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martes, 27 de marzo de 2012

Celos que provienen de creencias y tradiciones.



LOS CELOS QUE NUESTRAS CREENCIAS Y APEGOS
HACEN POSIBLES

Por Hugo Betancur M.D

En nuestra civilización occidental hemos sido educados según las tradiciones y creencias de nuestros grupos familiares y sociales. Muchas de esas características tienen sus fundamentos en las culturas judeocristianas que imponían la conformación monogámica en la relación de la pareja y que sancionaban drásticamente la desobediencia a este condicionamiento; basaban esta restricción en mandatos religiosos y en propósitos de unidad y progreso familiar.

Habitualmente en los períodos iniciales de las relaciones especiales, cada participante proyecta unas expectativas respecto al otro y le asigna unas funciones que debe cumplir. En ocasiones, esto es expresado verbalmente y con mucha claridad; otras veces, quien lo concibió presume o supone que sus aspiraciones serán cumplidas por su pareja espontáneamente y que no es necesario instruirla sobre esas condiciones y pautas de comportamiento que le ha fijado.

Esas relaciones preliminares tienen atributos y encantos peculiares para cada uno. Si la intención es romántica, los participantes entran en un estado de enamoramiento: son impresionados gratamente por quien aparece frente a ellos y se sienten embelesados por las situaciones plácidas que vislumbran.

El enamoramiento no es amor. Es una percepción de complacencia temporal que da paso a las expresiones de dualidad de cada uno de los actores. Las personalidades van mostrando poco a poco sus rasgos particulares, sus inclinaciones y preferencias, sus dones y sus limitaciones. Los días cálidos y coloridos son reemplazados por días nebulosos y lluviosos. No es posible la fusión de dos que son diferentes –ni siquiera de dos que parezcan identificados en torno a creencias y propósitos-; la vida solo permite los espejismos bajo ciertas condiciones transitorias y cada ser vivo debe acogerse a las alternativas de su propia existencia.

El enamoramiento cede su lugar a la realidad que retrata a cada uno tal como es a través de sus acciones y comportamientos. La luz abundante que entra por las ventanas descubre los aposentos que la noche ocultaba. Ahora se imponen como prioritarias las experiencias compartidas y los participantes evalúan los resultados.
Los seres humanos que conforman una relación como pareja son motivados por muchas razones, conveniencias, ideales, sentimientos, intereses, que a veces engloban erróneamente bajo la definición de amor.

Podemos entender que quien ama es respetuoso, acogedor, solidario, protector, tolerante, sincero; no subyuga al otro ni cede su libertad porque reconoce la sabiduría del libre albedrío.

El amor no tiene polaridades ni opuestos, solo es. Lo que llamamos sentimientos sí tiene sus contrastes: “hoy te quiero pero mañana podría no quererte”, “hoy me siento bien contigo pero mañana podría sentirme mal”, “hoy me gustas pero mañana podrías no gustarme”. Los sentimientos y los afectos dependen de nuestra satisfacción o de nuestra insatisfacción, de las circunstancias. Nuestras reacciones de agrado y conformidad son una manifestación de que hemos sido halagados o servidos.

Cuando las personas establecen sus relaciones de pareja emprenden una observación continuada mutua y pueden convivir o compartir más asiduamente; se tratan y se revelan o descubren para consolidar su vínculo progresivamente o para marchitarlo.

Los celos en las relaciones de pareja

El matrimonio es un nexo ante la sociedad en un ceremonial de iglesia o en una dependencia pública. Dos que se casan se comprometen a cumplir unos requisitos de moralidad entre los que destacan la monogamia y la fidelidad a la pareja –ambos conceptos se complementan (“fidelidad” viene de la palabra latina “fide” que significa lealtad). Dentro de la seriedad asumida con el vínculo, los dos se acogen a cumplir esos requisitos. Uno de ellos puede entrar en conflicto cuando se da cuenta que el otro los quebrantó -si ciertamente los incumplió y si es posible comprobarlo con evidencias, la respuesta anímica de malestar es normal. Psicológicamente podemos entender que esto motiva una reacción afectiva y emocional y que puede presentarse una crisis como consecuencia. Posiblemente esto sirva como precedente y quizá la relación tendrá modificaciones; el incidente los sacude y los obliga a reacomodar sus roles; ya no pueden seguir como antes porque algo imprevisto los confronta y debe ser resuelto por los dos. Quien se siente afectado por el evento puede sentir inestabilidad y manifestar incertidumbre.

