Vistas de página en total

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sobre sucesos y personajes que ya pasaron y sobre nuestras existencias que van pasando.

                                                                                                                                                                            Fotografia por Elizabeth Betancur

DIAS QUE PASAN Y ACOMPAÑANTES  QUE SE VAN

 

Hugo Betancur

         En un momento de uno de estos días que van pasando, me encontré con un médico amigo a quien hacía muchos años no veía. Me relató que inusitadamente se habían reunido algunos exalumnos de la universidad en un restaurante con el propósito de dialogar y compartir recuerdos. Revisé la escasa información disponible en mi mente: algunos de los asistentes habían alcanzado posiciones de renombre y otros cumplían roles anónimos y de bajo perfil; algunos habían acumulado jugosos recursos económicos y habían acrecentado su soberbia; otros subsistían modestamente y eso les excusaba de vanas presunciones y exhibiciones inapropiadas.

Me contó que habían repasado nombres y anécdotas, celebrando lo que tenía tintes humorísticos y también los eventos que para ellos tenían alguna relevancia. Habían hecho un recuento sobre los colegas médicos de nuestra promoción que habían muerto ya y de las causas de ello.

Reflexioné y pensé que efectivamente esos seres humanos ya habían cumplido su ciclo de vida. Se me ocurrió también que así como ellos se habían ido ya, posiblemente muchos de nosotros apenas estábamos viviendo, o sobreviviendo, quizá con las cargas de nuestros hábitos o de nuestras tradiciones y rutinas.

¿Qué podía faltar para que no fuera así?

Dentro de nuestras relaciones y actividades sociales o de trabajo, muchas veces nuestras acciones y representaciones siguen una secuencia monótona y previsible, una reiteración de circunstancias y rituales cumplidos en los mismos escenarios. Son la manifestación de nuestras historias particulares, de nuestros nexos laborales y familiares, a veces intrincados y a veces simples.

De todo este archivo de situaciones recordamos aquello que tuvo una gran intensidad en alguno de los extremos de la dualidad: lo que nos pareció muy triste o lo que nos pareció muy alegre; lo que nos pareció grato o ingrato, lo que nos sacudió felizmente o lo que nos conmovió con su sombrío significado –que simplemente dependió de nuestra percepción y de nuestras creencias subjetivas.

¿En cuáles momentos de ese viaje hicimos nuestro mejor acto, aquel por el que seremos recordados como personas excepcionales? ¿En cuáles momentos fuimos llevados por nuestros egos irascibles y conflictivos y dejamos una imagen deplorable y dolida en otros?

Todo lo que fue dejó sus huellas, las evidencias para otros que permiten reconstruir lo sucedido de una manera precaria y siempre subjetiva –según sea la mentalidad y según sean los enfoques de quien se dedique a rearmar o narrar ese pasado inamovible-.

¿Que recuerdo queremos dejar en otros? ¿Cuál es el mejor relato que podemos obtener de nuestro paso por este mundo controversial y avasallante? ¿Nos sentimos unidos a otros y a sus procesos vivenciales en esa aventura compartida, en su afán de trascender y de aprender? ¿O solo fuimos hambrientos comensales de paso por sus mesas servidas generosamente, por sus espacios dispuestos amablemente, buscando calmar nuestros apetitos fugazmente para luego partir con un apagado agradecimiento verbal, sin dejar a cambio nada más que nuestra prisa y nuestra ambición.  

Como viajeros en movimiento, quizá seamos recordados por alguna acción que haya impresionado las mentes y los corazones de otros. Esa acción, ¿tuvo rasgos de humanidad y bondad?, ¿tuvo rasgos de egoísmo y jactancia? ¿Nos creímos mejores que otros o superiores a ellos? ¿O nos sentimos sus semejantes y solidarios en las tareas comunes?

Cuando la vida apaga sus ímpetus en la ancianidad, el viejo rey ya no puede mantener erguido el cuello para retar o someter a quienes le sirvieron en sus roles de cortesanos a él y a su decadente reino: se ha consumido su otrora vigoroso corazón y falla su memoria -ha olvidado muchas de las cosas que hizo contra otros mientras quienes le rodean recuerdan minuciosamente cada detalle de su ominosa biografía-; ya no le es posible cambiar los acontecimientos y faltan la alegría y la satisfacción en su rostro. Habrá de despedirse cansado y enfermo y será recordado sin nostalgia.

¿Tenemos paz en nuestras mentes a medida que descontamos los días de nuestra fugaz existencia como seres humanos? ¿Han sido óptimas las semillas que sembramos; ha sido exuberante la cosecha después de tanto esfuerzo y de tantas dificultades afrontadas?

A medida que reconocemos los tramos recorridos y resumimos las características de nuestros acompañantes y de las interacciones realizadas podemos saber qué importancia tuvo lo vivido, si actuamos espontánea y fluidamente o si fuimos arrastrados azarosamente por lo que consideramos un cruel destino. Podemos des-cubrir la trama de los acontecimientos y evaluar nuestros comportamientos. Tal vez fungimos como víctimas pesarosas y auto limitadas; quizá debutamos como pequeños y temibles villanos causando desgracia a otros -lo que al cabo del tiempo se convertiría en nuestra propia desgracia, una vez que la invisible rueda de la justicia diera la vuelta para equilibrar todo el drama humano en que estábamos involucrados.

Podemos darnos cuentas sobre como tratamos a otros y cómo nos tratamos en esos episodios en que la vida nos congregó. Podemos definir si actuamos desde la posición demandante y absorbente de nuestros egos desbordados o desde la considerada y ecuánime sabiduría de nuestro ser.


Hugo Betancur (Colombia)

___________________________________

  

Otras ideas de vida en:

 

http://ideas-de-vida.blogspot.com/

 

http://pazenlasmentes.blogspot.com/

 

http://es.scribd.com/hugo_betancur_3

 

Este Blog:

 

http://hugobetancur.blogspot.com/



No hay comentarios: