ALTARES, DUELOS, CAMBIOS POR HACER
Hugo Betancur
Momento a momento, la imprevisible y compleja vida nos despliega
su repertorio de relaciones, tareas, aprendizajes. Nos confronta con los cambios
que ocurren afuera y que no podemos evitar y con los cambios imperativos que
nos corresponde hacer y que no logramos emprender. El inventario de lo
realizado y lo aplazado aumenta desmesuradamente y nos sobrepasa. Nuestros
conocimientos y acciones se tornan insuficientes y por momentos aspiramos a que
otros nos complementen o asuman nuestros asuntos, lo que no sucede porque ellos
tienen sus propias cargas y prioridades.
Muchos seres humanos conocidos o apreciados o amados por
nosotros se alejan, o llegan a la consumación de su personaje que deja de
existir, lo que nos compromete con duelos súbitos que extendemos en el tiempo y
que nos mostramos reacios a resolver y a liberar -en ocasiones exageramos
nuestras reacciones particulares de tristeza y negación, y asumimos un
sufrimiento amargo y elocuente que nos parece apropiado y necesario.
Talvez no logramos experimentar plenamente muchas de nuestras
vivencias en tiempo presente porque las atravesamos distraídos y no somos
conscientes de su transitoriedad y de su trascendencia -sólo las memorizamos
fragmentariamente para después evocarlas en tiempo pasado revistiéndolas de
nostalgia y de afectividad para medio rescatarlas del olvido.
Hacemos altares a nuestros ídolos y a los personajes o historias
o circunstancias, que para nosotros son dignos de reverencia y exaltación. Sin
embargo, podemos preguntarnos: ¿qué altares nos llevan a estados de bienestar,
de alegría, de optimismo, de cordialidad?; ¿qué altares nos llevan a estados de
malestar, de tristeza, de pesimismo, de conflicto?
Esos altares los establecemos en nuestras mentes, aunque también
disponemos un sitial exterior
representativo donde apilamos cosas, historias, figuras que emulan a los
personajes que veneramos o admiramos.
Simbólicamente nos postramos ante nuestros altares como devotos
con la esperanza de que llenen de energía y de luminosidad nuestras vidas.
Todos los altares son inertes y solo tienen la vitalidad que les
aportamos quienes los hemos erigido, o
quienes adherimos a los propósitos y motivos de otros que los
establecieron.
Nuestras acciones son siempre retributivas y desencadenan
efectos equivalentes.
Posiblemente el altar mayor para muestras celebraciones y
rituales sea la vida con su gama de acontecimientos magníficos y de relaciones
llenas de afecto y de bondad -es un altar cambiante y dinámico donde las
figuras aparecen y desaparecen y donde nuestras interpretaciones son
susceptibles de modificaciones, de
arreglos, de conciliaciones.
Somos seres humanos vivos que vamos muriendo y nuestra prioridad
mayor es la comprensión de los eventos y las relaciones y la liberación de las
culpas que creamos y conservamos -y que a veces magnificamos como jueces
severos de los actos y comportamientos de otros.
En el discurrir de la vida, es probable que la mayoría de
ideales y expectativas que trazamos a las personas, o que nos trazan, no sean
realizables porque no somos amasijos de plastilina que otros puedan modelar a
su antojo sino seres vivos con nuestras virtudes admirables que son nuestros dones
y con nuestras limitaciones deplorables y nuestros errores que son nuestros
yugos.
La concordia con todo y con todos es el ideal que debe
prevalecer. Ninguno de nosotros escapa al destino trazado por nuestras almas y
solo la visión amorosa y tolerante nos libera de la depresión y de los
conflictos y nos permite modificar nuestros guiones y roles.
Lo que la gente llama felicidad es una construcción mutua y no
una función o una provisión que otros nos proporcionen o nos provean como
nuestros sirvientes.
Podemos imaginar que somos amos de lo que comprendemos y amigos
de aquellos que ponderamos con benevolencia –o al menos nos eximimos de
plantarnos como sus contrincantes. Y tal vez seamos esclavos de las culpas que
elaboramos contra otros y contra nosotros mismos -que se convierten a la larga
en cargas o raíces de amargura y adversidad. La metáfora que nos sirve para
examinar los procesos psicológicos de la culpa es la del penitente o monje
fanático que se flagelaba y se mortificaba con un cilicio hasta sangrar con la
ilusión de obtener la redención de sus pecados con su ofrenda de dolor.
Muchos seres humanos mantienen y adornan sus altares de
sufrimiento con el relato de sus fracasos, de sus sueños frustrados y de las
relaciones en que se rotularon como víctimas porque otros u otras no
obedecieron sus planes de felicidad.
En la práctica médica identificamos muchos pacientes que han
elaborado guiones escabrosos de sus vidas y que se han vuelto consumidores
crónicos de antidepresivos, sedantes y antipsicóticos. Cotejando las historias
que cuentan y las que cuentan sus relacionados, descubrimos que estos pacientes
han distorsionado episodios significativos de su pasado para inculpar a otros
de haberles causado las heridas psicológicas que han elaborado y que los
muestran infelices y resentidos. Es posible que este guión de víctimas y
sufrientes lo hayan imitado de los comportamientos de allegados y parientes que
influyeron sobre ellos y que quizá experimentaron relaciones tortuosas reales o
que desvirtuaron la veracidad de los hechos para representar papeles de
autocompasión convenientes o lastimeros.
Considero que cada uno puede acogerse a su libre albedrío y que
ejecutará o cumplirá las acciones que considera pertinentes o coherentes según
su idiosincrasia -salvo que decida sacrificarse sirviendo los intereses y
mandatos de otros menoscabando su autonomía. En este mundo, solo los robots
pueden ser programados a cumplir mecánica y previsiblemente las funciones y
acciones cibernéticas determinadas por ingenieros de sistemas humanos.
Los conflictos y las guerras duran lo que determinen quienes se
declaran adversarios y confrontan el ímpetu de sus egos y sus argumentos de ataque pretendiendo
derrotar o someter a su oponente. Sólo quien abandona el campo de batalla sin
vencer y sin ser vencido puede descubrir y manifestar el prodigio de su propia
paz.
Hugo Betancur (Colombia)
_______________________________________
Otras ideas de
vida en:
http://ideas-de-vida.blogspot.com/
http://pazenlasmentes.blogspot.com/
http://es.scribd.com/hugo_betancur_2
http://es.scribd.com/hugo_betancur_3
Este Blog:
http://hugobetancur.blogspot.com/