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domingo, 20 de abril de 2025

Psicopatía y patocracia, déspotas al mando.

 


PATOCRACIA, el gobierno de los déspotas

Hugo Betancur

 

La patocracia1 podemos definirla como el ejercicio de los gobiernos por autócratas, personajes que han heredado sus posiciones de poder, o que las han escalado utilizando sofismas y tretas para vencer y convencer -utilizan tácticas maquiavélicas: la manipulación, el engaño y el desdén por los principios éticos

La designación de patocracia alude a situaciones en que individuos con trastornos de personalidad, especialmente psicopatías, ocupan posiciones de poder.

El psicólogo polaco Andrew Lobaczewski acuñó el concepto “patocracia” que describe los modos y métodos utilizados por los déspotas para arrogarse las posiciones de dominio  -lo aprendió después de padecer junto a sus paisanos la invasión violenta  ordenada por los genocidas del régimen nazi y del régimen soviético durante la Segunda Guerra Mundial.

Lobaczewski acuñó el término pathocracy, ‘patocracia’ para referirse a un fenómeno ocurrido recurrentemente en la historia humana. Lo definía así: “Aceptaré la denominación de patocracia para un sistema de gobierno [...] en el que una pequeña minoría patológica toma el control de una sociedad de personas normales”.

En 2006, Andrzej Lobaczewski publicó en Estados Unidos el libro “Ponerología2 Política. Una ciencia de la naturaleza del mal adaptada a propósitos políticos” : era un tratado sobre la maldad* y sus instigadores, sobre la “ciencia de la maldad” que el autor llamó ponerología (hay una  rama de la teología que trata sobre el mal3).

Para conquistar las cimas militares y políticas que ambicionan, estos autócratas se camuflan en sus sociedades disfrazándose de personajes idóneos y honrados, luciendo a veces sus altivos rostros acartonados y fieros donde falta la risa, o mostrando en ocasiones una afabilidad afectada y exenta de alegría -esbozan en su rostro lo que en psicología llaman “sonrisa de cretino5”. Se mimetizan con los funcionarios que serán sus sirvientes y con los militares de carrera que serán sus instrumentos de intimidación.

Los psicópatas y  patocratas son depredadores sociales

En “DesConectados” -DisConnected-, Steve Taylor, profesor de psicología en la Universidad Leeds Beckett, asevera que muchos narcisistas y psicópatas suelen ocupar puestos de poder político, empresarial o de cualquier otro tipo. Taylor, utiliza el término «patocracia» para describir países u organizaciones controlados por este tipo de personajes, que muestran poca o ninguna empatía con el sufrimiento causado por sus decisiones.

Taylor aduce que esta crueldad es resultado de su desconexión con la humanidad -se muestran insensibles al sufrimiento y la vulnerabilidad  de los otros seres humanos. Los líderes narcisistas o psicópatas gobiernan autoritariamente, y tienen una actitud beligerante y retaliadora contra quienes se les oponen.

En su libro "La sabiduría de los psicópatas" , el psicólogo Kevin Dutton también argumentó que los rasgos psicopáticos son muy comunes en los líderes exitosos , ya que su propio trastorno les ayuda a prosperar y a derrotar a sus opositores. Según el investigador de Oxford y Cambridge, los líderes de las patocracias comparten los siguientes ocho rasgos:

Son engatusadores, temerarios, resistentes al estrés, egocéntricos y autorreferentes, fanfarrones, retadores, mandones, despiadados.

El afecto y el respeto a los demás son condiciones esenciales de la compasión; los psicópatas carecen de estas cualidades

“La compasión es una aspiración, un estado mental, de querer que los demás se liberen del sufrimiento. No es pasivo, no es solo empatía, sino más bien un altruismo empático que se esfuerza activamente por liberar a otros del sufrimiento”, nos lo enseña el Dalai Lama Tenzin Gyatso en “La esencia del Sutra del Corazón”, 

Sigmund Freud presentó al mundo el calificativo “psicópata5” en su libro Psicopatología3 de la vida cotidiana, publicado en 1901; sin embargo, uno de los primeros investigadores y estudiosos de la personalidad psicopática fue Hervey Cleckley, médico, en su libro “La Máscara de la Cordura”, publicado en 1941.

