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sábado, 28 de enero de 2012

Cambios y aprendizaje versus rutinas y estancamiento



CAMBIAR O NO CAMBIAR,
HE AHÍ EL DILEMA.

Por Hugo Betancur


Los procesos de percepción pueden ser afectados por la fijación de nuestras mentes en ideas, creencias pre-establecidas o en lo que llamamos "nuestros proyectos de vida".

Empecinados en mantener las imágenes o expectativas  adoptadas previamente como un esquema o un guión en nuestras mentes, podemos desdeñar o ignorar lo que aparece ante nuestros ojos o lo nos trae el presente. O podemos pretender que las manifestaciones de la vida cambien para que se acomoden a nuestros moldes y requisitos.

Sin embargo, nuestras acciones y relaciones del pasado ya conformaron unas situaciones como consecuencia. Y es lo que experimentamos, aunque no lo hubiéramos previsto y a pesar de que pueda causarnos pesadumbres, sufrimiento o conflictos.

La vida es movimiento incesante y nuestras representaciones en su escenario son sólo los papeles transitorios que realizamos en nuestra interacción con los demás actores. 

Asumimos nuestros papeles o roles sin darnos cuenta o con una atenta conciencia sobre lo que hacemos y sobre lo que otros hacen; y los interpretamos  tan vertiginosamente que después no podemos recuperar su huella en nuestra memoria, o tan lentamente que a medida que transcurre el tiempo tendemos a retraerlos como fragmentos o porciones de episodios inacabados que intentamos reconstruir en nuestras mente cuando ya no es posible porque los otros acompañantes han abandonado los escenarios comunes y no pueden regresar.

Muchas de nuestras vivencias las hemos perdido en la bruma del pasado. Sin embargo, los momentos o eventos de transición en que hemos logrado establecer cambios son habitualmente para nosotros referencias o señales que podemos avizorar y distinguir desde la distancia mientras descontamos el trayecto que hemos venido a recorrer.
Los cambios son nuestras decisiones transformadas en acciones. Podemos entender que los realizamos debido a un propósito previo y a un ejercicio de la voluntad –y tal vez porque aplicamos algún destello de conciencia que nos impulsa.
Muchos predicadores y mensajeros de utopía nos han insistido en que cambiemos nuestros pensamientos de negativos a positivos, de pesimistas a optimistas, de conformistas a progresistas.  Sólo es posible cambiar nuestros pensamientos si cambiamos nuestra mentalidad, la información que utilizamos para relacionarnos con la vida.
Podemos recordar que las aguas estancadas se tornan turbias. Nuestras mentes estancadas también. Podemos aprender de los ritmos de la naturaleza en sus procesos de cambio y reorganización; y podemos emprender nuestros cambios imperativos cuando nos descubrimos lánguidos, fatigados, rutinarios e infelices porque todas esas manifestaciones nos advierten que no hemos cumplido los aprendizajes adecuados.

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lunes, 23 de enero de 2012

Psiquiatras y sus pacientes: islas incomunicadas




PSIQUIATRAS Y SUS PACIENTES:
ISLAS INCOMUNICADAS

Por Hugo Betancur M.D.


Drogas “psiquiátricas”

Las denominadas “drogas psiquiátricas” no tienen efecto sobre la psiquis de los pacientes que las toman sino sobre su organismo físico y sobre su cerebro. Son sustancias toxicas para el sistema nervioso, que embotan tanto su percepción sensorial como su desempeño habitual, y que bloquean las áreas del cerebro relacionadas con las manifestaciones anormales de los pacientes -esto impide que ellos expresen sus comportamientos discordantes y desconcertantes. Sin embargo, esos fármacos no resuelven la condición clínica diagnosticada –los silencia o los pasma bioquímicamente mientras dura su acción, por lo que deben consumirlos regularmente para ahuyentar sus síntomas.


