos.
Después
de esa percepción instantánea que tenemos de cada acontecimiento, establecemos
nuestras interpretaciones mentales según nuestros guiones de vida y nuestros
planes o proyectos. Hacemos alguna de dos elecciones: decidimos abrirnos a la
comprensión propiciada por nuestra percepción atenta o nos confinamos
en los juicios, muy lentos, que podrán culminar en nuestras
sentencias absolutorias o condenatorias mas no en una conciliación liberadora.
En
ocasiones fragmentamos o distorsionamos o desmenuzamos los hechos con la
pretensión de cotejarlos con los moldes de realidad propia y subjetiva
que elaboramos y nos enredamos en un entramado de pensamiento conflictivo
que nos disocia de otros seres humanos y nos sumerge en crisis mentales
que cargamos con frustración, pugnas, quejas.
¿Qué
podemos reclamar o reprochar a otros, que también han elaborado minuciosa o
rudimentariamente su personaje y que lo representan con sus propios
libretos y mentalidad, siguiendo sus ambiciones, o sus metas, o los que
denominamos ideales y sueños, o plantándose ante la vida como conquistadores
potenciales que deben vencer y superar a otros y volverlos sus sirvientes y
proveedores de placer, cuidados, obediencia ilimitada? ¿Qué podemos reclamar o
reprochar a quienes cumplen sus papeles de honrados y sinceros seres humanos
que resguardan celosamente su autonomía y su libertad y que temen los
compromisos? ¿Qué pueden otros reclamarnos o reprocharnos cuando no nos
ajustamos a sus expectativas e ilusiones?
Cada
observador fija su mirada en el mundo de afuera y lo asimila o lo reprueba
según los contenidos de su mente y según sus propósitos.
Podemos
considerar que las realidades convenientes que codiciamos alcanzar
son inciertas por su carácter cambiante e inestable y que también las ilusiones
son inciertas porque son sólo fragmentos de pensamiento, volátiles e
insustanciales.
Nuestras
relaciones nos acercan y asocian a otros cuando las establecemos desde nuestra
libertad, nuestra afectuosidad y nuestra integridad -con la esperanza de
obtener reciprocidad sincera. Las relaciones que establecemos desde condiciones
de necesidad y carencias nos llevan a depender de otros y a experimentar la
separación en cualquier momento imprevisto.
Hugo Betancur (Colombia)
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