Respecto a la relaciones de pareja entre un hombre y una mujer, podemos dar al término “celar” estos significados: restringir, vigilar, ejercer control para comprobar que el otro o la otra no se han involucrado en una relación distinta a la prevista.

Los celos reflejan posesividad, apego, desconfianza. La otra persona ha sido incorporada en la relación como un complemento requerido y le ha sido confiada la misión de compañero exclusivo; no se le concede permiso ni opciones de apartarse del proyecto trazado. 

Los celos pueden aparecer ocasionalmente sin causar desequilibrio y solo como un comportamiento incidental poco significativo; o pueden persistir y volverse un rasgo obsesivo y propiciador de desastres. Reitero: si no ha habido transgresión al compromiso de fidelidad y monogamia, la actitud de quien cela por temores imaginarios es una distorsión de la realidad. Esta fantasía debe ser entendida y desechada por esa persona porque obstaculiza la relación armoniosa de la pareja.

Si los celos son una respuesta ante hechos indiscutibles de una relación satélite actual y no disuelta, con los mismos componentes de intimidad, sensualidad y galanteo en otro escenario, los miembros de la pareja en conflicto deben decidir qué hacer y realizar cambios que les permitan ahuyentar la hostilidad y la frustración tormentosa que amenaza separarlos. Creativamente, deben restaurar el equilibrio alterado, tanto si convienen proseguir la relación como si optan por romperla. Sobran allí las culpas y las condenas –esos no son instrumentos del amor si está presente y al ego solo le servirán como justificaciones y cargas que tornan mezquinos a sus adeptos.

La solución no debe ser pospuesta. Pueden atravesar la adversidad sin declararse adversarios. La permanencia o la partida deben ser asumidas sin resentimiento, sin ideas de venganza, con una disposición de comprensión y de liberación. Han llegado los emparejados a una bifurcación del camino y deben decidir cuál de las rutas tomar: no es posible caminar por dos senderos diferentes al mismo tiempo; allí donde el amor no congrega, los seres humanos establecen sus conquistas precarias y sus brumosos reinos de utopía.

Hugo Betancur (Colombia)


Comentario adicional: expongo como muestra de celotipia un tema de una balada muy popular del siglo pasado:

“CELOS
Cantada por Camilo Sesto. 

“Siento celos,
es seguro que son celos,
el amor es más tranquilo,
tan tranquilo como un beso.
Siento celos,
que es igual a decir miedo,
¿y por qué no?, tal vez sin celos
nuestro amor no sea completo.
Celos, de una sombra de tu pasado
que se acuesta a tu lado
entre mi amor y tu cuerpo.
Siento celos,
ni de macho ni cornudo,
simplemente de amor puro,
de tristeza y desconsuelo.
Celos de los ojos de mi amigo
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento
que te quema a fuego lento
que me hace tu enemigo
Siento celos,
y de ser un buen amante,
me he convertido en tu sombra,
en tu espía, en tu sabueso.
Siento rabia,
que es igual a sentir celos,
de que notes en mi cara
el maldito amor que siento.
Celos cuando escucho una llamada,
según tú, equivocada,
y me dices ahora vuelvo.
Celos de los ojos de mi amigo,
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento,
que me quema a fuego lento,
que me hace tu enemigo.
Celos de los ojos de mi amigo,
del saludo de un vecino
y del forro de tu abrigo.
Celos, ese dulce sufrimiento,
que me quema a fuego lento,
que me hace tu enemigo.
Siento celos...”

jueves, 8 de marzo de 2012

Cambios o Rutinas, podemos progresar o quedarnos estancados.



