Hugo Betancur
La pasión es una emoción que experimentamos
proyectada hacia otros seres vivos o hacia las situaciones o manifestaciones
que elegimos de la vida.
La pasión es exaltación, ímpetu, desbordamiento.
Algo, en algún momento, se torna imperativo para nosotros y lo asumimos como
objeto de búsqueda o de complementación: eso que imaginamos o vemos afuera nos
atrae irresistiblemente y podemos alcanzar estados de gran agitación o
desenfreno en nuestro empeño por poseerlo o por volverlo realidad.
¿Alguna cosa o algún ser vivo pueden ser poseídos
siendo la vida, esencialmente, una relación?
El amor, ¿es una meta por alcanzar o es un estado
de unidad y armonía ante lo que podemos recrear afuera?
El amor, ¿es un complemento externo? ¿o es más bien
una disposición de nuestro ser que nos permite ver y acoger lo que otros son
sin juzgarlos, sin ponerles rótulos de jerarquía contradictorios -mejor/peor,
bueno/malo, amable/odioso, bonito/feo, sin que pretendamos apropiarnos de ellos
-ni controlarlos, ni gobernarlos, ni trazarles rutas o comportamientos/acciones
que nos resulten placenteros, útiles a nuestros propósitos y ventajosos?
Si nos sometemos a los requisitos de otros,
posiblemente esa no sea una disposición amorosa sino una dependencia, o una
concesión, o un período de transición en nuestras vidas en que cedemos nuestra
autonomía y nuestra voluntad para que los propósitos ajenos predominen.
El amor es una manifestación de aceptación a lo que
somos y a lo que es. Nos permite relacionarnos en equilibrio, sin considerarnos
más importantes, sin pedir, sin condicionar, sin exigir. Podemos ser uno con lo
que aseguramos amar aceptando su libertad y reconociendo la nuestra.
Si nos acogemos a los requisitos básicos del amor
-ser objetivo y ser no egoísta-, necesariamente nos mostramos alegres,
pacíficos, confiados, cuando amamos.
Si falta el amor en nuestras acciones somos tan
pobres como un árbol sin hojas y sin frutos que exhibe sus ramas desnudas en el
paisaje del campo. Viviendo esa realidad, el amor que decimos sentir y el no
amor que nuestros actos reflejan son distorsiones que padecemos bajo la tiranía
de nuestro ego -presumimos que poseemos algo que nos falta, como el borracho
tambaleante que asegura tener todo bajo control mientras tropieza, cae y se
levanta torpemente para fingir un movimiento rítmico que su cuerpo no puede
adoptar.
En algún momento, la pasión parece confundirse con
el placer, con el deseo, con la satisfacción que llega a través de los
sentidos, insaciable y efímera.
Nuestros volátiles estados de pasión requieren
demasiada energía, ¿podemos vivirlos sin entrar en el conflicto, sin apegarnos,
sin privar a otros de su libertad y de su bienestar?
Muchas veces la vida es tempestuosa y nuestras
mentes no pueden comprenderla: somos sacudidos por la fuerza desatada de los
elementos que nos confunde mientras avanzamos a ciegas. La calma llega después
y de lejos tendemos a ver con claridad lo que pasó: a veces la pasión fue
también obsesión que creció hasta volverse incontenible y borrascosa; a veces
fue un espejismo en el desierto de nuestras búsquedas llenas de avidez y de
sed; quizá fue una ilusión que parecía colmar nuestros sueños y aplacar nuestras
expectativas.
Siempre la pasión ha sido una expresión de los
seres humanos que también aprendemos cuando trascendemos los limites habituales
de la rutina, cuando nuestras emociones y nuestra imaginación se desbordan
exuberantes sobre la vida.
Hugo Betancur (Colombia)
________________________________________________________________
Otras
ideas de vida en:
http://ideas-de-vida.blogspot.com/
http://pazenlasmentes.blogspot.com/
http://es.scribd.com/hugo_betancur_2
http://es.scribd.com/hugo_betancur_3
Este blog:
http://hugobetancur.blogspot.com

Gracias por el escrito. Excelente reflexión.
ResponderEliminar