Ian Hughes, psicoanalista y doctor en física, señala en su libro “Mentes Desordenadas”, en el 2018: “el objetivo de la democracia es tratar de proteger a la masa de personas de líderes autoritarios desordenados: es por eso que los líderes autoritarios con rasgos psicopáticos o narcisistas desconfían de la democracia”.

También en ese  libro “Mentes trastornadas”, Hughes nos advertía sobre los tres tipos de trastornos mentales que representan un amenaza para las sociedades libres: la psicopatía, el narcisismo y la paranoia.

Hughes retratò las personalidades de Stalin, Mao, Hitler y Pol Pot y describiò cómo esos tiranos y líderes patológicos, abolieron la democracia. Argumentó que con sus maquinaciones generaron patocracias y que al asumir el poder, se volcaron contra  las instituciones e individuos para imponer sus planes de dominación.

[Podriamos agregar otros nombres de lìderes psicópatas actuales a la galería de la infamia humana: los noticieros enumeran sus fechorías y están presentes con su carga de odio y sus estrategias de rapiña y egolatría contaminando el Mundo]. 

Una Patocracia es definida como  un sistema político o militarista regido por líderes con personalidades patológicas como las que menciona Hughes, seguidos por una “cantidad significativa” de la población que se vuelven sus adeptos. Ambos fenómenos  destruyen la democracia y la paz en sus ámbitos de control  y depredación.

Entre los subalternos y simpatizantes inmediatos de tales líderes tienden a concentrarse personas que también presentan dichos trastornos o rasgos relevantes parecidos y que actúan como una colectividad de adhesión y de apoyo, lo que entroniza a los psicópatas en sus espacios geográficos o en la cultura que promueven.

Sin embargo, Hughes condiciona el éxito de estos déspotas  a la cristalización de lo que denominó el “triángulo tóxico” que es la conjunción de tres eventos:

1. las condiciones favorables del entorno

2. seguidores susceptibles

2. líderes destructivos apropiándose de sus sitiales de poder.

Este triángulo explica cómo llegan al poder ese tipo de personalidades y cómo instauran sus patocracias destructoras y parasitarias.


Hugo Betancur (Colombia)

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1. PATOCRACIA. El gobierno de los psicópatas. Eduardo Saravia Calderòn. 2023.

2. “La Ponerología política. Una ciencia de la naturaleza del mal adaptada a propósitos políticos”. Libro de  ANDRZEJ M. LOBACZEWSKI (1921- 2007). Psiquiatra, sociólogo y ponerólogo polaco.

https://ia601007.us.archive.org/2/items/ponerologia_politica/Ponerolog%C3%ADa%20pol%C3%ADtica.pdf

3. Maldad. Esta palabra proviene del vocablo latino “malitas” y es un agregado del adjetivo “malus”, - sinónimo de “malo”- y el sufijo “-dad” que indica “cualidad de“.

La rama de la teología que trata sobre el mal se conoce como teodicea, hamartiología o demonología.

4. “Sonrisa de cretino”: La expresión "sonrisa de cretino" no tiene un significado psicológico específico, pero se utiliza en contextos sociales para describir una sonrisa que se percibe como falsa, vacía o que parece no estar relacionada con la situación o emoción de la persona. En psicología, se puede entender como una expresión facial que no refleja las emociones reales de la persona.

Esas expresiones congeladas en los rostros como la de una sonrisa plana y prepotente que algunos personajes encumbrados ostentan carece de sincera afabilidad y de congruencia con los eventos externos -nos llevan a recordar las mascaras sonrientes del teatro griego antiguo que hacían parte de la utilería escénica de la época.

5. PSICOPATA. La psicopatía ha sido diagnosticada como un trastorno de personalidad -los humanos encasillados en esta afección son definidos por la psiquiatría como enfermos mentales por sus acciones, por su idiosincrasia, por los enfoques y creencias que aplican en su desempeño cotidiano y en sus historias. (No han encontrado los estudiosos esta enfermedad en los cerebros físicos sino en la mente de los personajes que padecen este yugo).

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viernes, 18 de abril de 2025

"Nosotros, que nos queremos tanto..."

                                                                                                               Disgrace. Fotografía por Juan David Castillo.

DISTORSIONES DE NUESTROS EGOS:

“Nosotros, que nos queremos tanto...” 

Hugo Betancur

 

Existen numerosos relatos literarios sobre idilios. En “etimologiasdechile” definen el idilio como una “breve e intensa relación amorosa" y la Real Academia Española lo define como una “relación sentimental muy feliz” y “estado emocional de felicidad creado por una relación amorosa” -"breve", "sentimental", "emocional".