CAMBIAR O NO CAMBIAR, ¡HE AHÍ EL DILEMA!

Por Hugo Betancur M.D.

Solo la vida trae las respuestas que nos corresponden a cada momento, mostrándonos los contrastes de la ambigüedad: una felicidad o satisfacción sostenida, o su complemento, una infelicidad, una fatiga y una insatisfacción persistente y punzante que nos dice: "Cambia de escenario, de relaciones y de hábitos porque no estás en paz y porque tu alegría es solo situacional -ligada a las distracciones en que te empeñas para fungir una felicidad de caricatura que no debes haber alcanzado aún porque te muestras blandengue y pesarosamente vulnerable".

En su trayectoria, en muchas ocasiones, cada uno de nosotros es abandonado o debe abandonar porque nuestros nexos son rotos por las rutinas o por las expectativas desmesuradas que trazamos a otros o que nos trazan -lo que a la larga se convierte más en un yugo y en una escabrosa posesión imposible que en una fluida y amorosa relación de acompañamiento y mutualismo, compensadora, motivadora y sincera a la vez-, por lo que los ciclos de muchas relaciones deben ser cerrados.

Si nuestras vidas se convierten en una monotonía de horarios y acciones obligadas de supervivencia, entonces hemos asumido comportamientos de esclavos o de enajenados fans (seguidores).

Cada uno de nosotros dispone de una sola vida, la suya propia. En ella descubre un camino por recorrer con muchas bifurcaciones inevitables donde el requisito para poder seguir avanzando es alguna elección que excluye.

Para saber si cumplimos la jornada, debemos darnos cuenta de que el paisaje cambia. Aunque muchos viajeros conocidos sigan acompañándonos, aparecen otros distintos y vemos que algunos rasgos de lo que es la representación de nuestra vida muestran también visos de cambios que nos hemos propuesto.

Lo demás es solo la ilusión reverberante de la vida: la percepción nos muestra el mundo que hemos inventado y nuestras mentes lo interpretan según las limitaciones y la sensibilidad de que dispongamos en todo efimero instante. Y según el protagonista que los esté viviendo: el ego con sus dramas sutiles de manipulación, teatralidad y apego que pretende subyugar, o el ser con su serena generosidad, tolerancia y desapego que permite la libertad como una condición esencial.

Cuando no entendemos algo con un efoque antiguo que se repite y se repite sin nuevos aportes, esto nos indica que estamos estancados y que es adecuado e inteligente modificar nuestras mentes dándoles un conocimiento diferente. Podemos resolver estos interrogantes: ¿Nos es posible cambiar?, ¿Es necesario hacerlo?, ¿Es útil?

Tal vez esos logros que pretendemos alcanzar en la vida no sean cuestión de cantidad -lo acumulable, lo que podemos mostrar como inventario jactancioso o competitivo-, sino aquello que nos representa alguna calidad de comprensión o entendimiento sobre las relaciones y fenómenos que tenemos ante nosotros a cada momento.

Para describir los cambios mientras recorremos senderos que nos comunican con otros lugares y entornos de seres vivos, aludo al símil de ascender una montaña que posiblemente tenga como imagen la montaña de la vida y donde quizás el escalador sea cada uno de nosotros tratando de alcanzar un sitio que le permita una panorámica más amplia sobre la perspectiva que se extiende ante sus ojos, si es que tiene interés en otear y si es que ha decidido no ser un viajero ensimismado y distraído más. Y tal vez no sea una prioridad estar más altos que otros sino alcanzar una visión que nos muestre la vida como algo grato, o que si parece cruda y dolorosa, al menos podamos comprender o aceptar su inevitable engranaje en movimiento.

No sé si pueda haber una definición sobre el viaje que cada uno de nosotros recorre. A muchos, a veces, nos asalta alguna idea de satisfacción por algún aprendizaje obtenido o por alguna relación que conserva su respetuosa y cálida interacción a medida que la cuenta de los años avanza.

Posiblemente el viajero más sabio sea aquel que no desiste de su jornada aunque los acontecimientos y las relaciones lo sacudan entre lo que parece una cruda tragedia y lo que parece una feliz aventura -y las dos son sólo polaridades de esta dimensión con su efímera trascendencia.

Revoluciones imperativas subjetivas: los cambios inaplazables.





LO QUE VEMOS Y LO QUE SOMOS

Por Hugo Betancur M.D.

Eckhart Tolle es un mensajero más en un tiempo en que los mensajes pueden ser divulgados instantánea y globalmente. Sus reflexiones son coherentes con la interacción relativa propia de todos los fenómenos de la vida y de todos los seres vivos entre sí: todos somos afectados por lo que va sucediendo y como en el juego de disponer enfrentadas, verticales, paralelas y consecutivas las fichas de dominó, donde la primera que empujamos arrasa con las demás, así parece ocurrir con lo que hacemos, donde un evento atrae consecuencias inevitables o sirve como iniciador de otros eventos concatenados.

Este mundo, físicamente, sigue la rutina de la acción y la reacción, la causa y el efecto; mentalmente y energéticamente, sigue otros procesos de sincronía y conformación donde nuestras acciones, en resonancia con la conciencia y las ideas que tengamos, y que otros tengan, pueden producir variaciones fundamentales en lo que aparece después.

Jiddu Krishnamurti nos enseñó en el siglo pasado –XX- que el observador es lo observado: lo de afuera es un reflejo de su mente, una proyección que su percepción le devuelve, tan confusa o tan nítida como como sea su capacidad de enfoque.

Y cada observador mira desde una posición –correspondiente al momento de su vida y de su personalidad: lo que cada uno representa en este plano de manifestación (su personaje y sus papeles), las condiciones de que disponga (su psicología particular) y el sistema de creencias con que interpreta lo que aparece en su mente (sus instrumentos de relación y de comprensión).

Una visión confiable requiere un observador entrenado y consciente de sí y de lo que avizora y que tenga perspectivas diferentes que le permitan contemplar aspectos distintos de lo que percibe como realidad.

Nos enseñó también Jiddu Krishnamurti que este es un mundo de relaciones: nuestras vivencias y frutos están supeditados a las relaciones que tengamos, a la forma cómo nos relacionemos, a la disposición que tengamos a cambiar -y por consiguiente a aprender-. Nuestras acciones y relaciones evidencian nuestro dinamismo o nuestro estancamiento en este plano donde la dualidad es un atributo ineludible. Y la repetición mecánica de acciones y comportamientos solo reproducirá un drama monótono reiterado, con actores monótonos, cansados y fatigantes, fácilmente predecibles. 

Solo quien supera la rotación mecánica en el círculo puede ascender a la evolución autónoma en el plano elíptico, haciendo que su centro de referencia sea creativo y no subordinado, lo que representa un estado de conciencia y de voluntad, de óptima energía –el ingreso al plano elíptico le permite al helicóptero alzar vuelo y desplazarse por el amplio cielo.

El movimiento en el círculo horizontal es restringido y de mínima energía, subyugado por los hábitos y los dogmas –quien cree dominar con los dogmas que impone es a la vez esclavo de lo que propugna como algo estático; el esclavo más confundido es aquel que sueña con ser amo y no con alcanzar su libertad y el amo más feroz e implacable es aquel que no reconoce la libertad de otros porque la tradición y su propia ignorancia le han condenado al autoritarismo y a la soberbia –que serán sus elementos de opresión si ejerce una jerarquía, y fungirá entonces como un ser humano destructivo y disociador (aunque se describa a sí mismo como un bondadoso y abnegado lider). 

