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domingo, 23 de julio de 2017

LA REALIDAD DE CADA UNO



                                                                  Ilustracion por Elizabeth Betancur

LA REALIDAD DE CADA UNO

Mentalidad, opciones, cambios.     

Hugo Betancur

 

[“Il mondo como io lo vedo”. Albert Einstein].

Como actores en el tablado de las existencias efímeras, experimentamos nuestros roles. Presenciamos situaciones y relaciones. Participamos, actuamos. Tenemos percepciones y presunciones sobre el mundo que es nuestro escenario y sobre las relaciones que establecemos.

Como personajes, tenemos unos atributos propios, particulares, que conforman lo que llamamos nuestro carácter o personalidad, y tenemos una base de datos peculiar que denominamos nuestro conocimiento o nuestra mentalidad: un conjunto de ideas, creencias y enfoques sobre el entorno, sobre los demás, sobre nosotros mismos, que es lo que determina nuestros comportamientos, emociones, reacciones e interpretaciones, a medida      que vamos armando y desarmando las tramas de nuestras vidas.

Experimentamos nuestras relaciones y los sucesos en que nos involucramos, como dramas, comedias o tragedias, según nuestra satisfacción y conveniencia o según nuestra desilusión o afectación. Cada acto en alguna de estas tres categorías de teatro tendrá su atmosfera, su decorado pertinente y sus protagonistas.

Vemos nuestras existencias desde dos perspectivas:

1. Como una lucha. Por lo que podemos ubicarnos a nosotros mismos expresando: “Aquí estoy, en la lucha”. Simbólicamente nos representamos como adversarios, con alguna disposición latente a la defensa o al ataque.

2. Como una correlación. Por lo que podemos ubicarnos como participantes en una interacción donde representamos nuestras idiosincrasias y elecciones. Tal vez nos ubiquemos expresando: “Aquí estoy en la jugada”. Simbólicamente nos representamos como ejecutantes de acciones que otros corresponderán según la ocasión y según los contenidos de sus mentes.

Somos seres vivos expuestos a lo imprevisible y a los cambios y opciones que nuestras acciones y las de otros propician. Nuestras ideas y percepciones nos guían. Somos sujetos reaccionando constantemente ante los eventos en que nos involucramos o en que coincidimos.

Psicológicamente, lo que sucede nos afecta ineludiblemente. Podemos responder desde uno de los extremos de la dualidad resistiéndonos a las acciones de los demás y considerándolas lesivas contra nuestra integridad cuando nos son desfavorables, o podemos responder desde otro extremo sintiéndonos complacidos cuando nos parecen provechosas y convenientes.

O podemos liberarnos de la interpretación dual considerando los sucesos y las acciones de otros como “lo que es”, sin calificarlos –ni bueno ni malo; ni negativo ni positivo-.

Los juicios que hacemos y las posiciones en que nos atrincheramos nos definen como contendientes.

Como adversarios, estamos expuestos a la adversidad y sus efectos.

Obviamente, en los dramas de la vida asumimos en cada situación nuestros papeles, a veces con una pasión desmedida, centrados en nuestras personalidades ego referentes; otras veces, con actitudes tolerantes y pacíficas, sin engancharnos en conflictos ni en pugnas, avanzando prudentes y pacientes hacia las soluciones posibles o hacia la conciliación.

Según como percibimos cada vivencia, elegimos opciones de acción a realizar.

Cada uno de nosotros adopta unos ideales y unas “realidades” subjetivas que plasmamos como fundamentales e indeclinables. Si las fijamos, nos condicionamos a defenderlas vehementemente o a imponerlas a otros.

La decisión de disponernos a los cambios permite que nuestras mentes sean flexibles, maleables, acogedoras. La rigidez nos torna auto referentes, fanáticos, intransigentes, pesados y lentos como una tortuga varada en un lodazal.

Las historias de vida de cada uno pueden ser exclusivas o excluyentes -demasiada importancia personal y demasiados requisitos a los demás-. O pueden ser integradoras, incluyentes, abiertas a la cooperación.

Nuestras mentes pueden estar abiertas –optimistas y receptivas, razonadoras, confiadas en nuestra capacidad de fluir inteligente y gratamente con los demás, o pueden estar cerradas –recelosas, desconfiadas, hostiles, tormentosas, negadas a la armonía y a la comprensión.

Podemos mirar el mundo desde la perspectiva de nuestra memoria y archivos de tiempo pasado, sombríos y pesimistas. O podemos mirar el mundo desde una posición de observadores atentos, que vemos como todo va cambiando y como cada transeúnte se va ausentando una vez que hizo su debut y ya cumplida su temporada.


Hugo Betancur (Colombia)

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