SOLO LAS MENTES CAMBIANTES
PUEDEN SER CREATIVAS
Hugo Betancur
La creatividad es una cualidad de los seres vivos. En los humanos, es posible que
surja de una intención que nos lleva infaliblemente hacia la acción
realizadora. Conformamos aquello que hemos decidido hacer tangible como
resultado de modificaciones en nuestros procesos mentales.
Los ritmos y relaciones de la existencia son completamente interactivos,
aunque pretendamos muchas veces enfocarlos como un conjunto de manifestaciones
producto de casualidades o azar.
Como niños, somos pequeños actores ingresando a los escenarios
donde vamos asumiendo papeles en el drama humano que ya está montado.
Inicialmente, tanteamos nuestra relación con los demás expresando los atributos
de las personalidades en evolución que ya están caracterizadas en nuestras
mentes: vamos paulatinamente mostrando nuestros dones y nuestras limitaciones
que permiten a quienes nos rodean formarse una imagen sobre nuestro acervo
psicológico particular.
Aunque actuamos espontáneamente en esas etapas tempranas, estamos
condicionados por nuestras personalidades y los mayores pueden hacer un retrato
de nosotros resumido en la frase habitual: "el (o ella) tenía esa
tendencia desde su niñez".
Como niños, vamos conformando nuestros roles en nuestros juegos
espontáneos con los elementos disponibles en nuestro entorno. Nuestra
creatividad proviene del estado alcanzado por nuestras mentes y no de las
instrucciones o exigencias de los adultos que nos rodean, aunque haya sido
establecido como uno de los paradigmas predominantes que somos una copia de
nuestros padres o que somos el producto del ambiente en que crecemos -podemos
desvirtuarlo cuando observamos que miembros de una misma familia tienen cualidades
y comportamientos diferentes y que no son una imitación o continuidad de los
rasgos de sus progenitores.
Nuestros juegos infantiles pueden sugerir a otros indicios de nuestras
personalidades en evolución. Sin embargo, mientras vamos creciendo, somos
presionados a someternos a la programación de la educación tradicional
masiva que nos instruye sobre la importancia de ascender en jerarquía
sobre otros, de adquirir posesiones, de imponernos como individuos aislados,
disgregados y prepotentes para dominar en algún sector de la sociedad humana
-pero no autónomos porque tenemos el yugo de las instituciones seculares
parasitarias con su prontuario de normas y leyes de obligatorio cumplimiento y
porque estamos restringidos por los poderes establecidos con su ejercito de
ejecutores y guardianes que obtienen una renta vitalicia por avasallarnos y
obligarnos a cumplir los mandatos vigentes.
Como adultos, representamos nuestros roles según el entrenamiento que hayamos
asimilado, según las enseñanzas y experiencias que hayamos superado y según la
posición que hayamos alcanzado -externa e internamente- y según la percepción
que logremos elaborar sobre nosotros mismos y sobre el entorno donde
interactuamos-. Nuestros actos están supeditados a las condiciones de nuestra
personalidad y a las opciones de elección disponibles para nuestra mentalidad
del momento.
No es posible que podamos adoptar roles que no se ajusten a nuestras
capacidades del ahora, el momento presente. La energía que aplicamos a la
acción nos permite plasmar nuestra creatividad o nuestras obras en un momentum
que requiere ímpetu y movimiento. Sin embargo, en las relaciones humanas la
renuencia o negación a realizar algunas acciones es también una acción que
revela el movimiento de nuestras mentes rehusándonos a participar en
situaciones o eventos posibles.
Cuando otros seres humanos no tienen la capacidad de actuar, cometemos
errores cuando los juzgamos negativamente porque no logran hacer cambios o
realizar acciones que promuevan su propio progreso y el de sus relacionados,
quizá porque carecen en el momento de una conciencia y un propósito que impulse
sus mentes. Podemos entender que la triada conciencia-propósito-acción
es requerida para realizar cambios en el panorama de la vida y que
cada uno es lo que es según el momento que atraviesa su personalidad en
evolución, según su mentalidad y según las realizaciones alcanzadas.
Sólo las mentes que cambian pueden ser creativas. Las mentes estancadas
o cerradas ejecutan acciones repetitivas, mecánicas, previsibles. La
creatividad conlleva cambios, modificaciones. Es probable que ocurra primero un
cambio en la mentalidad y que ese cambio nos impulse hacia acciones diferentes
a las habituales.
Para poder cambiar es adecuado que contemplemos el espacio interior en
un estado de calma que nos permita observar las ideas de nuestras mentes: ¿Qué
falta por hacer para alcanzar nuestra autonomía y nuestra paz?, ¿Qué cargas,
rutinas y creencias podemos liberar para alcanzar nuestra autonomía y nuestra
paz?
Para ejercer nuestra creatividad, emprendemos aprendizajes que nos
permitan transformar nuestras mentes en las acciones y relaciones. Aprender es
cambiar también. Nuestra mentalidad que cambia proyecta esa realización hacia
el conjunto de la vida para que ocurra un progreso, lo que incentiva que otras
mentes cambien.
En una relación equitativa con los demás, nuestras
motivaciones fundamentales son: “¿Qué puedo aportar ¿Cómo puedo
retribuir lo que he recibido? ¿Cómo puedo trascender la monotonía de mi
historia particular para alcanzar la triada conciencia-propósito-acción que me
permita interactuar creativa y constructivamente en el escenario de la vida?
Hugo
Betancur (Colombia)
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