Fenómenos cotidianos de enfermedades orgánicas y de distorsiones en los procesos de la mente como la depresión y otros trastornos afectivos y de comportamiento están relacionados con estancamientos en torno a eventos vitales a los que los pacientes se sienten atados: ellos siguen girando repetitivamente en torno a un significado estático y doloroso o conflictivo que le han dado a situaciones y relaciones de sus vidas que les siguen perturbando porque no han logrado resolverlos –y los fármacos no tienen ninguna acción sobre los contenidos de sus psiquis, son sólo sustitutos efímeros y deletéreos de una acción necesaria e insustituible que es su propio proceso de comprensión y de liberación y que ninguno puede hacer por ellos.

El Dalai Lama Tenzin Giatso, Jiddu Krishnamurti, Elizabeth Kübler-Ross, Eckhart Tolle, Deepak Chopra, Wayne Dyer, Neale Donald Walsch, Caroline Myss, Esther y Jerry Hicks, Bárbara Ann Brennan, Helen Schukman, Louise Hay. Mahatma Gandhi, Martin Luther King, son algunos de los voceros ejemplares de un entendimiento inteligente y evolutivo adecuado para promover los cambios requeridos, para accionar las revoluciones imperativas de este siglo XXI, junto con una vasta profusión de textos trasmitidos –Un Curso de Milagros y el Pathwork como representativos.

Y como todo lo que este mundo alberga, la polaridad exige sus tributos o retribuciones: la sujeción a un sistema de creencias nos lleva a pensar que lo que identificamos como opuesto es menos válido y que debemos rechazarlo y discriminarlo negativamente; nos mostramos entonces como fanáticos hostiles y desafiantes cuando la vida nos pide flexibilidad, adaptación y benevolencia; haciéndonos jueces innecesariamente, nos negamos la paz que es el puente certero para nuestra armonía y para una sabia comunicación con nuestro entorno y con los demás seres vivos.

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lunes, 5 de marzo de 2012

La paz es una acción, no un ideal abstracto.





LA PAZ QUE NACE DEL ENTENDIMIENTO

Por Hugo Betancur M.D.

La señal más evidente de que seguimos un proceso armonioso es la aceptación de las acciones de los demás como su adecuada e inevitable expresión de vida y la aceptación de nuestras acciones como nuestra adecuada e inevitable expresión de vida.

Esta aceptación no significa que estamos de acuerdo con los actos y comportamientos destructivos de otros seres humanos; es un entendimiento de que lo que hacen deriva de las características de sus personalidades y de las circunstancias de sus existencias. Cada uno es lo que es: "6Por sus frutos los conoceréis, y ellos se conocerán a sí mismos”.*

Actuar así nos lleva a la paz y al respeto.

Sin embargo, todas las sociedades deben disuadir, contener, y neutralizar e impedir las acciones de individuos o grupos que actúen violentamente pretendiendo imponer sus intereses particulares.

Como integrantes de la humanidad podemos entender que todo acto violento o destructivo ejecutado contra seres humanos para obtener una utilidad o para subyugar o para satisfacer un propósito egoísta es un acto que afecta al conjunto.

Las mayores tragedias de nuestra historia han empezado como actos violentos aislados contra individuos, que fueron después metódicos y sistemáticos ataques contra grupos o comunidades.

No hay efecto sin causa, ni resultados sin antecedentes.

La paz, como fundamento de convivencia, debe ser acatada como un deber y como un derecho humano fundamental.

Manifestamos nuestros procesos de vida en las relaciones, igual que lo hacen los demás. Hemos crecido bajo las condiciones y hábitos de la sociedad a la que hemos pertenecido, que influyen en los contenidos de nuestras mentes.

A eso le agregamos que cada mente que dirige las acciones individuales sigue un sistema de creencias y unos propósitos propios que corresponden a su historia particular.

El operador, quien actúa, sólo tiene una opción para elegir y es la que realiza limitado a sus condiciones subjetivas y a los antecedentes que ha incorporado.

Aunque los observadores o quienes pretenden juzgarlo refieran que hay muchas opciones distintas, el operador está impulsado a actuar según su percepción y su voluntad, que lo llevan a la elección que asume.