Trastornos del cuerpo versus trastornos de la mente

La experiencia médica y psicológica nos enseña que los trastornos de personalidad denominados "trastornos afectivos, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos..." son distorsiones en las relaciones entre seres humanos y no enfermedades del cerebro ni del cuerpo.
Otras condiciones diagnosticadas como enfermedades psiquiátricas orgánicas, están en la dimensión de la mente (esquizofrenia, trastorno de personalidad múltiple, demencias...) y nos advierten que hay procesos de la vida de los pacientes que los afectan psíquicamente -tienen una historia asociada y unos antecedentes afectivos y de dificultades en sus relaciones que los hacen vulnerables a esa ruptura con la normalidad que padecen.
La terapia requerida en estos casos debe profundizar en las causas previas que conmocionaron a los pacientes: ¿qué personalidad o evento del pasado afecta sus mentes tan dramáticamente que sus comportamientos parecen desatinados o caóticos, incoherentes y confusos; ¿qué relación o influencia inusitada los lleva a expresarse fuera del contexto o entorno en que se desenvuelven, muchas veces con interpretaciones o ideas incomprensibles para quienes les rodean?; ¿qué fenómeno afecta su percepción o qué motiva sus alucinaciones y las distorsiones que relatan de lo que otros vemos como real?
Las drogas psiquiátricas no modifican ni cambian la mentalidad de las personas: solo tienen efectos bioquímicos en el organismo sin cambiar las creencias que conformaron sus síntomas psicológicos.
Los procesos de la mente solo cambian con acciones de comprensión y de aprendizaje de los pacientes sobre sus condiciones de vida, sus relaciones y la utilidad de aceptar y soltar la carga de sus amarguras y sus frustraciones. Estos pacientes deben ser asistidos porque se sienten marginados y enfermos. Y la medicina óptima es aquella que los retorne a la normalidad, no la que los adormece y los postra. Es imprescindible remover o resolver las causas para que los efectos  cesen. El mayor requerimiento de estos seres humanos agobiados y perturbados es la liberación  de sus mentes que les permita realizar un cambio en su entendimiento de la vida y de sus relaciones.

Hemos comprobado que a través de algunos de estos pacientes diagnosticados como dementes o “psiquiátricos” se manifiestan o comunican otros seres diferentes a ellos -sus gestos, ademanes y actuaciones parecen corresponder a otras personalidades: ¿cómo otra u otras mentes han invadido la suya?, ¿podemos explicar esto físicamente y atribuírselo a un irregular funcionamiento de su sistema nervioso?, ¿O podemos intuir que las mentes de muchos humanos pueden ser permeables a las de otros que se manifiestan y hacen presencia a través de sus semejantes? 
Obviamente, nuestra medicina occidental monótonamente orgánica no ha podido encontrar un proceso bioquímico o neuronal que explique por qué o cómo estos pacientes conforman una personalidad distinta, con una información ajena a su experiencia particular y a su cultura y con un discurso que no parece adecuado para su formación y vivencias.

(Curiosamente, cuando logramos interactuar con algunos de estos pacientes por medio de la hipnosis clínica, ellos entran en un estado alterado de conciencia donde revelan situaciones y caracteres que interpretamos como pertenecientes a existencias o identidades extrañas para la historia actual de cada uno y que ellos asumen como propias, con sus dificultades, sentimientos y emociones inherentes; tendemos a interpretar estos acontecimientos como algo que pareciera estar sucediendo en dimensiones paralelas a las que sus mentes pueden acceder representando o asumiendo parcialmente vivencias e impresiones de otras personalidades.)

La mayoría de los psiquiatras tienen un precario entrenamiento psicológico o una empatía insuficiente con sus pacientes, lo que los limita para comprender los procesos emocionales, familiares y culturales que hacen vulnerables a muchos seres humanos al conflicto, las crisis de interacción de su personalidad con el entorno y con los demás y la percepción de sentirse fuera de contexto.En muchas ocasiones percibo que los tratan como seres humanos disociados e incongruentes y que su labor es silenciarlos para que la sociedad o quienes les rodean en sus ambientes no sean afectados por lo que ellos hacen o expresan bajo este yugo de las anormalidades mentales.

Los fármacos llamados “drogas psiquiátricas” intoxican el organismo y producen graves trastornos funcionales en el sistema nervioso central -a medida que pasa el tiempo, con un consumo regular de esas sustancias, los pacientes van perdiendo su habilidad para las actividades habituales de sus vidas: se tornan torpes, lentos, pasmados, planos en las expresiones de sus emociones, apagados y fatigados.

Estos químicos tornan a los pacientes dóciles, obedientes y robóticos -como dice eufemísticamente un amigo terapeuta: "los sacan de la circulación".

Mientras tanto, los trastornos de su mentalidad no resueltos, siguen presentes, aunque hayan sido velados por el embotamiento producido por las sustancias químicas que les han sido recetadas y que siguen consumiendo.

Sólo unos pocos trastornos mentales tienen causas orgánicas, por lo que podemos considerarlos como enfermedades físicas que al afectar el cerebro son reflejadas en los comportamientos de los pacientes; sin embargo, el diagnóstico de  estas es posible por medio de exámenes paraclínicos -si responden al tratamiento médico, los síntomas desaparecen y las personas pueden retornar a sus vidas normales.

