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sábado, 25 de julio de 2020

Sólo sueños


SOLO SUEÑOS

Hugo Betancur

 

Nuestros sueños son imágenes que forjamos en nuestras mentes. Son ideas acerca de algo: metas por alcanzar, relaciones que pretendemos establecer, cosas que queremos conseguir. No tenemos aquello que soñamos y lo proyectamos en el tiempo por venir y en nuestras mentes: esperamos que suceda como lo hemos concebido y en muchas ocasiones emprendemos acciones encauzadas a realizarlo.

Habitualmente, los seres humanos elaboramos un libreto sobre nuestras historias particulares. Lo iniciamos en la infancia y lo vamos llenando de datos, de normas de comportamiento, de requisitos, de decepciones, de recuerdos contrastantes, agradables o ingratos, de juicios y de justificaciones.

En ese libreto que se va volviendo voluminoso, pesado y complejo, caracterizamos nuestro personaje: lo hacemos impetuoso o aplacado, sutil o rudo, sincero o engañoso, acogedor o retraído, generoso o avaro.

Elegimos nuestros papeles: podemos representar personajes fanáticos y presumidos, o personajes ecuánimes y solidarios. Podemos volvernos celebrantes jubilosos del prodigio de la vida con su alternancia de ventura e infortunio; o podemos volvernos hacedores de monumentos y altares a lo que nos causó desdicha y sufrimiento.

Nuestros más preciados sueños tienen a otros seres humanos como protagonistas en unas relaciones que rotulamos como especiales: deberán darnos acompañamiento, cuidados, diversión, distracción, fidelidad, amor, exclusiva entrega. En el plano de la realidad no sucede así.

Excepcionalmente, alguno de esos sueños de rutilante felicidad parece cobrar vida por momentos y nos sorprende; sin embargo, su duración es limitada: a medida que pasan los días, el encantamiento se deshace como un papel quemado azotado por la lluvia, porque no era un amoroso sueño compartido sino un amorío banal con argumento de pesadilla (la interacción resulta desastrosa y Cupido* emprende su vuelo espantado).

Otros sueños cumplidos son apenas fragmentos de los sueños originales, y sus endebles realizadores debutan apagados, monótonos, desprovistos de optimismo, desesperanzados, languidecen tratando infructuosamente de completarlos.

Solo los soñadores que han alcanzado algo de paz en sus mentes y en sus corazones pueden crear sueños felices que alegran sus vidas y trascienden los límites de la rutina y de la soledad. Posiblemente alcanzan un estado de armonía mutuo donde dos se hacen uno sin ceder su libertad a cambio.

           Hugo Betancur (Colombia).

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*Según la mitología romana, Cupido era el dios del deseo amoroso, hijo de Venus, la diosa del amor, de la fertilidad y de la belleza), y de Marte, dios de la guerra. Ha sido representado figurativamente como un niño alado desnudo, que lleva una aljaba con flechas en la espalda y un pequeño arco en las manos. Él elige si dispara flechas que al dar en su blanco produzcan enamoramiento o flechas que produzcan rechazo. Es un dios que asigna alguno de esos sentimientos opuestos a quien elige, de atracción o de repulsión.

Cupido, del latin “cupidus”, adjetivo: deseoso, ávido.

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