Sólo cuando entendemos nuestras experiencias y somos conscientes del efecto que nos causaron y que causaron a otros, podemos modificar nuestras actitudes y comportamientos. Entonces la consciencia y el propósito pueden guiar nuestros cambios.

Un aforismo antiguo enseña: "debes haber recorrido los senderos de aquellos a quienes pretendes juzgar para comprender las acciones de sus vidas".

Los tontos actúan como tontos y los sabios como sabios según la mente que dirige cada vida, y la adversidad puede ser un gran maestro cuando nos damos cuenta que no hemos alcanzado nuestra paz.

Hugo Betancur (Colombia)
* Un Curso de Milagros


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viernes, 2 de marzo de 2012

El amor une. Lo suyo no es atar ni subyugar.



RELACIONES NO AMOROSAS

 

Por Hugo Betancur

 

Para establecer relaciones amorosas armoniosas es fundamental que hayamos alcanzado un estado de paz y comprensión con las vivencias que hemos atravesado.

 

¿Cuál es la primera señal de que las personas inician una relación no amorosa?

 

Quienes inician la relación no amorosa expresan: ¡Esta relación va a darme felicidad! ¡Esta persona me trae todo lo que me hacía falta y me permitirá cumplir mis sueños!

 

Sus mentes están enfocadas en lo que van a obtener más que en lo que pueden aportar o prodigar.

 

Para ellas, sus expectativas predominan sobre las opciones concretas que la interacción puede atraer: dos que se relacionan súbitamente con objetivos de emparejarse establecen unas manifestaciones posibles, según sus personalidades, sus actitudes y sus limitaciones, y no pueden establecer unas manifestaciones ideales que no coincidan con lo que ellos son –sabemos que cada planta produce sus peculiares frutos y semillas y no otros.

 

La frase que retrata a quienes inician una relación no amorosa se resume en "¡Ahora sí voy a ser feliz!". Su esperanza se dirige a lo que pretenden conquistar, ignorando o desdeñando sus propios méritos y las restricciones que puedan tener para poder alcanzar o realizar ese sueño ególatra.

 

Si estas personas eran no felices o infelices antes de esta relación en la que se montan como si fuera su tabla de náufragos, eso es lo que van a poner en el nexo que empiezan muy ilusionadas y desafiantes o autocomplacidas -todos los implicados habitualmente consideran estos enlaces repentinos como su más preciado y futuramente exitoso romance (aunque hayan conocido previamente situaciones de convivencia que definieron como fracasos, lo que atribuyen a las acciones de sus parejas, desdeñando su propia responsabilidad y sus desaciertos).

 

La infelicidad anterior no resuelta es una cuenta de cobro que les tiene la vida y que no saldaron oportunamente, y sus intereses acumulados representan conflictos abundantes a medida que los días corran y sus comportamientos turbios o disociadores vayan siendo expuestos inevitablemente en la relación que han emprendido.

 

Las pruebas que la vida les va presentando confrontan sus planes personales con las retribuciones que deben pagar y con las tareas que deben cumplir.

 

La felicidad no es un bien que pueda ser comprado ni negociado con trampas. No podemos echar atajos para lograrla sin recorrer el camino que nos corresponde atravesar. Solamente podemos acceder a esa condición de armonía desde un estado de paz interior y desde una disposición altruista y sincera.

 

Cuando nos dominan nuestras ambiciones desmedidas y nuestros deseos arrebatadores en las relaciones que imponemos, el desenlace de las historias que armamos no será un final feliz, a pesar de nuestros pobres alardes de distinción y vanagloria que la vida desenmascara crudamente cuando menos lo esperamos.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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Resiliencia: fluir sin amargura y sin ataduras.



RESILIENCIA: adaptarse y fluir siguiendo los ritmos de la vida.

Por Hugo Betancur M.D.

Un relato oriental muy divulgado nos describe los efectos de una tormenta de nieve sobre dos árboles, el sauce y el roble.

Mientras transcurre la tormenta, el roble mantiene sus rígidas ramas extendidas y la nieve, inevitablemente, se va amontonando encima.