Con indicaciones clínicas y prácticas pertinentes, en los servicios de urgencias usamos algunos de estos fármacos con acción sobre el sistema nervioso central cuando nuestros pacientes ingresan en estados anormales  de agitación psico-motora, por lo que es adecuado sedarlos, disminuir su ansiedad y llevarlos a un estado de relajación muscular con el propósito de aliviarlos y asistirlos.  Sin embargo, la causa de sus trastornos es lo que debemos tratar y resolver con todos los pacientes, pues los efectos son solo la advertencia de que su equilibrio ha sido afectado por algo o por alguien -todo efecto tiene sus antecedentes y ninguna acción previa carece de consecuencias. Las sustancias químicas no pueden transformar sus mentes: sólo ellos pueden hacerlo, con acciones de cambio sobre sus hábitos y sobre las percepciones e informaciones conflictivas que los sacuden. Y es preciso ayudarles a liberarse de aquello que han “incorporado” a sus mentes y que propicia todas esas perturbaciones que les han quitado la autonomía de sus vidas. 
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Encontrado en Internet un libro relacionado con este tema “La invención de trastornos mentales” escrito por un biólogo y un psicólogo reconocidos. Al abrir la página, dar click sólo sobre el texto escrito en rojo. Disponible para descargar en formato .pdf

Está en:
http://ivpaste.com/v/ZjnO4Rqf

Para ver listado de diagnósticos de “Tarstornos mentales y del comportamiento” del CIE 10 (Clasificación Internacional de Enfermedades) publicado por la Organización Mundial de la Salud, ir a:





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lunes, 9 de enero de 2012

Las culpas que conformamos




CÓMO LIBERARNOS DE NUESTROS YUGOS MENTALES

Por Hugo Betancur


Meditación para sanar y apaciguar nuestras mentes

1. Sentados o acostados, nos apartamos un momento de nuestras actividades habituales y entramos en un estado de quietud y de silencio.

Cerramos los ojos y respiramos profundamente: inhalamos el aire llenando nuestros pulmones lentamente, presionando el abdomen hacia abajo y hacia afuera; luego exhalamos el aire también sin prisa, permitiendo que el abdomen se repliegue hacia adentro.

Sentimos atentamente ese movimiento del aire que entra al cuerpo cargado con la energía de la vida y que retorna al espacio cargado con nuestra energía. 

Experimentamos la expansión y la contracción como una continuidad de nuestro proceso de existencia como seres humanos.

2. Observamos en nuestra mente las distracciones que consumen nuestra creatividad y nuestras vidas y las dejamos pasar.

Contemplamos nuestros pensamientos e imágenes como espectadores mudos, sin asumir juicios ni justificaciones, sin culparnos y sin culpar a otros por eventos sucedidos que nos llegan como recuerdos: no es necesario ni útil que los asociemos con emociones de malestar ni de adversidad; lo que hicimos y lo que otros hicieron correspondió a la historia compartida, y ocurrió como fue posible. Cada árbol sólo puede dar sus frutos.

Si mantenemos las vivencias ingratas en nuestros pensamientos tal como las interpretamos en su momento nos cargamos de amargura y confusión.

3. Enfocamos nuestras mentes en la tolerancia y el perdón sobre lo que condenamos o atacamos –no son gratas ni útiles las impresiones sombrías que conformamos sobre las situaciones atravesadas; además, podernos darnos cuenta que nosotros y los demás seres humanos implicadas somos susceptibles a los cambios propiciados por esas experiencias de relación.

Perdonar significa deshacer. La responsabilidad de esa acción recae sobre quien emitió el juicio y determino las culpas.

Cuando decidimos perdonar, nos liberamos de las venganzas y de los resentimientos, de la hostilidad y de la auto compasión.

El perdón es una expiación, una auto liberación de las culpas que nosotros mismos establecimos.

La expiación es una reparación, una restauración, una restitución de la mentalidad comprensiva –la mentalidad  justa y adecuada.

Somos los jueces que al dar un veredicto sobre aquellos a quienes condenamos nos enlazamos a sus vidas. Ahora podemos decidir nuestra libertad con un veredicto de absolución: ¡No culpable! Rehusamos los cargos atribuidos –las cargas- y nos declaramos no competentes para juzgar. Sólo asumimos nuestra responsabilidad sobre lo experimentado y dejamos que otros asuman la suya.

4. Disponemos nuestras mentes hacia la paz. Nos liberamos de los aspectos conflictivos y negativos –de negación y de pugna- que habíamos adoptado de la dualidad  y acogemos los  aspectos integradores y positivos –de aceptación y entendimiento.

La elección de  la paz es un cambio en nuestras vidas que nos permite desatarnos de nuestros  yugos y reconciliarnos con los demás. Y es una decisión que proviene de un estado de consciencia en que ejercemos nuestra autonomía y nuestra inteligencia. No son seguros los campos de batalla para quienes se ven como enemigos y que entran allí con el propósito de atacarse y aniquilarse mutuamente.


Hugo Betancur (Colombia)

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