Cuando proyectamos nuestros ideales o planes por realizar en lo que llamamos futuro, establecemos propósitos -lo que queremos que suceda-, tanto en los asuntos de la vida como en nuestras relaciones. Si hacemos esos encargos concertando nuestro libre albedrio con el de los otros y aplacando los ímpetus y ambiciones de nuestros egos, es posible que nos ajustemos flexiblemente a las opciones de nuestros destinos.

Podemos conjeturar qué afinidad ha cimentado la pareja según sus manifestaciones de afecto y según sus cuidados mutuos, su comprensión y comunicación; también según sus estados de ánimo, optimistas y alegres, o malhumorados y tristes -todos esos aspectos nos permiten elaborar un retrato de los participantes y presagiar su progreso o sentenciar su separación.

Es posible que la mayoría de las relaciones de pareja hayan tenido un inicio promisorio de tierno y motivador romance con visos de felicidad. Cuando la convivencia se acrecienta, los cónyuges tal vez cambien sus sentimientos y perspectivas mutuas, a medida que revelan sus negatividades, sus caprichos e imposiciones, sus temores y vulnerabilidades. El significado que damos a los actos de otros -y el que ellos le dan a los nuestros- también cambia nuestras relaciones.

A la otra parte en estos dúos planeados le asignamos nuestros ideales de complacencia: la provisión de vivencias gratas y de bienestar, el acompañamiento constante que espante nuestra soledad y atenúe nuestros temores, la tolerancia y la sumisión a nuestras decisiones. Tal vez ella o él hayan elaborado un guion parecido que deberemos hacer realidad.

Ideamos un libreto atiborrado de imágenes placenteras para el personaje que nos asistirá en nuestra historia conyugal con la esperanza de que cumpla nuestras ilusiones -igual que lo hacen los directores de cine a sus actores durante el rodaje de las películas, a nuestra pareja le exigimos que se ajuste a nuestro argumento para asegurar nuestro éxito.

Si esas relaciones de pareja tuvieron su inicio desde la libertad de cada uno y desde su percepción de sentirse completos, es posible que fluyan en equilibrio, sin condiciones de dependencia ni de necesidad, y probablemente impregnadas de sinceridad y afecto reciproco -y quizás también con una disposición amorosa mutua creciente que preserve su armonía.

Si esas relaciones de pareja tuvieron su inicio desde una percepción de uno de los dos de minusvalía  o de  necesidad, su pretensión será obtener la validación y la resolución de su carencia por el otro; si había un objetivo  unilateral de conquista, uno deberá obtener su botín y la obediencia del otro; si el objetivo fue la  adquisición del conyugue  complementario o del aprovisionador, tramada por alguno de los dos participantes , o por los dos, la disparidad será la característica que rija ese nexo y que ocasionará su ruptura -estos requisitos exigidos se constituyen en una corriente forzante que pretende maquinar y subordinar y que impide que cada uno actué espontánea y autónomamente.

Esas relaciones inestables y conflictivas, en que los sueños de felicidad se han convertido en pesadillas, y que la pareja experimenta en un escenario de malestar y sufrimiento deben ser disueltas. El remedio para esa tortura es la separación -cada uno debe despertar a la realidad que le permita descubrir el drama de maltrato y sometimiento que ha padecido.

(La separación también puede ser precipitada cuando los cónyuges, después de una relación corta o larga, hacen sus inventarios de frustraciones, decepciones y desventajas, y concluyen que sus anhelos y expectativas fueron fallidos y que el desengaño ebulle en sus mentes).

Muchas de esas historias agobiantes quizá terminen dramáticamente y enigmáticamente como en el bolero “Nosotros” del compositor Pedro Junco junior, de Pinar del Río:

“…

“Nosotros,
que del amor hicimos
un sol maravilloso,
romance tan divino".

“Nosotros,
que nos queremos tanto
debemos separarnos,
no me preguntes más".

“No es falta de cariño,
te quiero con el alma,
te juro que te adoro
y en nombre de este amor
y por tu bien te digo adiós”.

El amor no consiste en anclarse a un cónyuge, a un hogar, a una rutina de convivencia, lo que podemos interpretar como un espacio y vinculo de aparente confort que nos brinda protección y deleite. El amor que podamos declarar verbalmente no está fundamentado en las atenciones y asistencia que otros nos dan y que tal vez nos prodigan afectuosa y sinceramente -eso podríamos llamarlo nuestra querencia por gratitud de esos cuidados y privilegios que nos dispensan.