Mientras transcurre la tormenta, el sauce dobla sus ramas ante el peso de la nieve que se desliza hacia el suelo porque no encuentra resistencia. 

Llega un momento en que la nieve acumulada quiebra muchas ramas del roble y las desgaja ruidosamente.

Pasada la tormenta, el sauce exhibe sus ramas completas y el roble aparece devastado.

Estos dos símiles nos confrontan con nuestras actitudes y comportamientos ante las situaciones de la vida. Según actuemos -duros e implacables, o tolerantes y flexibles-, el resultado de nuestra relación con los sucesos será diferente.

La resiliencia* es la disposición a mantener nuestra autonomía y nuestra paz ante los eventos adversos que experimentamos. 

La resiliencia nos permite mantener nuestra integridad después de las circunstancias difíciles que atravesamos. Obviamente, cada uno de nosotros es afectado por lo que sucede; sin embargo, cuando hacemos ajustes para fluir armoniosamente con la vida, no nos quedamos rezagados, pasmados ni estancados -las aguas estancadas se enturbian inexorablemente y se rancian.

La supervivencia eficiente de los seres humanos está fundamentada en la adaptabilidad, que es la posibilidad de cambiar y resolver las dificultades, los conflictos y las crisis oportunamente.

La adaptación es una disposición de  acomodamiento con "lo que es"; es nuestra reacción de acoplamiento y resolución ante los eventos actuales -nos abrigamos o nos resguardamos ante la lluvia y el frío en el invierno; nos ponemos las ropas livianas  y salimos afuera despreocupadamente en el verano.

Cuando interactuamos con otros, podemos ser afectados por sus decisiones o sus acciones, y podemos afectarlos a ellos también.

Los obstáculos que encontramos en nuestro itinerario de viajeros son retos que debemos atender; retrasamos nuestra jornada cuando los evadimos o los rechazamos, porque están allí para motivarnos y para inspirar la creatividad de nuestras mentes. 

Nuestros escapes significan nuestra renuncia a participar.Evadimos las situaciones y la reciprocidad en las relaciones que hacen parte de nuestro presente y nos escabullimos. Probablemente aquello que relegamos quede pendiente por hacer; quizá se convierta en una deuda en nuestras mentes o en una carga amarga. 

Si eludimos las tareas y acciones que nos corresponden, posiblemente optemos por mostrarnos como víctimas, o como actores apesadumbrados recitando nuestros amargos reclamos y lamentos mientras la vida nos sacude requiriéndonos los cambios inaplazables que nos pueden liberar del sufrimiento.

La resiliencia nos hace flexibles y tolerantes, y promueve nuestra fortaleza y nuestra comprensión.

Ante los acontecimientos imprevistos que nos causan conmoción, podemos elegir la preservación de nuestra paz y nuestra confianza en la prodigalidad de la vida, aceptando que otros nos  asistan y nos guíen cuando nos sentimos abrumados, o podemos elegir la confusión y el desasosiego esperando que otros hagan lo que nos corresponde o eludiendo nuestro rol en las escenas eventuales.

Si mantenemos nuestras mentes cerradas y temerosas nos mostramos vulnerables y apáticos mientras las situaciones presentes nos piden soluciones y modificaciones. Las mentes cerradas tienen escasos intercambios con su entorno, son avaras para aportar y desconfiadas para asimilar lo que requieren para su progreso.

Probablemente no retrocedamos en la escala evolutiva. Es posible que nos resguardemos temporalmente bajo nuestros disfraces de autosuficientes, o de marginados y conformistas, o de desvalidos, lo que nos impide progresar y aprender; nos estancamos y languidecemos mientras la vida debuta ante nuestros ojos con su prodigiosa sinfonía de luz, color, movimiento y sonido –quizá desdeñamos nuestros talentos de danzantes y nos comportamos como apagados y tímidos espectadores, anónimos observadores del escenario desde la penumbra.

*Resiliencia.
1. f. Psicología. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
2. f. Mecánica. Capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación.
[RAE]

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