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miércoles, 29 de enero de 2020

LO QUE FUE


LO QUE FUE

 

Hugo Betancur

 

La vida es una continuidad de momentos -podemos imaginar la sucesión de las acciones de cada día minuto a minuto, o nuestros pasos avanzando, o el alejamiento de quienes se van y el acercamiento de quienes llegan -a veces también la ausencia de nuestros allegados, aunque estén presentes en los espacios físicos cercanos. Experimentamos cada episodio y cada vivencia según las circunstancias posibles y según la idiosincrasia de los participantes en las escenas que van pasando.

 

Cada personaje representa su papel a su manera y acogiéndose al libreto de su mente. Del acoplamiento de la personalidad y de las creencias propias de cada uno surge el ego. Desde la cuna se va conformando con un conjunto de rasgos que van definiendo su prominencia soberbia o su modesta existencia.

 

El ego es una manifestación de la mentalidad de cada uno y de su condición singular, por lo que es habitual escuchar expresiones que fijan a los personajes en una identidad autoproclamada: "Yo soy así", "Es lo que yo pienso".

 

Hay personajes que son fustigados por un ego descomunal, desbordado, demandante, lo que los lleva a comportarse como "conquistadores", o como "amos", imponiendo su conveniencia o su provecho, o sus intereses, en las relaciones -o al menos tratando de imponerlos. Este ego es disociador: incita conflictos frecuentes y desavenencias con sus ambiciones de saciedad y obediencia.

 

En las relaciones afectivas, o en la relaciones de pareja, donde alguien impera sobre otros, se establece una disparidad, un desequilibrio, que propicia conflictos y que impide la integración -comunicación amable, atención, alegría y satisfacción.

 

Posiblemente la vida no nos provea nuestros requerimientos estrictos: "Esto debe ser así", "Esto debió ser así", "Esto deberá ser así".  Los factores humanos, los eventos adversos, los obstáculos, la impermanencia, lo imprevisible, imposibilitan la realización de nuestros planes.

 

Es vana e infructuosa nuestra pretensión de deshacer el pasado; es igualmente estéril el hábito morboso de traer al presente el inventario de nuestras desgracias atribuyendo culpas a otros y cargando con el sufrimiento que nos evocan.

 

Los ideales sobre las personas raramente se cumplen porque como personajes estamos limitados a nuestra personalidad -temperamento, carácter, comportamientos- y a nuestro ego particular. Cuando comprendemos esto, podemos deshacer las relaciones tortuosas sin cargarnos de culpas y sin cargar de culpas a otros. El entendimiento básico es "aceptar lo que es", "aceptar lo que fue", aceptar que cada ser humano está atado a los caprichos de su ego, a los ímpetus de su personalidad, a la mentalidad de cada momento.

 

Los seres humanos egocéntricos protagonizan sus historias solitarios, aislados, indiferentes, marginados.   La liberación de nuestros yugos posiblemente provenga de que logremos trascender nuestros ego limitantes y limitados, y que podamos instituir como fundamental la relación respetuosa y solidaria con los demás en el presente, el espacio donde podemos comprender, cambiar, construir: solo esas acciones nos aproximan a un estado de paz y de benevolencia, lo más parecido a la esquiva felicidad que podemos descubrir.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante, pero muy largo.