La separación de las parejas empieza en el inicio de sus relaciones cuando el otro es escogido como un objetivo de ganancia y utilización, y va consolidándose a medida que los intereses, las demandas y las expectativas confrontan a los cónyuges en una competición de coacción y control. (La intención amorosa esencial en el inicio de nuestras relaciones quizá sea "Quiero darle felicidad  y bienestar a este otro ser humano, sin convertirme en su sirviente y sin ceder mi libertad").

El amor es la conjunción de fortaleza, confianza, integridad y armonía en nuestras mentes que nos relaciona generosa y responsablemente con el entorno de la vida y con los demás seres vivos. El amor es la brújula que nos guía a través de las dificultades, de la confusión, de los temores, de la soledad que es tormentosa y de nuestros destinos que son inevitables.

Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 13 de abril de 2025

Lo que muere y lo que sigue viviendo

                                                                                                                          Fotografía por Elízabeth Betancur

LO QUE MUERE Y LO QUE SIGUE VIVIENDO

Hugo Betancur

 

Podemos hacer una metáfora de la vida imaginándola como una magnificente película donde cada uno de nosotros como actor desde el Plano creativo del Alma ha conformado su guion y su personaje y lo va integrando a los otros personajes y sus guiones.

De esa multitud de mentes en escena surge la trama de la película humana expandida a través de la línea del tiempo que no tiene director dominante ni libreto de obligatorio cumplimiento sino personajes distintos con sus propios libretos que entrecruzan en las múltiples relaciones del conjunto mientras efectúan un reconocimiento de lo que ha sucedido antes -guardado en las historias disponibles y en las creencias asimiladas por cada uno.

A medida que hacemos nuestras representaciones la vida avanza incontenible y nuestros destinos se van deshaciendo.

Cada alma tiene su libre albedrio para crear y experimentar las historias particulares que suceden en las existencias progresivas.

No nos es posible estancar los momentos y las relaciones que nos parecen felices -congelar una escena es quitarle movimiento y acción y convertirla en un cuadro fragmentario de aquello que sucedió y ya no es, y nos muestra como espectadores obsesivos y pasmados.

No podemos atar a otros a nuestros ideales de éxito, de acompañamiento motivador y permanente, de relaciones en que nosotros mismos debemos superar nuestras creencias limitantes, nuestra soledad, nuestros conflictos y frustraciones. Evadimos nuestra autonomía y mantenemos nuestro anclaje a la vida gracias a la presencia de esos otros y a su sumisión condicionada que parece complementarnos o suplir nuestra desvalidez. Nos empeñamos en revestir de cualidades, requisitos y comportamientos ideales a los demás, los azuzamos y los hostigamos para que nos obedezcan y se ajusten a nuestras expectativas y demandas. Nos apropiamos de otros y los cercamos obligándolos a permanecer en nuestros espacios y nuestras vidas porque "los necesitamos”.

Debemos celebrar la biografía de cada personaje en su inalienable libertad de elecciones y acciones, apilando en la sucesión de sus días sus episodios de bondad, de alegría contagiosa, de vulnerabilidad y tristeza, de depresión, de incertidumbre y minusvalía cuando la vida no se ajustó a sus ideales y expectativas de bienestar y ganancia -y tal vez, coincidentemente, tampoco se ajustó a los que nosotros le habíamos encargado. 

Rutinariamente, todos los personajes agotamos la trama de nuestras historias para que algún funcionario certifique que no estaremos más. Cuando los cuerpos exhalan su último aliento solo muere el personaje que lo habitaba; y nuestras Almas siguen resplandeciendo en la Eternidad de su condición Espiritual.

Solo el amor nos reconcilia con la vida y sus criaturas vivientes y cambiantes. Y solo el amor nos permite mirar hacia el pasado y el presente con una comprensión amable y compasiva.

Podemos recordar que el presente es nuestro espacio dinámico para observar y vivir nuestro destino, liberándonos conscientemente del pasado plagado de sufrimientos y de pérdidas y del futuro como un panorama incierto y medroso.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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sábado, 5 de abril de 2025

Los caminos recorridos y por recorrer

                              AGAPE. Escultura de Carlos Andrés Betancur.

