La Bachué
chibcha. Escultura del maestro José Horacio Betancur en Medellín.
LAS BUSQUEDAS MENTALES:
los objetivos perseguidos.
Hugo Betancur
En algunos
momentos de nuestras existencias establecemos objetivos que ansiamos alcanzar
-o que consideramos convenientes o adecuados. Deberán darnos satisfacción,
notoriedad y un convencimiento personal de superación; nos permitirán acceder a
una posición representativa en que seamos reconocidos socialmente como exitosos
o triunfadores. De alguna manera deberán darnos felicidad o algo equivalente.
Sin
embargo, todos nuestros objetivos son proyecciones subjetivas: nos retratan a
nosotros mismos y revelan rasgos de nuestras personalidades en evolución.
Esas
búsquedas son variadas. Las referimos a cosas materiales, a personas con
ciertos atributos físicos y psicológicos, a profesiones y experiencias
mundanas. Fijamos nuestras mentes en esos objetivos de búsqueda y los hacemos
prioritarios. Tal vez lleguemos a comportarnos como obsesivos rastreadores de
la senda y las estrategias que nos propicien encontrar nuestro Reino Dorado
exclusivo donde logremos realizar esas fantasías y sueños.
¿Es posible
eso? ¿Qué requisitos debemos cumplir para acceder a esas
conquistas? ¿Podemos encontrar los servidores que favorezcan
oportunamente nuestros propósitos y nos allanen el trayecto hacia nuestras
metas?
Las
ilusiones son ilusiones. Pertenecen al Mundo de Utopía donde todo parece
suceder sin que debamos aportar una retribución a cambio del trofeo perseguido:
allí cada soñador parece vivir su sueño particular sin ser afectado ni
obstaculizado por otros –no requiere acciones ni esfuerzos para conseguir sus
quimeras y parece volar ilimitado en las alas de su imaginación. Si alguien
consigue despertar en algún momento, se dará cuenta que no puede compartir esos
sueños porque no son tangibles y no dejan ningún vestigio -son sólo imágenes
tenues en un espacio oscuro y desolado.
En el Mundo
de Realidades Relativas en que representamos nuestras historias y personajes,
también las ilusiones son ilusiones y su característica mayor es que no son
posibles. Aquí no somos magos con túnicas esplendorosas y leves varitas que
conforman prodigios al ser ondeadas en el aire. Sólo somos seres humanos
interactuando y tratando de consolidar las realidades posibles según nuestras
condiciones y nuestra visión –estrictamente subjetivas y limitadas. Tenemos
acceso a lo que nos corresponde y no a aquello que nos sobrepasa; obtenemos lo
que merecemos, nada más, y cosechamos solo lo que hemos sembrado en nuestras
acciones pasadas, no lo que pretendemos.
Las
búsquedas son proyectos mentales establecidos de antemano. Están contaminadas
por la codicia o los deseos de cada buscador que dirige su mirada hacia
objetivos restringidos y parece ignorar otras perspectivas posibles, lo que lo
vuelve algo fanático y obsesionado.
Lo buscado
puede adquirir preminencia a medida que transcurre el tiempo, lo que se
convierte en un yugo mental para el buscador; o puede perder trascendencia y
diluirse, lo que tal vez signifique una liberación. Nos imaginamos en
consecuencia que el sistema mental es cerrado o que es abierto según los
comportamientos expresados.
Una mente
cerrada se torna autorreferente y avasallante, rutinaria, reactiva y
conflictiva. Está ocupada en búsquedas obstinadas y rígidas.
Una mente
abierta se torna receptiva, cooperadora, cambiante. Esta dispuesta a descubrir
–hacer evidente lo que estaba velado- y también dispuesta a transformar la
existencia a partir de los hallazgos logrados.
Nuestra satisfacción y el estado de felicidad que podamos alcanzar nos revelan que tan acertadas han sido las acciones realizadas y que tan ecuánimes han sido las relaciones que experimentamos en nuestra jornada.
Hugo Betancur (Colombia)
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