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domingo, 4 de febrero de 2024

La belleza de los seres vivos

                                                                                       Marilyn Monroe. Por Andy Warhol

LA BELLEZA DE LOS SERES VIVOS

(QUE TAMBIÉN VA PASANDO).

 

Hugo Betancur

 

Lo que calificamos como bello tiene para cada uno de nosotros unos atributos o manifestaciones que juzgamos según nuestros patrones mentales. En los seres vivos, apreciamos las formas, los colores y las estructuras físicas que nuestros sentidos captan como agraciados y armoniosos. Elaboramos razonamientos y conjeturas para expresar porque algo o alguien nos parece o no nos parece bello.

Nuestras consideraciones estéticas son propias del personaje que representamos, de nuestra idiosincrasia -en muchas ocasiones coinciden con las percepciones de otros respecto a la criatura que es objeto de nuestra atención.

Esa belleza que contemplamos afuera es una imagen cambiante para los organismos que envejecen y para los observadores.

La vida es un proceso de expansión y contracción, de vigor y decadencia, de ágil y esbelta movilidad que se torna en anquilosamiento y obligada sedentariedad. Sin embargo, la acción de vivir es sinónimo de envejecer -son dos verbos afines que dan sentido a la exuberancia e incertidumbre de nuestras historias.

La existencia de los seres vivos es finita, lo que significa que nuestros organismos tienen una durabilidad limitada y que van declinando en medidas de tiempo correspondientes a sus condiciones y vulnerabilidad a los acontecimientos y enfermedades experimentadas.

En los seres humanos, los aparatos o sistemas de nuestros cuerpos van caducando en sus funciones e integridad:  las células, tejidos y órganos languidecen -la piel tersa se arruga y las superficies prominentes y firmes se ablandan y cuelgan, la erguida columna vertebral se dobla y los sentidos van perdiendo su registro confiable de las evidencias que la vida esparce.

Según  la belleza física va menguando y se va volviendo más recuerdo que realidad, los cirujanos plásticos ofrecen restaurar o modificar el aspecto físico de los pacientes -promocionan un rejuvenecimiento de los rasgos faciales y de la anatomía externa con sus intervenciones, rellenando, seccionando  y estirando los tejidos añosos que han perdido su   turgencia y su lozanía-, y la industria cosmética ofrece sus productos de maquillaje para imitar la apariencia sana y rozagante de la piel -los resultados de estos sucedáneos de las sustancias naturales del cuerpo en ocasiones solo son paliativos de efecto transitorio que deben ser aplicados reiteradamente, lo que incentiva el mercado y las ilusiones de embellecimiento.

No es renovable la belleza que los organismos vivos ostentaron en su juventud y en los inicios de su edad adulta. Lo que fue atractivo y hermoso se va marchitando -los animales y los humanos debutamos transitoriamente en esa pasarela pública donde mostramos nuestras figuras apuestas y nuestros encantos -si es que los hemos tenido-, y el reino vegetal exhibe solo por unos días sus hermosas y coloridas flores que se mustian y palidecen sin remedio.

La aceptación de los fenómeno biológicos inherentes al envejecimiento libera a cada uno de las cargas psicológicas negativas -depresión,  baja autoestima, conflictividad, y nos permite acomodarnos a las situaciones que nuestros destinos nos van deparando.

En contraste con los cuerpos vivos, las mentes si pueden ser renovadas y cultivadas cuando asumimos propósitos y acciones de aprendizaje y de cambio -y pueden reverdecer nuestra creatividad y nuestras motivaciones. Imaginemos una gran bodega donde hemos acumulado cosas que dejamos de usar o que usamos ocasionalmente: tomamos la decisión de vaciar ese espacio sopesando la utilidad y el valor de lo que depositamos allí y al terminar esta selección nos deshacemos de todo lo que consideramos inservible y obsoleto. Así mismo podemos explorar nuestras mentes y clasificar nuestros archivos de creencias como útiles y prácticos o como complicados y disociadores.

Las mentes que se revitalizan a sí mismas nos permiten trascender la belleza externa y nos permiten fluir optimistas y confiados con las corrientes de la vida.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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