CAMINOS Y ENCRUCIJADAS

 

Hugo Betancur

 

"Un camino no es más que un camino.

Que lo abandones

cuando tu corazón así te lo indique

no significa ningún desaire

a ti mismo ni a los demás.

Pero tu decisión de seguir esa senda

o apartarte de ella

no debe ser producto del temor ni la ambición".

“Te advierto:

examina cada camino atentamente...

Luego hazte esta pregunta:

¿Tiene corazón este camino?

...

Si ese camino tiene corazón,

entonces es bueno.

De lo contrario, no te servirá de nada..."

 

"Las enseñanzas de Don Juan”

Carlos Castaneda.

 

La vida es una progresión de formas físicas, eventos y manifestaciones que conforman lo que llamamos realidad; sucede en procesos de expansión y contracción en los que participamos con acciones y relaciones que nos involucran en situaciones de dualidad. En un extremo, nos vemos inmersos en crisis, conflictos, dificultades; en otro extremo, disfrutamos períodos de recompensa donde están presentes la alegría y la risa desbordante   junto con alguna sensación de paz y espontáneo optimismo.

 

Hemos oído decir que la vida no es un camino sino una jornada. Sin embargo, en nuestro atributo de viajeros que nos desplazamos por la geografía del planeta y por los escenarios humanos, nos imaginamos recorriendo caminos eventuales.

 

Esos caminos pueden ser escabrosos y monótonos si nos habituamos a lo conocido con su carga de dificultad, disociación y competitividad –lo rutinario, lo que no parece tener cambios significativos o notables y donde nos conformamos con las relaciones y los resultados tal como han sido establecidos por los personajes que representamos.


Si el desempeño y los comportamientos de cada uno de nosotros procede de sistemas de creencias fijados en el pasado, nuestras actuaciones y reacciones se tornan previsibles y reiteradas -tan fáciles de describir como el movimiento circular de los engranajes de una maquina con sus ruedas dentadas que giran encajando sus piñones e impulsadas por fuerzas externas.


 O esos caminos pueden ser luminosos y variables, con su energía plena llenando nuestra mente y nuestro corazón pasajeramente y mostrándonos exultantes y afables, impulsados por nuestras propias fuerzas y motivaciones. 


Sin embargo, lo habitual es que los caminantes hagamos ambiguos esos caminos -agradables o accidentados según nuestras motivaciones y  nuestro ánimo en cada trayecto y condicionados a los guiones de nuestras mentes. 


En ocasiones, atendemos las señales de alerta que la vida pone a nuestro paso, y podemos advertir la dinámica de los conflictos por resolver: nos anuncian que es adecuado e impostergable realizar cambios.   Para cada uno de nosotros se presenta entonces una bifurcación de caminos: uno sigue siendo el que hemos transitado y otro el camino que podemos emprender como opción de esos cambios posibles. No podemos seguir a la vez por los dos caminos porque son distintos y debemos hacer una elección oportuna.


Si nos decidimos por el camino positivo, emprendemos una ruta de bienestar, liberados de culpas, reproches y temores. Podemos experimentar alegría mientras lo recorremos y  podemos sentir una brisa cálida y afable acariciándonos la piel. 


El otro camino podemos llamarlo negativo: nos sentimos mal recorriéndolo, como transeúntes sobrecargados, lentos y fatigados, y además desesperanzados, con la cabeza baja y negándonos a ver los colores y sonidos del paisaje.


¿Cuál camino escogemos?

 

Todo lo que elegimos nos corresponde con sus cualidades.

 

La vida es cambio siempre.  Lo que no cambia podemos llamarlo estancamiento, apego, limitación: un campo desolado donde sólo quedan vestigios de vida –el vuelo de algún ave solitaria, el ruido del viento sobre los troncos y tallos desprovistos de vegetación, la ausencia de voces y de pasos, el humo gris elevándose de las cenizas de leños consumidos por el fuego, la luz apagada del invierno llenándonos de pesimismo y de aflicción.

 

Mientras tanto, la jornada va agotándose y nos queda imposible reconstruir los momentos de la vida que ya cumplimos: se han ido los actores y la utilería ha sido removida de los escenarios que ocupamos antes. Ahora han sido redecorados los ambientes para que otros actores reciten sus líneas y den representación a sus personajes -y solo podemos asistir allí como espectadores que contemplamos dramas parecidos a los que ya experimentamos.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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